África es un continente donde las y los jóvenes representan una parte significativa de su población, pese a lo cual se trata de un sector que ha sido descuidado, olvidado y, en ocasiones, menospreciado por los distintos gobiernos africanos. A continuación se presenta un diagnóstico express sobre las principales problemáticas a las que enfrentan de manera general.
La juventud es una etapa formativa fundamental para el desarrollo integral del ser humano, que está sujeta a grandes e importantes transformaciones fisiológicas e intelectuales, en la medida de que en estas edades se definen la vocación, intereses y gustos definitivos de los individuos. Se trata de un sector poblacional que revitaliza constantemente la constitución de una sociedad, pero que requiere de una adecuada atención, comprensión y orientación, y que por lo mismo, es vulnerable a los peligros externos por su inmadurez e inexperiencia.
Un país compuesto por una gran población juvenil (definidas como aquellas personas de entre 15 y 29 años) presenta grandes perspectivas de desarrollo, pero también enfrenta el enorme reto de asegurarles a todos un acceso igualitario a oportunidades y el goce de sus derechos fundamentales, para que las expectativas se traduzcan en realidad cuando los chicos alcancen su máximo potencial.
Actualmente todos los países africanos, sin excepción, se encuentran ante esta situación. En el 2015, el 20% de la población total de África eran jóvenes, porcentaje que Naciones Unidas pronostica que se situará en un 42% para 2030. Sin embargo, y pese a la adopción de la Carta Africana de la Juventud el 2 de julio de 2006 en Banjul, Gambia, y la puesta en marcha de un Plan de Acción para el Empoderamiento Juvenil 2019-2023 por parte la Unión Africana, en los cuales se busca impulsar su desarrollo, en la práctica la juventud africana se encuentra desprotegida y falta de apoyos por sus gobiernos.
Por ello, se requiere que estos últimos se comprometan a impulsar el bienestar de este sector poblacional tan importante, incorporando la perspectiva de juventud de manera transversal con el resto de sus programas y políticas públicas, es decir, mediante una intervención focalizada en esta población prioritaria, pero que al mismo tiempo sea coherente con las estrategias y objetivos nacionales a través de una coordinación entre las instituciones públicas.
No obstante, es un grave error y un abuso del lenguaje determinar a la juventud como concepto universal, sin considerar las diferentes realidades. Por lo tanto, conceptualizar a “las juventudes” no es una tarea sencilla, pero sí necesaria para comprender los fenómenos actuales, bajo el entendido de que los procesos de transición hacia la edad adulta no se experimentan igual en todos lados, ni se enfrentan a los mismos desafíos, escenarios, o siendo mujer que siendo hombre.
La juventud africana necesita soluciones concretas y específicas para atacar sus problemas, por lo que cada país tiene la tarea de definir las líneas de acción que mejor se ajusten a su contexto nacional. Aún considerando las necesidades específicas, he identificado cuatro grandes temas sobre los cuales los Estados africanos deberán enfocarse para implementar las políticas y programas sociales que sus jóvenes necesitan para convertirse en los agentes del cambio y la transformación que sus naciones tanto necesitan.
Empleo.
Los países africanos registran altas tasas de natalidad, con lo cual aumenta paulatinamente la cantidad de jóvenes que se suman a la fuerza de trabajo, creando una fuerte presión y competencia por los puestos de trabajo. En un artículo previo ya remarcaba las principales características generales del fenómeno del desempleo y la precariedad laboral, pero al ser este un asunto que afecta particularmente a la población joven, una gran parte de las soluciones en la materia tendrán que estar enfocadas en las demandas y necesidades de este sector. Actualmente entre el 60 y el 80% de los desempleados totales de África son jóvenes, y aproximadamente una tercera parte de ellos se emplea en la informalidad o en la subcontratación.
Son muchísimas las acciones que se necesitan llevar a cabo para atacar estos problemas, lo cual requiere del trabajo coordinado entre los gobiernos, el sector privado, las organizaciones de la sociedad civil y los organismos internacionales. Los tipos de apoyo en los cuales pueden apoyarse son variados, como capacitaciones, becas, incentivos y estancias laborales, pero la obsesión por encontrar y crear oportunidades para que los jóvenes se mantengan ocupados y hagan dinero, crea una falsa ambición y una frustración innecesaria.
Las estrategias deben plantearse de forma integral y sostenible, de forma que los jóvenes se mantengan motivados y ayudarles a encontrar su vocación, con un sentido de pertenencia hacia sus comunidades originarias y coadyuvar a su desarrollo. Paradójicamente, la misma explosión demográfica representa en sí misma enormes oportunidades de negocio y la creación nuevos mercados, y con apoyo, talento, creatividad e innovación, se abrirán nuevas fuentes de empleo sin mayor problema.
La agricultura, el turismo y el medio ambiente aparecen como los sectores clave en donde los jóvenes pueden emplearse, que son justo los que mayor impacto tienen sobre su entorno inmediato. Se hace mucho hincapié en el desarrollo local porque en este ámbito es donde las y los jóvenes tienen mayor capacidad de transformar su entorno por los profundos lazos de pertenencia hacia sus comunidades. Es triste observar que muchas de éstas son abandonadas por la falta de oportunidades. Y este asunto nos lleva a uno de los sectores juveniles más discriminados y olvidados: los migrantes y los refugiados. En África se cuentan por millones, y ellos exhiben la imperiosa necesidad de tomar cartas en el asunto a partir de ahora.
Participación política.
África presenta el contraste de que la edad promedio de los presidentes africanos es de 66 años, cuando la misma medida para la población es de tan solo 20. Por este hecho, la juventud africana no se siente representada por sus gobiernos, que se muestran insensibles ante sus problemas y necesidades. En respuesta, la nueva generación de africanos ha buscado y encontrado nuevas formas de hacer escuchar su voz y exigir sus demandas, principalmente a través de las redes sociales y en la formación de colectivos juveniles, donde son partícipes en la vida pública de sus naciones.
Es sorprendente su capacidad de organización, movilización y de protesta, cuyas aspiraciones van dirigidas especialmente a transformar las condiciones políticas, sociales y económicas de la población africana. Su fuerza se ha visto reflejada en los movimientos sociales que han desembocado en importantes cambios dentro de algunos países africanos en los últimos diez años. Sin retroceder mucho en el tiempo, encontramos que las movilizaciones encabezadas por la juventud fueron determinantes en la caída de los presidentes de Argelia y Sudán, y en ambos casos, los presidentes depuestos ya llevaban bastante tiempo en el poder político.
Por tal motivo, muchos gobiernos ven a la juventud como un sector pervertido y revoltoso al cual habría que poner en cintura, y en muchas partes se ven reprimidos y amedrentados por los aparatos policiales y militares del Estado para imponer el orden. Esto muestra la incomprensión hacia la población joven y la resistencia al cambio de las élites gobernantes africanas envejecidas. Tras el contacto de los jóvenes africanos con nuevas ideas del exterior, muestran una ruptura con el sistema tradicional de valores, pero de igual forma, se ha visto un reforzamiento de las ideas de corte panafricanista.
Esta tendencia sin precedentes genera temor y esperanza al mismo tiempo. Sin embargo, todos saldrían ganando si se genera un ambiente propicio para el fortalecimiento de la participación política de la juventud, siempre y cuando los gobiernos tengan la disposición a que esto ocurra. Abrir espacios, foros, debates, nuevos canales de comunicación y otras formas de participación son las claves para que los jóvenes se conviertan en defensores y promotores de la transformación política que África tanto necesita. Los jóvenes constituyen la base sobre la que los Estados africanos deberían fortalecer el desarrollo. Su dinamismo, voluntad, compromiso y energía representan un triunfo de las democracias africanas al tiempo que son un motor para el cambio.
Educación.
Este es un aspecto crítico para la formación integral de cualquier persona, y no lo es menos para la juventud. África ha visto importantes avances en cuanto el acceso universal a la educación básica, pero continúa presentando serias deficiencias en cuanto a la calidad de la misma, la asistencia regular a clases, la conformación adecuada de los planes de estudio, infraestructura deficiente e insuficiente capacitación a los maestros. En las evaluaciones educativas que se han llevado a cabo se refleja el pobre desempeño de los estudiantes africanos, donde la mayoría de ellos no es capaz de resolver un problema aritmético ni comprender el sentido de un párrafo.
Si durante la niñez los africanos no desarrollan las habilidades y conocimientos básicos, difícilmente los adquieren en la adolescencia y la juventud, lo cual también aplica a cualquier otro aspecto. Bajo estas condiciones, la juventud africana está condenada a la marginación. Es preocupante ver que en países como Liberia, Malawi y Togo, la proporción de jóvenes que no habían ingresado a la fuerza de trabajo o a la escuela supera el 70%.
Por ello, la política educativa actual de las naciones africanas debe redoblar esfuerzos en estas etapas de vida. Es importante centrarse en la educación secundaria, en el sentido en que es el punto de transición entre la formación educativa y el mercado de trabajo, o bien, el acceso al nivel medio superior y universitario, pero es justamente en este nivel cuando se produce mayor abandono escolar.
Se ha demostrado que, en el caso particular de África, el modelo educativo rígido imperante no es óptimo, por lo que se requiere transitar a un modelo mucho más flexible, considerando que en muchas ocasiones el contexto familiar y económico no es el adecuado, enfocado en la consolidación de las competencias básicas, el manejo de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC’s) y la creación de la infraestructura y mobiliario necesario (laboratorios, bibliotecas, equipo de cómputo, etc.)
Son incontables los requerimientos de este sector, por lo que los Estados africanos no deben escatimar recursos para el desarrollo de sus sectores educativos. Pero no solo se trata de destinar recursos, sino en invertirlo sabiamente. De igual forma es importante fortalecer las universidades, que en África no han terminado de dar el siguiente paso hacia la formación académica de más y mejores egresados. África necesita formar científicos e investigadores propios, que den respuesta a sus problemas y desafíos actuales, y no debe quedarse atrás en la generación de conocimiento, investigación y ciencia.
Salud.
Las carencias en cuanto al acceso los servicios de salud en África es un problema que afecta a todos los grupos de edad. En el caso específico del sector juvenil que nos ocupa, básicamente las necesidades no difieren mucho de las del resto de las edades, pero más allá de las carencias derivadas de la penosa situación en la que se encuentran los servicios de salud en todo el continente, se debe hacer mucho hincapié dentro de los siguientes segmentos:
- Adicciones.
- Salud sexual y reproductiva.
- Salud mental.
Pese a su relevancia, en muchas etnias y tribus del continente éstos son temas tabú, lo que estimula la permanencia de malas prácticas que afectan directamente la salud de la juventud africana. Es impresionante la cantidad de jóvenes del continente que padecen diversos trastornos relacionados con las enfermedades de transmisión sexual, embarazo adolescente, tabaquismo, alcoholismo, drogadicción y altos niveles de estrés y depresión.
Una reciente investigación apunta a que África contará con el mayor número de consumidores de drogas en el 2050, debido a la combinación de varios factores, como la rápida urbanización, las continuas decepciones y la persistencia de altos niveles de pobreza y desigualdad. África Occidental ya guarda el mayor número de consumidores de estupefacientes, con seis millones. Otras regiones que podrían ser afectadas son África Oriental y el Magreb, debido al tráfico de heroína y hachís, respectivamente.
Otra amenaza seria a la que se enfrenta África es la epidemia del VIH, cuya lucha representa una proeza. En Kenia, Tanzania, Sudáfrica, Nigeria y Mozambique, la mitad de los jóvenes de entre 15 y 19 años son portadores de este virus. Por cifras tan espeluznantes como ésta, el SIDA es el mayor desafío de salud al que se enfrenta África actualmente, por encima incluso del COVID-19.
Por otro lado, el matrimonio adolescente sigue siendo común en muchos países. En Chad, por ejemplo, el porcentaje de menores casadas es del 45%. Este hecho, además de ser una violación a sus derechos, interrumpe el desarrollo de las niñas y adolescentes, ya que por su edad no se encuentran mentalmente preparadas para formar una familia, cuando realmente deberían estar estudiando en las aulas.
Por ello, diversos gobiernos africanos, en coordinación con diversos organismos internacionales y de la sociedad civil, lanzan ambiciosas campañas masivas de salud para promover el uso de métodos anticonceptivos, charlas sobre planificación familiar e información relacionada con nutrición, adicciones y salud sexual. Los resultados han sido diversos, por lo que deberán acelerar los esfuerzos en esta labor. Solo así la juventud africana adquirirá mayor conciencia sobre todos los peligros presentes, y con estos elementos, decidir libremente sobre su cuerpo y su vida.
Para alcanzar ello también se necesita lograr un cambio de mentalidad y de paradigma entre la población en general, así como replantear diversas prácticas tradicionales y religiosas que afectan la integridad de los menores, sobre todo en las mujeres. Se debe priorizar, ante todo, la promoción y protección de la salud de las y los jóvenes, que garantizará mayores niveles de bienestar, productividad y progreso.