Mercados financieros africanos: evolución y desarrollo

Publicado por

El empresario Rakesh Wahi celebra el décimo aniversario de su compañía CNBC en la Bolsa de Valores de Johannesburgo (JSE). Fotografía: Wikimedia Commons.

Para hacer frente a los numerosos desafíos, rezagos y retos que enfrentan las naciones africanas, éstas deben movilizar y canalizar su dinero y sus capitales al desarrollo de su capacidad productiva, así como impulsar sus mercados financieros para sostener un crecimiento económico estable. Pese a su gran importancia, este tema – como tantos otros – no ha sido un asunto prioritario cuando se habla de África, por lo cual en este artículo se abordan de manera general las características de los principales mercados financieros africanos, así como sus perspectivas.

Introducción al sector financiero en el continente africano.

La gran mayoría de los estudios que se han realizado al sector financiero en África y sus mercados se realizan desde un enfoque global, donde se les compara con sectores financieros de otras partes del mundo y se muestran las exorbitantes diferencias entre el funcionamiento de una y otra parte, enumerando los desafíos que los países africanos tienen por delante y las ventajas de tener sistemas financieros altamente desarrollados y vinculados con el resto de la economía mundial.

En contraste, son escasos aquellos estudios que se enfocan concretamente en el desarrollo del sector financiero en el continente , y aún menos a nivel nacional y local. Tomando lo anterior como nuestro punto de partida, a lo largo de este artículo se presenta la evolución, desarrollo y funcionamiento del sector financiero en el continente africano, y en específico, nos concentraremos en los mercados de deuda y de capitales.

Para empezar, no debemos olvidar que las economías africanas han estado vinculadas con los principales sistemas financieros a nivel mundial desde tiempos antiguos. El continente fue un contribuidor clave de gran parte del oro que se utilizó en sistemas y reservas monetarios en Europa desde tiempos medievales.

Posteriormente, el comercio de esclavos y la colonización europea crearon dentro del continente sistemas crediticios y monetarios híbridos, que reflejaban tanto las estructuras económicas internas como los vínculos comerciales internacionales. Incluso antes del periodo colonial, los africanos crearon mercados de divisas, en donde su moneda se intercambiaba con otras con propósitos comerciales.

Aunque la colonización implicó la introducción de nuevas monedas territoriales y la creación de sistemas financieros que tenían como su principal objetivo asegurar el flujo de recursos naturales hacia las metrópolis, las prácticas financieras antiguas perduraron, y al momento de las independencias, los gobiernos africanos heredaron un sector financiero subdesarrollado.

Como resultado, los sistemas financieros africanos de la actualidad son un espécimen raro si lo comparamos con otros alrededor del mundo. La gran mayoría de ellos surge en la época colonial, en el siglo XX bajo el control de las diversas metrópolis. Cabe resaltar que en Sudáfrica se presentaron las condiciones para que las finanzas se empezaran a desarrollar a partir del siglo XIX, algo que es importante, porque este país es hasta el día de hoy el mercado financiero más desarrollado del continente.

A partir de las independencias, las élites gobernantes locales comenzaron a tomar el control de sus recursos, pero sin la preparación indicada y bajo la vigilancia de las antiguas metrópolis. Durante la década de los setenta, los intermediarios financieros dominantes eran las cooperativas y las cajas de ahorro rurales, sobre todo en África Occidental y Oriental.

Ya en los años ochenta comenzaron a proliferar las organizaciones no gubernamentales de crédito, y la mayoría de los países africanos aplicaron Programas de Ajuste Estructural (PAE), bajo la asesoría del Fondo Monetario Internacional (FMI). Pero, al igual que ocurrió en América Latina, en muchas partes de África sobrevino una crisis de deuda externa enorme. Un desastre.

A partir de los años noventa, los sistemas financieros de todo el continente han experimentado una liberalización profunda de las economías, acompañado de un proceso no menos importante de apertura democrática (mismo que, en muchos casos, se limitó, a la celebración de elecciones generales y poco más).

A partir del siglo XXI han proliferado bancos extranjeros bajo modelos de banca universal, pero también han aparecido instituciones financieras panafricanas, que después de la crisis de 2008, son los que han tenido mayor crecimiento ante la reducción de grupos financieros europeos y estadounidenses.

La banca africana, en general, sigue dando preferencia al sector público en grandes proyectos de infraestructura y a las grandes empresas multinacionales, pues estos actores representan un riesgo menor y califican mejor al momento de solicitar un préstamo. Sin embargo, las pequeñas y medianas empresas representan, al igual que en el resto del mundo, la mayor parte de la generación de riqueza, ofrecen más empleos y son el motor del desarrollo económico. En África, este tipo de empresas son poco resilientes y frágiles en términos de actividad, solvencia y gestión.

Los bancos públicos de desarrollo son poco conocidos y efectivos. Existen dos a nivel continental: el Banco Africano de Desarrollo (BAfD) y el Banco Africano de Importación y Exportación (Afreximbank), así como algunos bancos regionales con el mismo propósito. Todo ello supuso la creación de reglas y marcos normativos necesarios para la estabilización y sostenimiento del sector financiero en el continente, aunque sin resolver los principales problemas que lastran el crecimiento y desarrollo económico (conflictos armados, pobreza, desigualdad, desempleo, falta de acceso a servicios básicos, entre otros).

Por estos y otros problemas, como la corrupción, inestabilidad política y la falta de legitimidad de los distintos gobiernos, las economías africanas no son capaces de atraer inversiones ni perfeccionar sus sistemas financieros. En el argot financiero, los mercados financieros africanos entran dentro de la subcategoría de mercados fronterizos, que describen a los mercados más pequeños, con ingresos bajos, que suelen estar plagados de corrupción y presentan enormes déficits en infraestructuras y servicios básicos.

Sin embargo, para alcanzar el éxito en este tipo de mercados debemos centrarnos en innovaciones, y se ha demostrado que son capaces de tener un crecimiento inesperado, rápido y sostenible. Para África, este desarrollo financiero implica alcanzar una integración financiera más profunda ante el crecimiento de las entidades financieras panafricanas, y que éstas logren una interconexión más intensa con los mercados financieros globales. Los principales obstáculos a los que se enfrenta, de forma general, el sector financiero en África para alcanzar estos objetivos, son los siguientes:

  • Tamaño relativamente pequeño de las entidades bancarias.
  • Problemas de capitalización.
  • Debilidades en la supervisión bancaria.
  • Tamaño reducido de los mercados financieros.
  • Escasa liquidez.
  • Falta de infraestructuras financieras desarrolladas.
  • Mayor complejidad en los mercados financieros, en comparación con el resto del mundo.

Los Estados africanos deberían enfocar sus esfuerzos en atacar dichas debilidades, pero también presentan una gran fortaleza, la cual se convertirá en la piedra angular de las innovaciones a las que nos referimos con anterioridad: el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC´s) y la proliferación empresas que se dedican al desarrollo de tecnología financiera (las Fintech), las cuales han tenido un impacto positivo en el acceso a la financiación, diversificación y expansión de los servicios financieros.

En específico, el uso de teléfonos móviles y una mayor conectividad a internet está revolucionando la prestación de servicios bancarios y financieros a lo largo del continente, siendo accesibles a mas personas y a un menor costo, y si bien el fenómeno de las Fintech no es exclusivo de África, llaman la atención las tasas de penetración y asimilación de este tipo de servicios, que se brindan a través de miles de iniciativas y proyectos que convierten el ecosistema financiero africano en un escenario más complejo.

Pero por más sofisticadas que sean las aplicaciones y servicios digitales financieros, los africanos deben desarrollar y perfeccionar su conocimiento y cultura sobre el funcionamiento de los mercados financieros y participar en su desarrollo, los cuales están todavía en una etapa incipiente. Veamos.

Mercados de deuda.

Los mercados de deuda constituyen uno de los vehículos mediante los cuales se canalizan recursos entre los agentes económicos que tiene superávit de fondos prestables con aquellos que tienen déficit, sirviendo como complemento del ahorro bancario. Desde una perspectiva macroeconómica, un mercado de deuda gubernamental permite financiar déficits presupuestales, ayuda a disminuir la dependencia del financiamiento bancario y externo y sirve para fortalecer los canales de transmisión de la política monetaria.

En los mercados de deuda se intercambian instrumentos financieros como bonos, Cetes, Certificados de depósito, entre otros, que al de renta fija, confiere mayor estabilidad y tranquilidad a los inversionistas, siendo adecuados para aquellos que presentan mayor aversión al riesgo. Por lo general, las empresas y gobiernos que emiten deuda lo hacen en búsqueda de liquidez o cubrir gastos operativos o de capital de trabajo, no como financiamiento.

Dado que el ahorro interno dentro de las economías africanas es muy bajo, las inversiones han dependido en buena medida de flujos de recursos externos, como las Ayudas Oficiales al Desarrollo, la Inversión Extranjera Directa y las remesas. Y debido a los PAE, se dificulta la financiación de las necesidades de la economía real.

Es aquí donde los mercados de deuda entran en escena como una fuente alternativa para obtener recursos externos. Desde la década de los 2000, muchos países africanos han desarrollado sus mercados de deuda como fuente alternativa de financiación de sus economías. Están dominados por la deuda gubernamental (que representa aproximadamente el 80% del valor de este mercado), seguida por la deuda corporativa de calidad y la deuda corporativa de alta rentabilidad.

Existe escasez de oferta de financiación en moneda local a largo plazo, más allá de los cinco años. Este tipo de financiación es esencial para la inversión en sectores prioritarios, como infraestructura, comunicaciones, transportes y vivienda. Por su parte, el mercado de bonos corporativos es incipiente, y sigue sin desarrollarse en muchos países del continente, y los pocos que existen tienen un plazo de vencimiento promedio de once años.

La mayoría de los problemas que dificultan la entrada de inversores institucionales (sobre todo, fondos de pensiones, bonos soberanos y compañías de seguros) están relacionados con falta de información sobre oportunidades de inversión y su limitada capacidad para evaluar y mitigar riesgos.

Pese a ello, los países africanos han avanzado en el desarrollo de sus mercados de deuda gracias a los nuevos productos, las mejoras normativas y una política económica más responsable. Estos mercados son relativamente recientes, y pocos países disponen de un mercado de deuda secundario (Sudáfrica, Nigeria, Ghana y Botsuana).

Los bonos denominados en moneda local representan el 78% del valor total de los bonos soberanos en circulación. Sudáfrica y Nigeria concentran más del 60% del total de la deuda pública continental, con 35% y 28% respectivamente. El valor total de la deuda en 2019 de toda África ascendía a 500 mil millones de dólares. La relación deuda-PIB es baja, con un promedio de 40%. La preocupación por el aumento en los niveles de deuda se han extendido desde el 2019, y aunque se han emitido riesgos por impago en algunos casos, los temores no se han materializado.

No obstante, muchos inversionistas aún se muestran escépticos sobre los beneficios y la confianza que brindan los Estados africanos en el mundo de las finanzas, y razones les sobran. Basta con observar las calificaciones de riesgo crediticio a los países africanos:

Sin embargo, África ha podido evitar lo que se conoce como riesgo país y se ha hecho de un hueco en el mercado de deuda mundial gracias a los bonos emitidos en moneda extranjera, sobre todo en dólares y en euros (eurobonos). Varios estudios sostienen que este tipo de bonos emitidos por emisores soberanos africanos tienen unos cupones más altos de lo normal, pero este tipo de instrumentos permiten a los países aumentar su financiación sin recurrir a las engorrosas negociaciones y la condicionalidad de la ayuda oficial.

El hecho de que los inversores estén dispuestos a participar sugiere que confían en la capacidad de los gobiernos para pagar sus deudas. Esto se debe a que el desempeño económico está mejorando en toda África. El BAD pronostica que el PIB del continente crecerá en un 3.8% en 2024, y un 4.2% en 2025. Y no es coincidencia que justamente algunos de los países que se expandirán a una tasa superior al 6%, como Costa de Marfil, Benín y Kenia, sean los que más colocan en el mercado este tipo de bonos. Más crecimiento significa más capacidad de servicio de deuda. Además, el FMI está dispuesto a apoyar en caso de que las cosas se pongan mal, dada la prevalencia del contagio en los mercados mundiales de bonos, por lo cual evitar los impagos es sumamente crítico.

Y claro que este tipo de maniobras tiene sus riesgos. El mayor de todos radica en la pérdida de control sobre las tasas de interés, que impactan directamente en los rendimientos. Y si se prevé que las tasas de interés a nivel mundial sufran recortes por la desaceleración de la inflación a lo largo del 2024, los bonos en euros o dólares emitidos por países africanos son menos atractivos a una tasa de interés menor.

En estos momentos vender bonos denominados en sus propias monedas es un riesgo todavía mayor, dada la debilidad de las monedas africanas en los mercados financiero internacionales. Cualquier nueva capacidad para vender bonos en moneda local o extranjera se limita a un puñado de países de ingresos medios, lo que deja expuestos a los mercados fronterizos, que tendrán que tener mayor transparencia y rigor a la gestión de la deuda.

Dado el reducido margen fiscal y la disminución de las ayudas oficiales al desarrollo, existe un consenso generalizado de que es necesario el desarrollo de los mercados de deuda y de valores, con una atención particular a los inversionistas institucionales, tanto africanos como internacionales.

Mercados de capitales.

A diferencia de los mercados de deuda, en los de capitales se emiten instrumentos financieros de mayor riesgo, como las acciones, suelen ser considerados para inversiones a largo plazo y para obtener rendimientos son más abruptos, siendo de renta variable.

Los mercados de capitales en África se encuentran en una fase temprana de su desarrollo, pero se han producido muchos avances significativos. Las bolsas africanas de valores siguen siendo pequeñas y muy concentradas. La de Johannesburgo (JSE) es la principal, y las cinco bolsas más grandes (Sudáfrica, Nigeria, Marruecos, Egipto y Kenia) representan el 90% del total de capitalización del continente.

En el siguiente mapa se muestra la distribución y la apertura de las bolsas de valores del continente africano, donde vemos que, a excepción de unas cuantas bolsas, la mayoría han surgido recientemente, teniendo un promedio de vida de entre 30 y 40 años, y donde a pesar de los avances, aún tenemos países de importancia que no tienen bolsas, como Etiopía, la República Democrática del Congo y Liberia.

MAPA. Bolsas de Valores en África. Elaboración propia.

La capitalización de la JSE representa por sí sola el 80% del total del continente, mientras que el resto se caracteriza por una baja capitalización, presencia de pocas empresas nacionales, tamaño reducido de las emisoras, bajos niveles de liquidez y pocas acciones concentran las negociaciones.

De acuerdo con datos del Banco Mundial, en 2022, la capitalización de las 30 bolsas de valores de África superó 1.4 billones de dólares. En 1975, la capitalización apenas rebasaba los 24 mil millones de dólares, lo cual nos habla de un crecimiento exponencial, tal como se aprecia en la gráfica de abajo, pero que es insuficiente considerando el potencial de los mercados africanos.

Elaborada con datos del Banco Mundial.

También hay que destacar que existe ausencia de empresas locales interesadas en cotizar. La media de empresas pasó de 88 en 1995 a 115 en 2020. Por lo general, la negociación se produce en un limitado número de valores, principalmente en los sectores relacionados con las finanzas, de telecomunicaciones e inmobiliarias. A continuación se muestra el crecimiento de las empresas nacionales que cotizan en bolsa, así como los países que más compañías locales tienen.

Elaborada con datos del Banco Mundial.
Elaborada con datos del Banco Mundial.

La consolidación de pequeñas bolsas para formar bolsas regionales puede contribuir a la profundidad y liquidez de los mercados. Si bien existen dos bolsas de valores regionales en el continente, en concreto, en África Occiental y África Central, éstas se inscriben en las dos zonas del Franco CFA, por lo cual no representa una iniciativa soberana ni mucho menos deseable. El African Exchange Linkage Project es un proyecto de interconexión de las principales bolsas del continente, algo que sería muy atractivo dado el tamaño reducido de los mercados de capitales africanos, y que está en sintonía con los proyectos económicos panafricanos y el Área Continental Africana de Libre Comercio (AfCFTA por sus siglas en inglés).

Los principales inversores multinacionales africanos son el Grupo Dangote, de Nigeria; los bancos Attijariwafa bank y BMCE, de Marruecos; el BCP de Mauricio; el Kenya Commercial Bank; el United bank of Africa también de Nigeria; el Standard Bank, de Sudáfrica y Ecobank de Togo. Las cuotas de transacción son altas, y superan el 1%. A pesar de la escasa liquidez, los rendimientos han sido significativamente buenos.

De acuerdo a un estudio, los mercados africanos más integrados a la economía mundial (Sudáfrica, Nigeria) se vieron gravemente afectados por la crisis financiera mundial de 2008. Pero los menos integrados (como Ghana, Malawi y Namibia) obtuvieron rendimientos positivos tras la crisis.

Se observa una tendencia a la multiplicación de fondos de inversión privados especializados en la gestión de carteras de empresas africanas. Estos fondos, muchos de ellos basados en África, disponen de suficiente conocimiento de las necesidades africanas para su seguimiento y gestión. Sin embargo, actualmente los mercados africanos de capitales no están en condiciones de ofrecer un marco adecuado para canalizar los capitales necesarios para satisfacer la demanda potencial de desarrollo y financiación de proyectos locales y privados. Pero el camino ya está pavimentado para avanzar y seguir construyendo.

Conclusiones.

En general, los países africanos están logrando avances significativos en el fortalecimiento de sus mercados de deuda y de capitales gracias a la introducción de nuevos productos más adaptados, las reformas de la regulación y la adopción de políticas económicas más adecuadas para atraer inversiones. Es un hecho que los recursos financieros internos totales de las economías africanas son muy inferiores a las necesidades de financiación del continente africano, mismos que se vieron agravados a causa de la pandemia de COVID-19, por lo cual el fortalecimiento de sus mercados financieros adquiere más relevancia.

El peso del sector financiero en África es aún muy bajo, tanto en términos absolutos como relativos. Sin embargo, los avances registrados en las últimas dos décadas están sentando las bases para un desarrollo sostenido e inclusivo de los servicios financieros, contribuyendo al desarrollo económico en general.

En diversas ocasiones, he reiterado que para que los países africanos resuelvan sus desafíos, tendrán que unirse, y este aspecto no deberá de ser la excepción. Dentro de este marco, la integración de los mercados financieros africanos es un paso crucial hacia la consecución del desarrollo económico mediante un enfoque panafricanista, tal como lo están haciendo con el sector del comercio internacional a través del AfCFTA, y como también deberían intentarlo en otros sectores, sobre todo el industrial, turístico, comunicaciones y transportes.

La actividad económica dominante en África continúa siendo la agricultura, pero esta situación está cambiando. La acelerada urbanización de la población africana favorecerá, a su vez, el crecimiento del sector financiero. Y se necesitará más infraestructura que facilite las transacciones, la formación de precios, y un marco normativo y regulatorio más adecuado.

En términos generales, la financiación sigue siendo insuficiente, demasiado cara y orientada al corto plazo. Los sistemas bancarios son reducidos y demasiado concentrados en los países más desarrollados del continente. En este sentido, los bancos regionales pueden servir de puente para canalizar la financiación internacional hacia los mercados africanos, y guiarse también por otros objetivos ligados a otros aspectos, como la inclusión de las mujeres y reducir los desequilibrios territoriales.

Otra gran debilidad radica en la capacidad limitada de movilización del ahorro local, así como su conversión en inversiones. En este punto, las Fintech y los dispositivos móviles tienen el potencial de revertir la situación, dadas las condiciones socioeconómicas de la mayoría de la población africana. También tenemos la presencia de imperfecciones de mercado, asimetrías de información e ineficacia en la asignación de recursos.

El desarrollo del sector financiero en África no es un asunto que deba postergarse más tiempo, considerando su rol como elemento central para la estimulación del crecimiento económico. La utilización de instrumentos y monedas extranjeras es una práctica que deberá reducirse a mediano y largo plazo, en primer lugar, para reducir la dependencia y vulnerabilidad a shocks externos, y para ajustar los mercados a las condiciones de la actividad económica en el continente africano.

Los inversionistas siempre buscarán los rendimientos más atractivos, y llegarán ahí donde los mercados ya estén desarrollados, no llegan y esperan a que se desarrollen. Y si bien nada es seguro en el mundo de las finanzas, África debe asumir el compromiso de fortalecer su sector financiero para que sea la palanca que le impulse a superar sus rezagos.


Carlos Luján Aldana

Economista Mexicano y Analista político internacional. Africanista por convicción y pasatiempo. Colaborador esporádico en diversos medios de comunicación internacionales, impulsando el conocimiento sobre África en la opinión pública y difundiendo el acontecer económico, geopolítico y social del continente africano, así como de la población afromexicana y las relaciones multilaterales México-África.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *