Guinea Conakry y la importancia de un nuevo modelo de desarrollo alternativo para los pueblos africanos

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Estación de ferrocarril abandonada en Conakry, capital de Guinea. Fotografía: Wikimedia Commons.

Guinea es un país africano que posee una gran riqueza natural. No obstante, desde su independencia no ha podido despegar económicamente, a pesar de tener todos los elementos necesarios para lograr ello, y de implementar estrategias de corte socialista y capitalista en distintos momentos de su historia. Por tales motivos, se indaga en las causas de su estancamiento económico, que ejemplifica la enorme importancia de que los países africanos implementen una nueva estrategia de desarrollo con base en sus características particulares.

La literatura económica especializada en África está repleta de artículos, obras e investigaciones que buscan explicar y comprender el desastre económico en el que se encuentran sumidas muchas naciones de ese continente. En todos ellos, más o menos se profundiza en su triste situación, en donde la pobreza, la corrupción, la violencia interna, los conflictos armados y los efectos perversos del colonialismo europeo salen a relucir como las principales causas.

Sin embargo, en este tipo de trabajos muy pocas veces se consideran las especificidades regionales y nacionales en la construcción de los marcos conceptuales y metodológicos que intentan comprender las realidades económicas. Como resultado, tenemos una gran cantidad de explicaciones superficiales, incompletas y llenas de prejuicios sobre la prolongación de la precariedad económica que mantiene a las naciones africanas en los niveles de desarrollo humano y económico más bajos del mundo.

Para revertir esta tendencia es necesario realizar rigurosos estudios sistemáticos que incorporen los múltiples fenómenos, agentes y factores económicos, así como un profundo análisis del entorno socioeconómico de los países y las regiones. Comúnmente las teorías y los modelos económicos tienden a generalizar y a dar por hechos muchos supuestos que al final, en la práctica, no se cumplen. En consecuencia, la situación económica de los países africanos ha sido mal comprendida, y de la misma manera, los sistemas económicos importados de otras partes del mundo han fracasado al implantarse en África.

En este sentido, la experiencia de la República de Guinea (también conocida como Guinea Conakry, para distinguirla de sus homónimas Guinea Bissau y Guinea Ecuatorial) refleja con claridad la validez de esta premisa. Nos concentramos en este país africano porque, como veremos más adelante, resulta un magnífico ejemplo que nos ilustra muy bien sobre la dualidad riqueza-pobreza que existe en muchas partes de África, y su experiencia nos dará muchas pautas y lecciones para la construcción de una nueva estrategia de desarrollo alternativa más adecuada a las características y la cultura de los pueblos africanos, aunque conscientes de que cada Estado tendrá que definir sus propias estrategias en función de la realidad nacional por la que atraviesan.

El estancamiento económico de Guinea a lo largo de su historia independiente.

Guinea es un país que, aunque pequeño, alberga los recursos naturales, población y condiciones geográficas ideales para desarrollar su economía. Más sin en cambio, sigue estando clasificado como un país pobre y de bajos ingresos. En estricto sentido geográfico, Guinea es una subregión del Occidente de África, que abarca desde Liberia hasta Gabón, justo a lo largo de la costa del golfo que también lleva el nombre de Guinea, término genérico utilizado por los portugueses para referirse a los pueblos africanos que vivían al sur del río Senegal, cuyo origen etimológico es presumiblemente bereber.

Toda esta zona se convirtió en un punto clave en el comercio de esclavos a partir del siglo XVI. Posteriormente los europeos se repartieron los territorios, y la actual Guinea fue creada como colonia por Francia en 1890, misma que fue incorporada al África Occidental Francesa. Al igual que toda la región, el impacto que tuvo en Guinea el dominio sustantivo de Francia fue muy importante, sobre todo entre las clases dirigentes, muy influidas por las formas y modos afrancesados.

Sin embargo, después de la segunda guerra mundial, el proceso descolonizador africano era inevitable. En 1958 Guinea fue la única colonia francesa que no aceptó la propuesta de Charles de Gaulle de realizar un plebiscito para la creación de una Comunidad Africana Francesa, y exigió la independencia total, bajo el liderazgo de Sékou Touré, un reconocido sindicalista y Secretario General del Partido Democrático de Guinea (PDG).

Ahmed Sékou Touré durante una visita a Washington D.C. en 1982. Fotografía: Nara.

La libertad les fue concedida ese mismo año, pero tras esta ruptura, y en venganza por su rebeldía, París retira sus capitales de Guinea, así como a todos los funcionarios, ingenieros y ejecutivos franceses que se encontraban en el país, sumergiendo intencionalmente a su ex colonia en el caos económico. Pese a ello, esta situación determinó en buena medida el futuro del resto del África francesa, cuya independencia sin duda se hubiera retrasado de no ser por el inicial ejemplo guineano.

De esta forma, Guinea pagó un precio muy caro por su independencia. Tras este punto de partida en contra, no logró recomponer el rumbo en los años siguientes. Desde su independencia, y hasta 1984, Guinea operó bajo una economía planificada, marcada por la centralización del Estado en todas actividades económicas.

Se crearon aproximadamente 180 empresas paraestatales de todo tipo, y en noviembre de 1964 se llegó al extremo de eliminar los negocios privados. Los comerciantes y empresarios independientes eran acusados, sin pruebas contundentes, de estar en contra de la revolución, y fueron rápidamente remplazados por una enorme cúpula creada desde el Estado. En el ambiente se percibían aires de desconfianza, alimentados por los constantes rumores de complots y conspiraciones para destruir al régimen de Touré, aunque no todos eran ciertos.

Durante este periodo de estatización se aceleró el proceso de la formación bruta de capital interno y se emprendieron esfuerzos hacia la industrialización del país, pero los límites de la transformación y producción interna fueron rápidamente rebasados, cuya capacidad no podía aumentarse a causa del boicot al país patrocinado por Francia.

Se fomentaron las cooperativas agrícolas y se ampliaron las obras públicas, pero detrás de los planes de desarrollo no había una estrategia coherente, y no había guineanos cualificados para la gestión de las políticas económicas que se establecieron. El resultado fue la creación de numerosas corporaciones mal dirigidas y sumidas en el endeudamiento y la corrupción, por lo cual muchos proyectos productivos quedaron paralizados.

Los malos manejos y decisiones en esta materia profundizaron la pobreza y el país se posicionó entre los menos desarrollados del continente y los más dependientes de las ayudas externas. Al final, la economía del país terminó siendo de carácter extractivo, con el sector minero como la principal fuente de ingresos, escenario no muy distinto al del resto de sus vecinos.

Desde un inicio Guinea se vio obligada a buscar apoyo fuera de su ámbito histórico. Tras una Federación fracasada con Ghana y Malí, el presidente Touré estrechó alianzas estratégicas con los miembros del bloque socialista, sobre todo con la Unión Soviética y China. Estas medidas no fueron suficientes para revertir la situación crítica en la que se encontraba el país, por lo cual, durante sus últimos años en el gobierno, Touré implementó ciertas reformas hacia una mayor apertura externa, pero su muerte, acaecida en 1984, aceleró la transición.

Tan sólo un año más tarde la economía guineana da un giro radical, rompe el relativo aislamiento al que estuvo sometida y se adhiere a un programa de ajuste estructural auspiciado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial. De esta manera abandona la planificación económica de corte socialista y pasa a ser una economía de mercado desde entonces.

En retrospectiva, el cambio de fórmula tampoco dio resultado, y los problemas del desarrollo económico no han podido resolverse. El modelo de libre mercado se ha mostrado incompatible e inadaptable al contexto guineano y sus estructuras productivas. Las inversiones y el crecimiento económico se han concentrado en los sectores económicos que le son más útiles al capital internacional, sobre todo en la minería, teniendo poco impacto en el resto de las actividades económicas y en las comunidades locales.

Más de la mitad de la población depende de la agricultura para subsistir y obtener ingresos. También ha experimentado un fuerte endeudamiento, dependencia tecnológica y financiera, así como explotación abusiva de sus recursos naturales y mano de obra.

Si bien las tasas de crecimiento económico han sido mayormente positivas, lo ha conseguido a expensas de la volatilidad de los precios internacionales de los minerales y la demanda de los países consumidores en los mercados mundiales, sin protegerse previamente. Es por ello que catalogamos su desempeño económico y social como un desastre, al presentar estas penosas cifras:

  • Más de la mitad de la población vive por debajo de la línea de pobreza, sobre todo entre la población rural.
  • Uno de cada cinco guineanos sufre pobreza extrema.
  • 17.5% de la población padece inseguridad alimentaria.
  • 25.4% de la población padece desnutrición crónica, entre los que se cuentan 230 mil niños.

A su vez, todos los indicadores macroeconómicos están por debajo de los estándares aceptables: inflación por encima del 10% anual, deterioro en los términos de intercambio comercial y altos niveles de corrupción. Se observa una gran disparidad en el acceso a los servicios básicos entre las zonas rurales y urbanas.

Para colmo , el brote de ébola en 2014 afectó directa o indirectamente a aproximadamente a un millón de guineanos, dejando a su paso serias restricciones a las actividades económicas y comerciales, de las cuales no se ha podido recuperar completamente.

Una transformación económica es posible. Guinea posee importantes reservas de bauxita, oro, hierro y uranio. También es capaz de producir una gran variedad de productos agrícolas en cantidades suficientes para satisfacer la demanda del mercado interno y los mercados regiones e internacionales, incluyendo arroz, café, aceite de palma, nuez, frutas y vegetables, gracias a sus vastos recursos hídricos, que también lo colocan con un importante potencial hidroeléctrico.

Con todos estos recursos, fácilmente se pueden crear oportunidades para el desarrollo de muchos sectores económicos. Sin embargo, éstos no han sido aprovechados en beneficio del desarrollo económico y social del país, que continúa obteniendo gran parte de sus ingresos de la minería. El gobierno está centrado en el desarrollo de proyectos extractivos gigantescos para explotar sus reservas de minerales, apoyado por cuantiosas inversiones extranjeras. Pero si bien la tierra es generosa con Guinea, el resto de los factores de la producción se encuentran bastante retraídos.

Mina de bauxita en territorio guineano. De esta materia prima el país obtiene aproximadamente el 80% de sus ingresos por concepto de exportaciones.

La fuerza de trabajo guineana no está lo suficientemente cualificada ni capacitada, mientras que es muy dependiente del financiamiento externo, ya sea en forma de deuda, ayudas al desarrollo o remesas. Además, la extracción de sus recursos naturales y los proyectos de infraestructura están dirigidas por los extranjeros, como el de la reserva de hierro del monte simandou, explotados por el consorcio SMB-Winning, conformado por chinos y singapurenses.

Con todo, en el caso particular de Guinea, podría sorprender el hecho de que se encuentre en esta desafortunada situación económica si tomamos en cuenta que, dadas sus reservas minerales, junto con su potencial energético y agrícola, lo convierten en uno de los países africanos más ricos en cuanto a la posesión de recursos naturales.

Hacia una nueva estrategia de desarrollo económico.

Tras revisar la historia económica reciente de Guinea, queda claro que los fallos se encuentran en el funcionamiento de la economía, la implementación de políticas públicas inadecuadas y una mala gestión política y administrativa. El problema de raíz se remonta a la época de la trata esclavista, donde la zona del golfo de Guinea fue una de las más afectadas por la disminución de la población.

Posteriormente, la colonización impuso una lógica económica que beneficiaba a los intereses de los europeos, pero alteró el desarrollo de las estructuras productivas internas, mismas que no pudieron ser absorbidas completamente, dando como resultado una economía deforme, integrada por elementos locales y extranjeros, pero sin pies ni cabeza.

El Estado guineano postcolonial no ha sido capaz de replantear el desarrollo del país, limitándose a trasplantar sistemas económicos sin considerar las características específicas de sus pueblos y etnias, por lo cual el primer paso para construir una estrategia de desarrollo alternativa sería una reestructuración de fondo del Estado y sus instituciones, inspirada en su cultura, tradiciones y valores ancestrales, con una importante participación popular, y donde la democracia y el desarrollo sustentable se conviertan en sus principales ejes.

Resaltamos también la importancia de que el país realice una verdadera transformación política, así como invertir en el desarrollo humano, es decir, en salud, educación, vivienda, empleo y en todo aquello que fortalezca las capacidades y habilidades de la población guineana. Al mismo tiempo, Guinea tiene que ampliar los esfuerzos para diversificar sus fuentes de ingresos, dadas las dificultades para recaudar impuestos y donde la mitad de la población económicamente activa se emplea en la economía informal. 

Con esta base, lo siguiente es impulsar el desarrollo de los factores de la producción y el mercado interno mediante un sistema de economía mixta, que, complementada con los esfuerzos hacia la integración económica africana, se crearán las bases sólidas y duraderas para el crecimiento y desarrollo económico a través de un enfoque flexible que incorpore la diversidad social y cultural de los pueblos africanos en pro de estos objetivos.

Guinea, al igual que muchas economías africanas, sigue estando dependientes de la financiación externa, por lo cual también es muy importante el crecimiento de los sistemas bancarios y financieros para canalizar el dinero a donde se requiere. En este punto vale la pena cuestionarnos si un país africano como Guinea puede construir un modelo de desarrollo económico autosostenible y autoconstruido, sin verse asfixiado por la deuda externa o ser crónicamente dependiente de la ayuda, ni ser influido por diversos actores económicos internacionales.

Desde mi punto de vista, esta reestructuración económica deberá estar acompañada de las siguientes estrategias:

  • Transversalización de las políticas económicas, sobre todo en materia de empleo, autoempleo y emprendimiento, de manera que los agentes económicos concreten alianzas para impulsar la activación económica, considerando aspectos como la igualdad de género, los derechos de los niños y la juventud, así como la no discriminación.
  • Aprovechamiento responsable de los recursos naturales y sus beneficios. En África, Botsuana es un buen ejemplo de que sí es posible que la posesión de recursos naturales se convierta en fuente de riqueza y no en una maldición.
  • Impulsar el desarrollo de la agricultura. Este es un aspecto fundamental sin el cual jamás se podrán alcanzar niveles aceptables de desarrollo económico.
  • Armonización de las políticas públicas a nivel local, regional, nacional y continental, con apego al logro de los objetivos trazados en los planes de desarrollo nacional, continental, y a los Objetivos de Desarrollo Sostenible en el marco de la Agenda 2030.
  • Integración y cooperación económica a nivel continental, sobre todo en campos estratégicos como el comercio, la industria, creación de infraestructura, comunicaciones, transportes y finanzas.

Todas estas medidas deberán estar acompañadas de importantes reformas a nivel político y social para que los esfuerzos a nivel económico verdaderamente funcionen. La mala noticia es que la situación política actual de Guinea está lejos de ser ideal para implementar las reformas que el país necesita.

Su presidente, Alpha Condé, en el poder desde 2010, es apenas el primer civil que dirige al país, y su llegada fue vista como un paso importante en la gobernabilidad y la democracia en Guinea, pero su permanencia en el poder y su postulación para un tercer mandato el año pasado han revertido las opiniones, ante los enfrentamientos violentos y un bajo nivel de confianza en las instituciones gubernamentales.

De esta manera, bajo la coyuntura continental e internacional actual, a los pueblos africanos como Guinea les resultará muy complicado sostener su economía bajo el modelo actual, y deben emprender cuanto antes una transformación política y económica que más les favorezca.

Por supuesto que habrá obstáculos, pero el esfuerzo bien valdría la pena, y en la medida en que todos los pueblos unan fuerzas, las probabilidades de éxito serán mayores. Por eso son tan importantes los esfuerzos de integración económica a nivel regional y continental, las movilizaciones sociales para exigir mejores condiciones de vida y una mayor participación ciudadana en la vida política de sus naciones.

A grandes rasgos, ésta es la estrategia de desarrollo alternativa que se propone para impulsar el desarrollo económico de las economías africanas y el bienestar social de la población. Obviamente habrá que profundizar aún más en el entorno socioeconómico de cada uno de los países africanos para identificar correctamente sus necesidades específicas e implementar las políticas económicas más adecuadas.

Además, quizás harían falta más elementos que enriquecerían la propuesta, pero lo que no puede estar en tela de juicio es el hecho de que los africanos pueden y tienen que elegir un camino por sí mismos. La historia reciente de Guinea nos da la lección de que los sistemas y modelos económicos importados nunca serán la solución para los problemas africanos.


Carlos Luján Aldana

Economista Mexicano y Analista político internacional. Africanista por convicción y pasatiempo. Colaborador esporádico en diversos medios de comunicación internacionales, impulsando el conocimiento sobre África en la opinión pública y difundiendo el acontecer económico, geopolítico y social del continente africano, así como de la población afromexicana y las relaciones multilaterales México-África.

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