Cultivos agrícolas en África: reflexiones finales sobre el presente y el futuro de la agricultura en el continente africano (V)

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Fotografía: Pxhere.

Esta es la quinta y última entrega de una serie de artículos en donde se analizaron los impactos más importantes que tienen cuatro de los principales cultivos agrícolas sobre las economías africanas. Finalmente, aquí se sintetizan todos los resultados que se obtuvieron y se realiza una reflexión sobre la actualidad y las perspectivas de la agricultura africana.

El aceite de palma, el maíz, el arroz y el café son sólo cuatro de los principales productos agrícolas que se cultivan en el continente africano. Cada uno de ellos, por sus características biológicas y físicas, requieren de tratamientos muy específicos para aumentar su producción, y a grandes rasgos se describieron sus principales problemas y retos, haciendo énfasis en los impactos medioambientales, la polémica generada en torno a la introducción de los Organismos Genéticamente Modificados (OGM), las necesidades de alimentos por la población africana y los términos desiguales de intercambio comercial. Ahora quisiera concluir con este tema mediante un enfoque más general y a nivel macroeconómico sobre la enorme tarea que significa fortalecer este sector tan importante para las sociedades y los Estados africanos.

Cuesta mucho trabajo creer que una actividad tan básica y elemental como la agricultura haya sido descuidada por tanto tiempo por los gobiernos africanos, muchos de los cuales carecen de una estrategia integral para impulsar su desarrollo y proveer productos básicos a su población. Evidentemente esto es absurdo, ya que ellos mismos atentan en contra de sus propios intereses, pero el móvil que ha derivado en esta situación es el modelo agroexportador y extractivo consistente en la exportación de unos cuantos minerales y materias primas con poco o nulo valor agregado, que de antemano ya están destinados a abastecer a industrias fuera de África, de los cuales, si bien obtienen divisas e ingresos, causan importantes externalidades negativas. Y para colmo, una buena parte de los ingresos obtenidos se pierde a través del despilfarro, la corrupción y la financiación de conflictos.

Todo ello ha impulsado a la perdición y la pobreza a las economías africanas, puesto que se apoya un sistema que carece de sustentabilidad y profundiza las desigualdades sociales, sustrayendo de sus medios de vida a millones de africanos: sus tierras, el agua, su entorno natural, la degradación del ambiente y sus cultivos tradicionales.

Hoy, los monocultivos impuestos dominan la estructura económica, política y social de los países africanos, en función de las necesidades e intereses de la demanda e industria mundial, y no con base en las necesidades de alimentación de la población local.

Por ello, es de suma importancia que los países africanos evalúen la permanencia de los cultivos de exportación (café, cacao y algodón, entre los más importantes) y promuevan la producción de aquellos cultivos agrícolas que sí se consumen internamente. El objetivo de alcanzar la autosuficiencia, seguridad y soberanía alimentaria debería estar por encima de cualquier otro en esta materia.

Es preciso resaltar que en ninguna región del mundo se ha desarrollado sin apoyarse en su sector agrícola, que tiene el potencial de reducir la pobreza más rápidamente que cualquier otro sector. Como muestra, basta con observar los efectos de la llamada Revolución Verde, que sirvió de base para el sorprendente crecimiento económico de China, Asia Meridional y el Sudeste Asiático.

Este fenómeno ha supuesto el despoblamiento de la población rural en favor del crecimiento de sus ciudades y Áreas Metropolitanas. Para alimentar a esos ciudadanos, se hizo necesaria una producción moderna de alimentos basada en la innovación y la tecnología, fáciles, rápidos y baratos, con sus llamativas envolturas que los conservan del exterior y capaces de someterse a complejos procesos industriales.

Su éxito en estas regiones no ha podido ser replicado en el caso de los países africanos, en donde apenas se comienzan a visualizar de manera incipiente las características de esta Revolución Verde. Pero a pesar de todos los obstáculos, problemas y retos que enfrenta la agricultura en África, ésta empieza a fortalecerse poco a poco. Algunas naciones, como Sudáfrica, Zambia, Etiopía y Ruanda han registrado aumentos en la producción agrícola en los últimos años. Incluso en aquellas economías que no pueden definirse como propiamente agrícolas, como Túnez, Argelia y Marruecos, el sector agrario tiene una gran importancia y es promovida en los distintos planes y programas de Desarrollo.

Evidentemente un país no puede producir todos los productos agrícolas por su geografía, pero cada uno de ellos tiene que implementar políticas y programas en este trascendental sector para su crecimiento y desarrollo económico, partiendo del aprendizaje histórico y de la evaluación las ventajas de implementar un modelo agrícola congruente con su entorno y sustentado con su pasado. Las acciones específicas que se tendrán que implementar, deben tener las siguientes características:

  • Aumentar el gasto y la inversión pública en el sector con el propósito de crear infraestructuras, modernizar la producción agrícola y, en la medida de lo posible, impulsar una mayor mecanización del campo a través de la incorporación de maquinaria, fertilizantes y garantizar la dotación de agua, cuidando los estándares de calidad de los productos finales.
  • Implementar políticas de subsidios, identificando productos sensibles para proteger y regular la producción agrícola, estabilizar los mercados, fomentar el desarrollo rural y apoyar a los campesinos de bajos ingresos. Solo de esta manera, las economías africanas estarán en condiciones de poder competir con sus similares de los países desarrollados.
  • Otorgamiento de créditos en condiciones favorables y diversos esquemas de ayuda dirigidos hacia los pequeños productores y campesinos, complementado con programas de investigación y formación agrónoma.
  • Impulsar la generación y desarrollo de las actividades de apoyo al campo, tales como el almacenamiento, el transporte y la distribución de alimentos hacia las zonas no productivas. Cualquier política agraria que no considere la vinculación con otros sectores económicos siempre estará incompleta, ya que la agricultura es la actividad primaria por excelencia.
  • Articular la política agraria con la política comercial, para asegurar el abasto de alimentos básicos en todos los lugares.

Para evitar que todas estas propuestas se queden como un compendio de buenas intenciones, tanto gobiernos como productores deben asumir el compromiso de repensar el papel del campo y la alimentación, haciendo lo necesario para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible N° 2 (Hambre cero) y 12 (Producción y consumo responsables). El continente en su conjunto sigue dependiendo de alimentos importados, lo cual no es bueno para la economía, el medio ambiente y el crecimiento económico. Estos desequilibrios en la balanza comercial agroalimentaria y el hecho de que muchos africanos viven en estado de hambruna, colocan a muchos Estados en la encrucijada sobre la falta de alimentos (artificial) en varias regiones, habiendo las cantidades necesarias para ello.

Para resolver esto, se requiere una estrategia integrada, en la cual se fomente la producción de alimentos que se demandan en los mercados internos, y que se regulen los cultivos agrícolas de exportación. También es importante identificar las tendencias en los mercados de alimentos, como aquellos relacionados con la nutrición y la urbanización.

No hay que perder de vista que la agricultura tan solo representa un 15% del Producto Interno Bruto (PIB) africano. Salvo en algunos países como Sudáfrica, Egipto y Marruecos, no se ha desarrollado una industria ligera que transforme los productos agrícolas y las materias primas, y por consiguiente, la generación de riqueza es prácticamente nula, en comparación con el hecho de que pudieran generarse más fuentes de empleo y la reducción de costos si se hicieran las dos funciones en el continente.


Una mujer vende sus alimentos en un mercado de Lilongüe, Malawi, lo cual contribuye a la seguridad y autosuficiencia alimentaria de la región. Fotografía: Flickr.

Pero antes de pensar en crear sus industrias, la mayoría de los países debe ocuparse en fortalecer su agricultura, que se caracteriza por la tensión evidente entre la agricultura de subsistencia, sustento de millones de africanos, y la agricultura de exportación a gran escala, que también puede verse como la convivencia caótica entre la agricultura intensiva, que se vale de la ciencia para producir, y la agricultura de subsistencia, extensiva y de irrigación. De algún modo los africanos habrán de resolver esta disyuntiva: cómo crecer la producción agrícola, y hacerlo de forma sustentable. En este marco, existen tres factores clave en los cuales deberán concentrarse los esfuerzos.

El primero de ellos tiene que ver con la cuestión de los efectos del cambio climático, que afectan particularmente a África, pese a que contribuye muy poco con la emisión de los contaminantes que lo provocan. Es inevitable enfrentarse a riesgos como sequías, inundaciones y plagas, pero África es extremadamente vulnerable a estos fenómenos adversos, que repercuten directa y negativamente en la producción agrícola, sobre todo en el cuerno de África. Frente a ello es necesario que los africanos se conviertan en sujetos activos para promover proyectos autónomos que favorezcan sistemas agrícolas resistentes a esos cambios, sin renunciar a la sustentabilidad.

Otro gran problema relacionado es que, de acuerdo con los expertos, la deforestación estimula la aparición de patógenos que podrían poner en riesgo la salud humana (para muestra, basta con observar los efectos del COVID-19).

En segundo lugar tenemos la cuestión de la propiedad y tenencia de la tierra, uno de los factores de la producción, que en el continente africano se encuentra desigualmente distribuida, en función del color de la piel. Por tanto, la implementación de reformas agrarias es una condición básica para el impulso de la agricultura, contribuir a la redistribución de la tierra, y así alterar la composición de la posición social y poder. Esta situación es especialmente visible en el sur del continente, y es una de las terribles consecuencias del Apartheid.

En Sudáfrica las sucesivas reformas al sector agrícola después de la caída del sistema racista (1994) no han podido reducir las desigualdades entre los terratenientes blancos y los campesinos negros, mientras que en Zimbabue, la reforma agraria del 2000 que despojó de las tierras a la minoría blanca resultó contraproducente, y fue tan mal planeada que el sector agrícola fue aniquilado, del cual todavía no se recupera. Por tanto, se deben considerar todos los intereses y los posibles efectos en la producción cuando se decida una expropiación o redistribución de tierras.

Finalmente, habría que hablar de la liberalización del comercio de productos agrícolas, cuestión importantísima para la seguridad alimentaria en África, cuyo enfoque ha sido promovido en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Y aquí volvemos al asunto de los subsidios que otorgan los gobiernos a los productores, que son motivo de controversias en todo el mundo, especialmente en el marco de la actual Ronda de Doha, por la poca disposición de los países desarrollados por disminuir sus esquemas de protección y aranceles.

En este punto, además de exigir mayor reciprocidad y términos de intercambio más equitativos y justos, los gobiernos africanos tienen que crear las condiciones para establecer un comercio de productos agrícolas y de alimentos justo, en el marco del Área de Libre Comercio Continental Africano (AfCFTA, por sus siglas en inglés). El crecimiento de la producción agrícola no es homogéneo en el continente africano, y en distintas partes existe un alto déficit de alimentos y altos niveles de desnutrición y pobreza, por lo cual el comercio intraafricano de alimentos debe desempeñar un rol relevante en la articulación de políticas públicas en materia agrícola y combatir la subalimentación y la desnutrición.

De concretarse, estas acciones seguramente pondrán sobre la mesa un estudio sobre la viabilidad de una política agraria común africana, al igual que los miembros de la Unión Europea. Sin embargo, en estos momentos todos los países africanos no están en condiciones de adoptar una política a nivel continental de este tipo, aunque ello no descarta la posibilidad de la formación de alianzas y acciones comunes entre países vecinos, que una vez que se consoliden podrían abarcar un espacio más amplio. Pero mientras sucede, nuevamente se hace hincapié en que cada país debe primero definir sus políticas para el desarrollo y fomento de la agricultura en los niveles nacionales, principalmente a través del fomento de cultivos agrícolas originarios.

Todo esto, sin duda, constituye un gran reto, pero apostar por las actividades agrícolas equivale a garantizar la seguridad y el bienestar de la población, por lo cual todos los países africanos deben poner manos a la obra para reconstruir y tomar el control de este sector, que es la base de la economía y de la supervivencia humana.


Carlos Luján Aldana

Economista Mexicano y Analista político internacional. Africanista por convicción y pasatiempo. Colaborador esporádico en diversos medios de comunicación internacionales, impulsando el conocimiento sobre África en la opinión pública y difundiendo el acontecer económico, geopolítico y social del continente africano, así como de la población afromexicana y las relaciones multilaterales México-África.

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