Las particularidades del colonialismo en África y sus consecuencias

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Caricatura que simboliza el reparto de África, como si fuera un pastel. Imagen: Wikimedia Commons

Muchos historiadores y estudiosos del continente africano coinciden en que la colonización europea tuvo un profundo efecto negativo sobre sus pueblos. Es por esto que es necesario hacer un riguroso análisis de este proceso, que nos dará las claves que explican por qué el sistema colonial marcó el destino de todo el continente.

Cuando rastreamos los orígenes de los principales problemas económicos y estructurales que enfrentan los países africanos, todos ellos convergen hacia la época de la colonización del continente. A pesar de que esta etapa ya fue superada en casi todos los rincones de África, aquí el colonialismo adquirió una forma más perversa que en otras regiones del planeta.

Por lo tanto, para explicar los actuales niveles de subdesarrollo en África y tener una mejor comprensión de su realidad, se requiere analizar el proceso de la colonización europea de África y marcar las diferencias con otros colonatos que se dieron, principalmente en América y en Asia, ya que es evidente que no en todos lados el colonialismo tuvo las mismas consecuencias.

En toda la historia de la civilización puede observarse una tendencia a la dominación, conquista y sometimiento de unos pueblos a otros, dando lugar al surgimiento de relaciones de poderes en las cuales el vencedor se apropia de tierras, recursos, excedentes económicos, y algunas veces, impone su lenguaje, cultura y religión en los territorios y pueblos vencidos.

Puede decirse que los sistemas de colonización son una forma más sofisticada de este proceso, cuya principal diferencia con respecto a las antiguas formas de dominación fueron la conquista de territorios de ultramar, inaugurándose con el descubrimiento europeo de un “Nuevo Mundo”, que sería conocido primero como Las Indias, y luego como Las Américas.

Desde el siglo XVI, los distintos sistemas coloniales han sufrido variaciones en cuanto a su magnitud, efectos y características, en función de las diversas especificidades históricas y de la potencia que funge como metrópoli. En África, el dominio colonial atravesó dos etapas muy diferenciadas:

La primera de ellas abarca desde el siglo XV hasta el primer tercio del siglo XIX, que se caracterizó por la compraventa de seres humanos en territorio africano, quienes en forma de esclavos fueron obligados a trabajar en el continente americano. Esta trata esclavista causó una tremenda disminución demográfica en muchas partes de África, puesto que la mano de obra negra era indispensable para el sostenimiento de la economía mundial y los sistemas coloniales al otro lado del océano.

Pese a todo ello, y a la presencia extranjera en sus costas, todavía en la primera mitad del siglo XIX en África predominaban los Estados tribales en pequeños territorios, gobernados por monarquías familiares cuyo origen se remonta a los antiguos califatos e imperios. Pero poco a poco éstos fueron siendo desplazados.

Tras la abolición de la esclavitud en Inglaterra en 1833 comenzó la transición hacia una nueva y segunda etapa de dominación, que es el periodo colonial propiamente dicho, el cual fue posible gracias a nuevas exploraciones y descubrimientos de yacimientos minerales, que se cuenta a partir de la Conferencia de Berlín (1885-86) hasta 1960-90, si consideramos la independencia de Namibia (1990) como aquella que marca el fin del proceso descolonizador de África que comenzó en 1960.

En este periodo, dos hombres personificaron los esfuerzos que llevarían a la dominación total del continente. El primero de ellos fue David Livingstone, uno de los exploradores ingleses más importantes y afamados del siglo XIX, cuyas excursiones despertaron gran interés dentro de la sociedad inglesa, al demostrar que África era poseedora de un invaluable tesoro. Las necesidades de alimentos y materias primas que requería la industria europea, en el marco de la segunda revolución industrial, estimularon la emigración a África en la búsqueda de estos recursos.

Y es aquí cuando entra en escena nuestro otro personaje, también inglés: Cecil Rhodes, quien se convirtió en el modelo del colonizador europeo en África: hombre proveniente de la clase media, racista, ambicioso, cruel y con hambre insaciable de recursos y poder. Rhodes logró amasar una fortuna millonaria producto de la explotación de oro y diamantes en el Sur de África. Fue de tal magnitud su poder, que una colonia inglesa llevaba su nombre: Rhodesia, que comprendía los actuales países de Zambia y Zimbabue.

Pero los ingleses no estaban solos. Seis países europeos más ocuparon y reclamaron territorios en diversos puntos del continente. Por ello, y para evitar problemas mayores, se reunieron en Berlín en 1885 para repartirse el continente, legitimar su presencia en los territorios ya ocupados y determinar las fronteras. Además, se estableció la navegación común sobre algunos ríos para facilitar el tránsito de mercancías y recursos.

Hicieron todo esto sin consultar a los africanos sobre tales acuerdos, que establecieron en gran medida la fisonomía actual del continente. En este mapa pueden apreciarse las posesiones por país europeo.

Mapa: posesiones europeas en África, con base en los acuerdos tomados en la Conferencia de Berlín (1885). Como Vemos, Inglaterra y Francia concentraban la mayor parte de las tierras del continente.
Mapa: posesiones europeas en África, con base en los acuerdos tomados en la Conferencia de Berlín (1885). Como Vemos, Inglaterra y Francia concentraban la mayor parte de las tierras del continente.

Y fue de esta manera como se consumó la tragedia para los pueblos del continente. El impacto de esta doble dominación (esclavista y colonialista) fue determinante para que, desde un inicio, África quedara condenada en una posición periférica y dependiente.

No obstante, este escenario no fue definitivo. La dominación efectiva solo se concretó hasta ya muy entrado el siglo XX, ya que la respuesta mayoritaria de los africanos a la acción europea fue la confrontación, las migraciones y la lucha armada. Es más, Etiopía y Liberia evitaron cada uno a su modo, la colonización de sus territorios. Además, la derrota alemana en la primera guerra mundial la obligó a ceder sus posesiones en África a Inglaterra y Francia.

Finalmente, y tras el debilitamiento europeo al término de una nueva guerra mundial, las metrópolis facilitaron el camino hacia la independencia política de sus colonias africanas, en donde sólo en los casos de Argelia, Zimbabue y las colonias portuguesas se logró la emancipación por la vía armada.

Esto nos da un ciclo promedio de 85 años en los que África estuvo colonizada, cantidad de tiempo mucho menor en comparación de los 300 años que duró el colonato español en América. Por esta causa, pensaríamos que el mayor impacto negativo del colonialismo se dio en América, y aún en Asia, que en África. Pero sucedió todo lo contrario. Veamos por qué.

A causa de este “corto” periodo colonial, no se logró la plena desestructuración social, cultural y económica de la sociedad tradicional africana, debido a la incapacidad de los europeos de controlar y ocupar todo el territorio y las migraciones internas de los africanos como método de resistencia. Lamentablemente las gestas heroicas de los africanos les llevaron a la división, y se quedaron a medio camino entre la tradición y la “modernidad europea”.

A la postre, esta interrelación, aunado a las disputas territoriales de las metrópolis europeas en el continente, se convirtió en la génesis de muchos conflictos étnicos y fronterizos. Por ello, no es casualidad que hoy tengamos a dos países que se llaman Sudán, dos Congos y tres Guineas.

A España le tomó aproximadamente 200 años de prueba y error para establecer en sus dominios americanos economías coloniales estrechamente vinculadas con la metrópoli. El resultado fue la creación de un proceso de mestizaje que engendró una nueva cultura e identidades nacionales que fusionaron elementos indígenas, europeos, africanos y asiáticos, cimentadas en las distintas estructuras prehispánicas. También es de destacar que la conquista tuvo un carácter mercantilista y espiritual. La evangelización de los indios a cambio de su oro y su plata, es la frase que mejor resume este proceso.

La colonización de Asia se realizó a la par de la africana, pero en ese continente la existencia de grandes imperios –milenarios en algunos casos- condicionó la acción europea, que prefirió establecer protectorados en vez de colonias, donde el gobierno estaba a cargo de los naturales, pero bajo el control europeo. En este caso, fue el aislamiento, y no tanto la migración, el factor de resistencia predominante, lo que reforzó el espíritu nacional. Además, en Asia se dio la particularidad de que algunos de sus Estados se convirtieron en colonizadores a fines del siglo XIX, como fue el caso de Rusia y Japón.

En Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, los ingleses crearon colonias de poblamiento, donde los colonos tenían la libertad de elegir su forma de gobierno, es decir, eran autónomas. Los autóctonos fueron despojados o desplazados.

En contraste, en una África dividida, saqueada y en inferioridad técnica y militar, no se respetaron las estructuras e instituciones anteriores a la presencia europea debido a los falsos estereotipos construidos sobre las culturas y pueblos africanas, quienes se consideraban incivilizadas, salvajes y negras (color relacionado con fuerzas malignas y oscuras).

Por eso, el proyecto colonizador y descolonizador africano fue construido por y para los europeos. Los nativos de África no gozaban ni siquiera de protección espiritual. No valían nada. No se les trataban como humanos, sino como animales. Basta el siguiente relato del periodista polaco Ryszard Kapuściński para comprender la percepción que tenían los europeos de ellos:

“El colono jamás tocará un huevo procedente de África. Lo considera lousy, asqueroso. El colono no conoce el sabor de la mandioca ni del aceite de palma. Los plátanos los come sólo en Europa. ¿Por qué no en África? Por principios. Uno de ellos consiste en no llevarse a la boca nada de lo que come el negro. Si lo hiciera, el colono se desblanquearía, cosa que desea evitar. Vi en el Congo a colonos que pasaban hambre pese a que había comida de sobra, sólo que era comida africana. Ninguno quería tocarla. El colono es un hombre de principios”.

Referencia: Nexos

Por eso, a diferencia de lo que ocurrió en América Latina, los europeos no quisieron “mezclarse” con los nativos. En el Sur de África, este racismo se institucionalizó y engendró en el sistema del Apartheid, que afectó a millones de africanos de raza negra y una de las formas de gobierno neocoloniales más injustas y vergonzosas que ha conocido la humanidad.

Ésta fue una de las muchas estructuras administrativas que África heredó de los europeos, mismas que no se adecuaban a las características de su población, y las cuales se respetaron tras las independencias en África. Dado que el proceso descolonizador se administró en la misma Europa, muchos países africanos continuaron siendo dependientes de sus antiguas metrópolis a través de flujos de inversiones, asesoramiento económico y presencia de tropas militares, bajo una forma que podríamos denominar como neocolonial.

Este escenario engendró Estados y economías deformes, sin legitimación y caóticos. Conflictos armados, disputas étnicas, pobreza, violencia política, control de recursos, intervenciones armadas, racismo, desigualdad y posición dependiente de la economía mundial son parte de la larga lista de problemas que se derivan de la época colonial y la trata esclavista que África recibió como herencia.

Estos problemas son la evidencia que comprueba que el colonialismo provocó muchos efectos negativos en África. No se puede regresar el tiempo para evitar todo el daño causado, pero sí se deben emprender medidas para revertir y atacar estos problemas provocados, incluyendo acciones que lleven al perdón y reconciliación entre las sociedades europeas y africanas, así como a la regeneración y renacimiento de éstas últimas. Ya es tiempo de que a África se le haga justicia.


Carlos Luján Aldana

Economista Mexicano y Analista político internacional. Africanista por convicción y pasatiempo. Colaborador esporádico en diversos medios de comunicación internacionales, impulsando el conocimiento sobre África en la opinión pública y difundiendo el acontecer económico, geopolítico y social del continente africano, así como de la población afromexicana y las relaciones multilaterales México-África.

9 comentarios

  1. Me pareció interesante el trabajo El colonalismo con otro ropaje y menos riesgos para los viejos colonizadores esta presente No necesitan ejércitos para Ello

    adelfico

  2. Me parece un buen trabajo para entender la tragedia que durante siglos vivieron millones de seres humanos. Hoy la tragedia con otra ropa continua Se llama deuda externa corrupción sin ocupar militarmente el territorio y se suma un nuevo actor China

    1. Hola Gianni. En el África colonial no había regiones económicas como tales, ya que los territorios no estaban integrados en torno a una actividad o sector económico específico, dado que las economías estaban subordinadas a las potencias coloniales, aunque al final del periodo las metrópolis llevaron a cabo algunas acciones en este sentido. Hasta hoy las regiones económicas en África siguen en construcción, te invito a leer este artículo que escribí previamente, quizás te pueda ayudar. Saludos.
      https://tlilxayac.com/la-integracion-economica-africana-como-el-motor-del-desarrollo-futuro-del-continente/

  3. Como española, me parece importante no señalar “los europeos” puesto que nosotros sí tratamos como parte de nosotros a los pobladores de los territorios conquistados en 1492 (siglo XV) en Sudamérica, donde se construyeron incluso universidades; y con fines no solo mercantilistas sino también evangelizadores. Sin embargo, franceses e ingleses colonizaron África a principios del siglo XX con fines únicamente mercantilistas.

    1. Es verdad que los reyes de España, en su momento, consideraban a los nativos americanos como sus súbditos, y emitían disposiciones que buscaban protegerlos y favorecerlos. Sin embargo, esas disposiciones en la práctica nunca se cumplían. La conquista del espíritu tenía como propósito eliminar los elementos culturales indígenas. Cualquier tipo de conquista fue nociva, y de eso no hay justificación.

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