Siglo XXI, siglo africano

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El continente africano es un territorio maravilloso, con sus safaris, desiertos, selvas, paisajes extraordinarios y la alegría de su gente. Lamentablemente, la marginación y la pobreza han hecho profundas raíces en este suelo. Sin embargo, esta situación de atraso se está comenzando a revertir poco a poco.

Pobreza, conflictos internos, hambrunas, inestabilidad política, corrupción y enfermedades son parte del coctel perverso que mantiene a los pueblos africanos en los niveles de desarrollo más bajos del mundo. No obstante, todo parece indicar que África va a tener un rol clave en el desenvolvimiento futuro de la economía mundial. Lo anterior parece una contradicción, pero no lo es. Desde los inicios del siglo XXI, el entorno económico mundial ha permitido a los países africanos establecer las bases para acelerar el ritmo de la actividad económica en sus territorios. Aquí las principales razones de ello.

Del año 2000 al 2015, África Subsahariana experimentó un crecimiento económico sin precedentes. El Producto Interno Bruto (PIB) de la región creció en promedio 5% anual, en gran parte debido a los altos precios internacionales de las materias primas durante este periodo, sobre todo del petróleo, impulsados por la alta demanda de la industria mundial.

Pero no solo fue eso. Este proceso vino acompañado de un avance en la pacificación y democratización del continente, tras el término de añejos conflictos, lo cual propició un ambiente de mayor seguridad para los inversionistas, atraídos por el acceso a materias primas, el gran potencial del mercado africano y el fortalecimiento de la clase media africana.

También ayudó el contexto mundial: la crisis de la zona euro y el fortalecimiento de “nuevas” potencias emergentes, sobre todo China e India, permitieron a los africanos tener en estos últimos países dos socios incondicionales, que les permitieron superar pronto la crisis mundial del 2008.

Estos factores no pasaron desapercibidos para los expertos y analistas económicos. La prestigiosa consultora internacional McKinsey publicó en junio de 2010 un informe en el que se describen los principales éxitos macroeconómicos de África, así como un alentador escenario económico para este continente. Dicho informe asegura que, a pesar de que muchos de los países africanos todavía enfrentan serios desafíos socioeconómicos, las perspectivas de un crecimiento económico sostenido a largo plazo son fuertes, impulsados tanto por el entorno económico global como por los cambios internos en las sociedades y economías del continente.

Argumentos para sustentar lo anterior sobran: las telecomunicaciones, los servicios bancarios, así como la industria de la construcción, se encuentran en pleno auge. Ciudades como Lagos, Bamako, Dakar, Uagadugú y Luanda están creciendo de forma sorprendente y en pocos años se convertirán en las principales protagonistas del acontecer africano.

La inversión extranjera directa se multiplicó casi por siete en tan solo ocho años, y las tasas de crecimiento demográfico y de urbanización son las más altas del mundo. Se prevé que el 50% de los africanos vivirá en ciudades para el año 2030 y que la fuerza de trabajo del continente alcanzará la cifra de 1,100 millones de personas en 2040, aspectos que hacen sumamente atractivo al continente africano para hacer negocios.

Por todo lo anterior, varios analistas económicos han acuñado el concepto de leones africanos para referirse a las economías africanas mejor posicionadas, que con el paso del tiempo se convertirán en la versión africana de los tigres asiáticos. Sin embargo, estos leones aún no se encuentran lo suficientemente maduros para que comiencen a rugir de verdad. Sin demeritar lo que hasta el día de hoy han hecho bien las naciones africanas, éstas continúan siendo pobres y dependientes del exterior.

Sus economías, en general, no están diversificadas, por lo que siguen siendo vulnerables a los vaivenes de los precios de los bienes primarios. En los últimos años éstos volvieron a caer, y por ende, se produjo una desaceleración económica. En 2016 y 2017 las tasas de crecimiento bajaron a 2.2 y 3.6% respectivamente, y el Banco Africano de Desarrollo proyecta un crecimiento de 4.1 % para 2018 .

Pese al alto crecimiento económico registrado en las últimas dos décadas, las economías africanas siguen siendo demasiado pequeñas. En 2017, tres países – Nigeria, Sudáfrica y Egipto – concentraban el 43% del total del PIB de un continente de 54 países independientes.

Elaborada con datos del Banco Mundial. No se cuenta con información de Eritrea y Sudán del Sur.
Elaborada con datos del Banco Mundial.

Lo que más preocupa es que los ingresos obtenidos son mal distribuidos, donde la mayor parte del pastel queda en los bolsillos de la élite gobernante, así como de las multinacionales. En 2013 había 389 millones de personas viviendo en pobreza extrema en África Subsahariana, y gran parte de ella aún carece de servicios básicos, como agua potable, salud, educación y drenaje, lo que compromete el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para África en el plazo previsto.

La agricultura sigue siendo la mayor fuente de ingresos para la gran mayoría de la población activa, que sufre por los efectos de las sequías, el cambio climático y los desplazamientos forzados. En las ciudades, las oportunidades de empleo son pocas, situación que se seguirá agravando si no se hace nada al respecto. La industrialización del continente también es una tarea impostergable, con un alto contenido nacional y regional.

Estos retos rebasan la capacidad de unos gobiernos africanos poco eficientes, por lo que se requiere de una gran transformación a nivel político para mejorar la gestión de lo público y la redistribución equitativa de la riqueza generada. La presión ejercida por la sociedad civil africana ha conseguido logros importantes en cuanto a la democratización de algunos países y la caída de algunos regímenes corruptos, pero también se requiere del apoyo y la atención por parte del resto del mundo.

África tiene todo lo necesario para progresar y convertirse en punta de lanza del desarrollo económico en el siglo XXI, pero su futuro depende de grandes transformaciones sociales, buena gobernanza y permanecer unida. La Unión Africana está lejos de alcanzar el objetivo de promover la plena cooperación entre todos los Estados del continente. Los actores políticos, económicos y sociales deberán esforzarse más para que las expectativas no se queden solo en eso, en promesas de cambio.

La situación de África no es de total desesperación ni de optimismo puro. Tenemos que ser más mesurados y precisos al momento de analizar los fenómenos económicos que ahí se desarrollan. Por supuesto que el panorama económico africano varía de país en país, aunque estamos tan acostumbrados a escuchar y ver que ocurren sucesos negativos en África, que nos cuesta creer cualquier avance económico y social. Y sin embargo los hay, y en gran número.

Lo que suceda en África cada vez más cobrará mayor importancia. Las antiguas metrópolis europeas se resisten a perder su influencia en territorio africano. Su presencia, además de la de los omnipresentes Estados Unidos y los intereses de las potencias emergentes, principalmente China, convierten nuevamente al continente africano en un enorme tablero de ajedrez, como en la época de la colonización. Pero esta vez los africanos tienen fichas con que jugar. Hoy, más que nunca, su futuro depende de ellos mismos. Es tiempo de que los africanos, finalmente, emerjan de las profundidades de la pobreza y construyan su camino a la prosperidad.



Carlos Luján Aldana

Economista Mexicano y Analista político internacional. Africanista por convicción y pasatiempo. Colaborador esporádico en diversos medios de comunicación internacionales, impulsando el conocimiento sobre África en la opinión pública y difundiendo el acontecer económico, geopolítico y social del continente africano, así como de la población afromexicana y las relaciones multilaterales México-África.

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