La segunda invasión francesa y el Segundo Imperio Mexicano constituye un periodo clave en la historia de México, mismo que caracteriza por las disputas, batallas y combates sangrientos que se libraron en todo el territorio nacional. Y uno de sus protagonistas fueron tropas y batallones compuestos por soldados de origen africano, que lucharon al lado de los franceses, de 1862 a 1867. Aquí descubrirán quiénes fueron esos soldados.
Las primeras décadas del México independiente estuvieron marcadas por una encarnizada lucha entre dos proyectos de nación: uno conservador, que apostaba por mantener en esencia la estructura política y social heredada de la época colonial, y otro liberal, que proponía un modelo republicano y federal para México, similar al de los Estados Unidos. Como resultado de las disputas entre los miembros que defendían a una u otra ideología, México atravesó por periodos de inestabilidad e ingobernabilidad muy graves, que por momentos pusieron en riesgo la existencia misma del país.
Ante esta situación, en esa época varias potencias extranjeras aprovecharon la debilidad del Estado mexicano para obtener beneficios económicos y geopolíticos, así como lograr el dominio de un territorio extenso y rico en recursos, cada vez más necesarios en el marco del avance de los procesos de industrialización.
El último intento de convertir a México en territorio en domino extranjero corrió a cargo de Francia, en particular, del emperador Napoleón III, quien se propuso restaurar la grandeza del imperio de Napoleón Bonaparte, y decidió enviar una expedición militar a México.
Se utilizó como pretexto el impago de la deuda externa decretado por el gobierno de Benito Juárez, pero en realidad los verdaderos objetivos de Francia eran, por un lado, tener influencia política y económica en América Latina, y por otro, contrarrestar el expansionismo de los Estados Unidos en el continente americano, aprovechando que la Guerra Civil estadounidense los mantenía ocupados en sus asuntos internos.
Anteriormente, Francia ya había intervenido en México en 1838, en lo que se conoce como la Guerra de los Pasteles. Pero en esta segunda ocasión los franceses estaban decididos a convertir a México en un protectorado francés en el continente americano, y para ello, convencieron al archiduque Maximiliano de Habsburgo, miembro de la monarquía austrohúngara, para ofrecerle el título de emperador de México, y con el apoyo de un sector del partido conservador mexicano.
Sin embargo, desde un inicio las cosas se les complicaron a los franceses, y al final, Napoleón III desistió de su ambiciosa empresa de conquistar México, y las armas republicanas y liberales encabezadas por Juárez se alzaron victoriosas.
Este periodo de la historia de México ha sido uno de los más abordados por los historiadores. No obstante, continúan pendientes muchos aspectos que abordar sobre este suceso. Al respecto, visto desde una perspectiva diplomática, fue justamente en el periodo de la segunda intervención francesa cuando nuestro país entró en contacto por primera vez con algunas regiones del mundo, en específico, con Medio Oriente y el norte de África,
Por aquel entonces, Francia ya había comenzado a ocupar territorios en Asia y África, en el marco de la carrera imperialista por la obtención de recursos y materias primas. Y cuando comenzó la invasión a México, los franceses llevaron batallones de soldados de sus dominios africanos para emprender la aventura.
Dentro de este contingente se destaca a los zuavos, un cuerpo de élite compuesto por soldados de Argelia, cuyo nombre se refiere a una fiera tribu bereber que se llama zouaoua, que habita en la región montañosa de Cabilia, al norte de aquel país. Sus miembros se unieron voluntariamente a los franceses desde 1830, época en la que Francia se apodera del extenso territorio de este país, que se utilizó como zona de entrenamiento de guerra.
El regimiento de zuavos estaba incorporado al ejército regular francés, compuesto exclusivamente por hombres altos, fornidos y barbudos. Utilizaban turbantes blancos, chaquetillas azules y pantalones rojos anchos, vestimenta propia de su región, y con los colores de la bandera francesa.
Eran considerados como el mejor cuerpo militar de su época, altamente disciplinados y expertos en el combate cuerpo a cuerpo y el uso de la bayoneta, por lo que eran respetados y temidos por sus adversarios. Participaron con éxito en la Guerra de Crimea (1852-1854) y en la Guerra de Unificación Italiana (1859).
Cuando Napoleón III decidió invadir México, alrededor de 1,700 zuavos se embarcaron hacia México en 1862, y durante la batalla de Puebla de ese año, se les encomendó estar a la vanguardia para tomar los fuertes de Loreto y Guadalupe. A pesar de sus esfuerzos, fueron derrotados, no pudiendo subir las escarpadas laderas de nopales y mezquites del cerro de Guadalupe, siendo rechazados una y otra vez por los valientes soldados mexicanos comandados por Ignacio Zaragoza.
Humillada, Francia rehízo sus fuerzas y, un año después, movilizó a miles de zuavos y tropas francesas, y juntos lograron sitiar Puebla y tomar la Ciudad de México. Pero la guerra apenas había empezado, y con el gobierno de Juárez trasladado al norte del país, se sucedieron batallas por todo el territorio nacional.
A los zuavos les costó trabajo adaptarse al territorio mexicano, debido a lo montañoso del terreno y a los cambios bruscos de climas. Esto hizo que muchos africanos enfermaran y fallecieran. Poco a poco, la prolongación de las luchas por varios años les fue desgastando.
A pesar de su gran importancia, no existen muchas investigaciones que profundicen sobre sus operaciones militares en territorio mexicano, pero su presencia está bien constatada en las pinturas de la época, que retrataban a la perfección su vestimenta típica bereber, cuya imagen y fama trascendió fronteras.
Pero los zuavos no fueron los únicos soldados de origen africano que vinieron a México a luchar con los franceses en aquellos años. Después del doloroso descalabro sufrido en Puebla en 1862, Napoleón III mandó a sus oficiales a reclutar soldados africanos para luchar en México. Los elegidos fueron un grupo de 446 hombres de origen egipcio-sudanés que conformaron un batallón que permaneció cuatro años en Veracruz.
A diferencia de los soldados argelinos altamente capacitados y entrenados, este grupo estaba conformado por esclavos que fueron reclutados para este propósito. Esta práctica esclavista era común en el Alto Egipto, que data de varios siglos atrás, a través de un sistema de esclavitud que consistía en la captura de hombres, y a los más aptos, se los reclutaba para el ejército. A pesar de que en esa zona de África coexisten algunas religiones africanas y el cristianismo copto, los esclavos, al ser incorporados al ejército, tenían que ser convertidos al Islam.
Desde la incursión napoleónica en Egipto, en 1798, los egipcios tenían en alta estima la eficiencia militar francesa, y a pesar de que a mediados del siglo XIX Egipto seguía siendo una provincia del Imperio Otomano, Napoleón III y el gobernante egipcio de la época llegaron a un acuerdo secreto para facilitar el envío de esclavos soldados a México.
A pesar de que el emperador francés solicitó mil efectivos, debido a la urgencia, solamente embarcaron a México menos de 500 hombres en el vapor La Seine, provenientes de las provincias de lo que hoy es Sudán y Sudán del Sur. Aquellos hombres lo dejaron todo en su tierra natal, y no sabían a dónde se dirigían a pelear.
Después de un penoso viaje, tuvieron que adaptarse al clima veracruzano y al sistema militar francés. Se enfrentaron a muchos problemas de lenguaje con los oficiales franceses, ya que ellos sólo hablaban en árabe. Además, se enfrentaron a muchos obstáculos relacionados con su dieta alimenticia y en celebrar sus costumbres religiosas, y eran comunes las depresiones debido a la añoranza de su tierra y a sus tradiciones.
Pero ya en 1863 la mayoría de ellos ya estaban listos para entrar en acción, y su principal tarea era cuidar las líneas de comunicación entre el puerto de Veracruz y las poblaciones circunvecinas, así como escoltar a militares franceses de alto rango, y en su momento, a los mismos emperadores Maximiliano y Carlota.
Debido a su labor, libraron cruentos combates de guerrillas con el ejército republicano. Los mexicanos sentían temor y odio hacia aquellos soldados de tierras desconocidas, y a pesar de su inexperiencia, destacaron y hasta fueron condecorados por los franceses. Una de sus acciones más destacadas fue su decisiva participación en la toma de Tlacotalpan, un importante bastión republicano en el Estado de Veracruz.
No obstante, la intervención en México había sido un fracaso para Francia, y ante un inminente conflicto con Prusia, Napoleón III retira sus tropas del país y deja a su suerte al gobierno de Maximiliano. El contingente egipcio-sudanés fue de los últimos en abandonar el país. Sólo 321 regresaron a África, y todos fueron promovidos a rangos superiores. 12 desertaron, y no se supo nada de ellos en el país. Veracruz cuenta con una herencia cultural y biológica afrodescendiente muy importante, y no es difícil imaginar que aquellos desertores hayan encontrado ciertas afinidades para iniciar una nueva vida.
Por desgracia, es poco lo que sabemos de ello. Solamente contamos con descripciones vagas y generales de aquellos soldados africanos que fueron obligados a luchar en México, lo cual revela la gran labor que debemos realizar para rescatar esas historias, que enriquecerán la comprensión de nuestra historia, así como la forma en la cual nos comenzamos a relacionar con ciudadanos de otros continentes.
Este tipo de pasajes nos dan una visión más completa y real sobre las relaciones entre México y África, y éste en particular, a pesar de que se desarrolla dentro de un contexto conflictivo, nos ayuda a entender mejor nuestras afinidades y a reconocer nuestras diferencias, y así partir hacia unas relaciones más cordiales, duraderas y fructíferas.