Vivir en un campo de refugiados en África

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Niños en un campo de refugiados en Kiziba, Uganda. Fotografía: Wikimedia Commons.

Este es un relato que describe la realidad de millones de personas en el continente africano, quienes en condición de refugiados, buscan su supervivencia. Para ello nos apoyamos en algunos testimonios publicados en otros medios, con el propósito de reflexionar y hacer conciencia sobre las condiciones, necesidades y obstáculos a los que estas personas se enfrentan diariamente para salir adelante ante las adversidades que el destino les puso en su camino.

¿Podrías imaginar cómo sería tu vida si, de un día para otro, y derivado de un evento o suceso catastrófico, pierdes todos tus bienes, tu patrimonio, tu libertad, y te ves obligado a huir de tu lugar de residencia para salvar tu vida?. Si llegases a estar en esta desafortunada situación, entonces te conviertes en un refugiado, un estatus que es más común de lo que podríamos pensar.

Según la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en todo el mundo viven aproximadamente 79.5 millones de personas desplazadas y refugiadas, lo que equivale aproximadamente al 1% de la población mundial. De ellas, el 26% son africanos. Este fenómeno se produce especialmente en los países en desarrollo, de bajos ingresos y que experimentan una dinámica conflictiva, pero independientemente de ello, cualquier individuo puede llegar a ser un refugiado.

La principal causa por la cual una persona se convierte en refugiada son los conflictos armados, pero no es la única. Los desastres naturales, fenómenos climatológicos adversos, disputas económicas, familiares y la defensa de determinadas preferencias políticas, sexuales o ideológicas, también forman parte de la lista de causales.

Técnicamente, la condición de refugiado hace referencia a una situación de peligro inminente de muerte para una persona, que es obligada a huir de su lugar de residencia, no habiendo otra elección, a diferencia de los migrantes, quienes se trasladan para alcanzar un determinado propósito, sin que su vida dependa de ello. Dicho en otras palabras, un migrante abandona su lugar de origen para salir de la pobreza y mejorar su situación económica, mientras que un refugiado abandona su hogar para salvar su vida. Y en muchos casos una persona puede ser, al mismo tiempo, un migrante y un refugiado.

En términos jurídicos la diferencia entre ambos conceptos es muy importante, ya que las leyes migratorias se rigen en función de las legislaciones nacionales, y en cambio, los derechos de los refugiados están definidos conforme a derecho internacional, y los países de asilo deben aplicar normas para su protección en coordinación con la ACNUR para definir y enfrentar las distintas responsabilidades.

Tristemente, nunca antes el mundo había tenido tantos refugiados como ahora. La prolongación de algunos conflictos en África y el Medio Oriente, aunado a las personas que huyeron de la Guerra Civil en Siria a partir de 2015, generaron grandes oleadas de personas desplazadas que buscaban un sitio seguro donde pudieran reconstruir sus vidas y comenzar de nuevo. En el caso particular del continente africano, la crisis de refugiados es muy grave ante la falta de apoyos, al grado que, según el Consejo Noruego para los Refugiados (NRC), nueve de las diez crisis de desplazamiento forzado de personas más olvidadas se encuentran en África. Solamente Venezuela es el único país no africano que enfrenta una situación de este tipo.

Más allá de los motivos por los que el sufrimiento de las personas refugiadas en África pasa desapercibido, es de vital importancia señalar que, ante la alta demanda de espacios para sobrevivir mientras mejoran las condiciones de vida en sus lugares de origen, se han venido construyendo lo que conocemos como campos de refugiados, asentamientos temporales que albergan y cobijan a los refugiados para mantenerse a salvo.

En un principio todos estos sitios fueron construidos de manera improvisada, pero con el paso del tiempo algunos de ellos han crecido tanto, que pueden compararse en cuanto a tamaño y población con ciudades pequeñas. No son, ni de lejos, el mejor lugar para vivir, pero al menos las personas que los habitan pueden tener mayor tranquilidad que fuera de él.

Si bien son pensados para ser soluciones temporales, en muchas ocasiones su estancia es de tanto tiempo que varias generaciones nacen y crecen allí, abriendo retos y desafíos para gestionar, administrar y mantener dichos campos. Un estudio de la ACNUR reveló que la estancia promedio de una persona en un campo de refugiados es de 17 años antes de que puedan retornar a su patria u obtener un permiso permanente para residir en otro sitio.

MAPA. Principales campos de refugiados en el continente africano. Todos se encuentran cerca de las fronteras con países en conflicto. Elaboración propia.

Cada refugiado tiene su propia historia de éxodo, sufrimiento, agonía y esperanza, pero todas ellas pueden ajustarse en un mismo patrón. Todo comienza cuando las personas son obligadas a abandonar sus hogares, generalmente por cuestiones políticas, donde están en juego muchos intereses y cargos de poder. La población civil es ajena a esos conflictos e intereses, y sin embargo, son los que más sufren las consecuencias.

Es difícil entender las sensaciones de las personas refugiadas en el momento en que deciden emprender la huida y abandonar sus sueños y proyectos. Y esto es solo el inicio. Esta fue la experiencia de Zulekha Ifmail, una profesora somalí:

Huí de la guerra de Somalia con 40 años, con mis cinco hijos y dos hijas. Trabajaba en un colegio como profesora de inglés y estaba casada con un hombre que pertenecía a un grupo de las milicias […] La gente moría cada noche. Mi marido se iba de casa 40 o 50 días, sin saber nada de él […] Dos días antes de decidir dejar Somalia, cuatro soldados entraron en nuestra casa […] Nos hicieron cosas que no puedo contar […] No entraba mucha comida, porque toda venía de fuera. Podíamos estar un mes entero sin ver azúcar o arroz. Si dábamos dinero a los camiones que traían la comida, nos podían llevar a la frontera que quisiéramos. Me subí a uno de sus camiones con mis hijos y me marché a Kenia. Dejé a mi marido herido, con la pérdida de un ojo. Vivimos seis meses en un campo de refugiados. Allí la vida era casi peor.

Referencia: Público.

Después de un largo camino, y de sortear los peligros a los que se exponen, para poder ingresar a un campo de refugiados tienen que acreditar su identidad. En este punto vale la pena sacar a colación una frase del gran poeta y escritor Mario Benedetti, quien decía que vivir, después de todo, no es tan fundamental; lo importante es que alguien debidamente autorizado certifique que uno probadamente existe.

No es una situación fácil, ni para los refugiados ni para los gestores de los campos de refugiados, quienes deben evitar que terroristas y gente con malas intenciones se infiltren entre los refugiados y causen una tragedia. El detalle está en que “los malos” también son víctimas.

A consecuencia de esos peligros y obstáculos, con frecuencia los procedimientos internacionales y leyes de asilo pueden prolongarse durante mucho tiempo. Y una vez que los refugiados pasan los filtros de ingreso, es cuando se comienzan a otorgar los productos y servicios básicos. Las organizaciones encargadas de administrar los campos de refugiados han tenido que negociar con las autoridades del país receptor, cuyos gobiernos suelen ofrecer terrenos en pésimas condiciones, aunque no hay muchas opciones.

En el caso de África, no todos los países son ejemplo en cuanto a las facilidades otorgadas a las personas refugiadas, y el panorama continental es bastante complejo, dado que varias naciones son, al mismo tiempo, territorios de origen y de asilo de refugiados y desplazados, tal como se muestra en el siguiente cuadro.

Elaborado con datos del Banco Mundial.

En este aspecto Uganda se ha convertido en un referente en cuanto a su política de acogida de personas refugiadas. Tommy Trenchard, un refugiado de Sudán del Sur que cruzó la frontera hacia la vecina Uganda, se expresa de esta manera:

Durante las primeras etapas de la crisis, las condiciones de vida eran pésimas, pero la vida de los refugiados que viven aquí ha ido mejorando lentamente […] A cada familia se le concede una pequeña parcela de tierra para cultivar y es libre de hacer negocios en el país. Los días están llenos de tareas domésticas, cocinar, agricultura, juegos y esperas eternas.

Referencia: BBC.

Aunque no todos pueden elegir lugar de asilo, la decisión es muy importante para aquellos que sí tienen opción. Y a pesar del empobrecimiento y crisis como la de Malí o el lago Chad, África Occidental es el destino de demandantes de asilo de otros países. Según datos de la ACNUR 290 mil personas tienen el estatus de refugiado en esta región, donde incluso hay personas de países como Turquía y Siria.

Lamentablemente en África la situación general de los campos de refugiados africanos es sumamente precaria y crítica. Los asentamientos familiares consisten en carpas o pequeñas habitaciones pegadas unas con otras construidas con los materiales disponibles: un poco de madera, barro, lona y paja. Familias enteras comparten muchas veces una misma tienda. Hay quienes dicen que vivir ahí es como si estuvieras viviendo en una “prisión abierta”. Quizás haya algo de razón, pero hay pocas posibilidades fuera del campo. Mientras, los niños y adolescentes continúan sus estudios en planteles administrados por fundaciones internacionales y organizaciones no gubernamentales (ONG´s).

Kilos y kilos de comida son distribuidos cada día, pero no siempre las raciones son suficientes para todos. Son comunes los relatos de violencia, agotamiento, desarraigo y disputas familiares. En suma, la continuación de la pobreza. Debido a la sobrepoblación, las condiciones son antihigiénicas, y los desafíos más comunes están relacionados con el combate a las enfermedades, la gestión de los residuos sólidos, el abasto de alimentos y la enseñanza escolar. Moulid Iftin Hujale, un somalí que ha pasado 14 de sus 24 años en el campo de refugiados de Dadaab, relata su estancia de la siguiente manera:

La vida aquí es relativamente ajetreada. Siempre hay algo que hacer […] Honestamente me he adaptado a vivir en estos campos porque no hay otra opción. Yo lo veo como una ciudad […] Hay muchos buenos lugares que puedes visitar y donde me reúno con mis amigos, tomamos té y discutimos las noticias del día […] Muchos de mis amigos están casados y con niños.

Referencia: The new humanitarian.

En este relato podemos constatar que la vida cotidiana en este lugar pudiera parecer “normal”, pero en realidad están viviendo una situación atípica. En muchos casos los niños y las personas jóvenes que crecen en un campo de refugiados no dimensionan el peso que tienen en el curso de sus vidas los conflictos y los problemas ajenos a ello. Sin duda, dar voz a las víctimas puede influir en la opinión que se tiene de ellos y darles más visibilidad, lo que se puede traducir en una mejora en su calidad de vida. Así lo describe la periodista Ebbaba Hameida:

Nacer en un campo de refugiados saharauis ha marcado mi vida, pero no lo suficiente como para poder comprender todas las dimensiones de este conflicto, un conflicto que ha decidido muchas cosas por mí y por mi familia. A todos mis porqués la respuesta siempre ha sido la misma: eres saharaui […] un pueblo que lleva 45 años viviendo en un territorio prestado. Gente que sobrevive gracias a la ayuda humanitaria. En verano, la temperatura en los campos de refugiados de Tinduf (extremo suroeste de Argelia) supera los 50 grados: la gente vive en jaimas, en casas de adobe y zinc y sin agua potable. Tengo grabadas en la mente las noches de silencio en el desierto, tumbada al lado de mi abuela, escuchando sus relatos.

Referencia: Revista 5W.

Para la Comunidad Internacional esas personas poco importan, principalmente por la falta de voluntad política, la poca atención de los medios de comunicación y la falta de apoyos económicos. Y estos son justamente los mayores desafíos relacionados con la situación de las personas refugiadas. En este importante aspecto el discurso dominante tiende a normalizar una situación que en realidad es sumamente trágica, en la cual ninguna persona debería estar, en el sentido de que constituye una violación flagrante a sus derechos y libertades fundamentales.

De alguna forma hay que transformar la narrativa imperante para superar la crisis de refugiados que el mundo enfrenta, que pasan por procesos de paz, reconciliación nacional, reparación del daño y procedimientos de retorno o reubicación de refugiados hacia sitios más dignos. Mientras tanto, miles de personas continúan esperando a que su suerte cambie. Y por increíble que nos parezca, son las afortunadas.


Carlos Luján Aldana

Economista Mexicano y Analista político internacional. Africanista por convicción y pasatiempo. Colaborador esporádico en diversos medios de comunicación internacionales, impulsando el conocimiento sobre África en la opinión pública y difundiendo el acontecer económico, geopolítico y social del continente africano, así como de la población afromexicana y las relaciones multilaterales México-África.

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