Las raíces africanas del mariachi

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Grupo de mariachi moderno. Fotografía: Flickr.

Como resultado de una investigación documental, en esta ocasión se exponen los orígenes africanos del mariachi, una de las expresiones musicales y culturales más representativas de México, con el propósito de dar a conocer uno de tantos aspectos que nos recuerdan las raíces africanas del país, casi siempre negadas o ignoradas, pero que están presentes como parte integral de la nación mexicana.

Una de las imágenes más difundidas de México internacionalmente es la del mariachi vestido de charro, de personalidad valiente y gallarda, con sombrero y bordados de plata. Dicha estampa es el resultado de una intensa labor por parte del Estado mexicano postrevolucionario, alcanzando grande éxito, a tal grado que hasta la actualidad el mariachi es el fiel acompañante de cualquier fiesta, jolgorio y parranda que se celebra en cualquier rincón de México, convirtiéndose así en uno de los principales distintivos del país y seña de nuestra identidad nacional y folclor.

En 2011 la UNESCO declaró al mariachi como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, y en paralelo, se han emprendido esfuerzos por difundir su esencia y descubrir sus orígenes. Sin embargo, como lo señalan aquellos que se dedican a este género, adentrarnos en las raíces de este género musical equivale a adentrarnos en una nebulosa que es muy difícil de desentrañar.

A pesar de ello, vale mucho la pena indagar en este asunto, y demostrar que esta expresión musical tan hermosa tiene orígenes africanos, como parte del reconocimiento a las aportaciones de la población afromexicana al país. Todavía es probable encontrar personas que con toda seguridad rechacen o menosprecien la afirmación de que el mariachi, un símbolo tan mexicano, tiene orígenes negros, pero ésto es algo que se ha demostrado como cierto en más de una ocasión.

Por ejemplo, según el destacado investigador Jesús Jáuregui, el mariachi es el ícono de la compleja sociedad mexicana, siendo un reflejo fiel de la multiculturalidad de la nación mexicana, en donde la fusión de elementos de diverso origen dio como resultado una configuración musical muy particular.

Por su parte, el etnomusicólogo Arturo Chamorro Escalante afirma que el mariachi demuestra sus raíces afros a través de su corporalidad, sensibilidad y el sentido del ritmo, que han dieron lugar a la conformación de una cultura ranchera en los pueblos del Occidente de México.

El musicólogo Rolando Antonio Pérez Fernández concluyó que durante años de investigación en Ghana y otros países de África Occidental, pudo distinguir elementos de la música típica de aquella región del continente replicados en sones jaliscienses del mariachi tradicional.

Finalmente, de acuerdo con Álvaro Ochoa Serrano, el mariachi es una evolución del fandango, que era una reunión y bailongo de esclavos africanos en la Nueva España. En su libro “De Occidente es el mariache y de México…” se incluyen varios capítulos que exponen la influencia de la población afromexicana en esta tradición musical.

Aún con todas las investigaciones, aún quedan muchas preguntas sin respuesta. La misma palabra mariachi es de origen incierto, pero lo que no puede estar en duda es que nace y se desarrolla en el medio rural campesino y ganadero del Occidente de México. Aunque la canción dice que “de Cocula es el mariachi y de Tecalitlán los sones”, por lo que sabemos, no puede establecerse una referencia geográfica precisa que podamos denominar como “la cuna del mariachi”. Más bien, desde sus inicios fue una expresión comunitaria de las poblaciones que se asientan en los actuales Estados de Jalisco, Nayarit, Colima, Michoacán, Zacatecas y Aguascalientes.

A grandes rasgos, el mariachi es un género musical que combina las tres principales raíces constitutivas del pueblo mexicano (y los del resto de los pueblos latinoamericanos): elementos mediterráneos, indígenas locales y de origen africano. En su invención musical destacan las aportaciones de los principales pueblos autóctonos del Occidente de México, como el cora, el wixárika o huichol, el nahua y el purépecha, así como algunos elementos europeos y aquellos propios de las sociedades afromestizas.

Sobre la presencia de esclavos africanos en el Occidente de la Nueva España, tenemos la evidencia suficiente para afirmar que era bastante considerable. Los primeros datos datan de 1646, cuando casi 20 mil esclavos negros y afromestizos constituyeron la principal mano de obra en lo que entonces se conocía como Nueva Galicia, entre mandingos, sudaneses y bantús.

También se documenta la presencia de mulatos y esclavos en la villa de Colima en el siglo XVII, así como la venta de esclavos en Guadalajara y la presencia del negro vaquero en la franja costera de Cihuatlán y Tamazula. En poblaciones como Tamazula, Zapotlán y Zamora hay evidencias de registros en archivos parroquiales con registros de población afrodescendiente.

Vista actual del Teatro Degollado, en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, donde se presentan grupos de mariachi tradicional y moderno. Fotografía: Wikimedia Commons.

Ante la indiscutible presencia de africanos, mulatos y afromestizos en Nueva Galicia, la cultura expresiva de sus descendientes dio forma a los gestos, la danza y la música propia del mariachi, que se manifestó en lo que se conocía como fandangos, de los cuales ya nos referimos.

De hecho, el mariachi era conocido como fandango en algunas regiones hasta el siglo XX. Se sabe que la palabra fandango es una etimología de origen mandinga, y significa fiesta o reunión. Era una especie de foro para resolver diferencias, enojos, competir y disfrutar, y sucedían en domingos o días festivos.

Con la introducción de esclavos de origen africano, esos fandangos se prolongaron por toda la Nueva España, tanto en áreas urbanas y rurales, y en cada uno de los lugares a donde llegó los fandangos se reinventaron y se adaptaron a las manifestaciones culturales locales, y con ellos se produjeron cambios en los bailes, las canciones y la música.

De esta manera surgieron el son jarocho, el son ranchero y el jarabe tapatío, los cuales están emparentados con el mariachi, y todos ellos se caracterizaban por la alternancia entre solista y coro, que toma forma de pregunta y respuesta, lo cual expone características de varios grupos étnicos africanos, que se expresan en coplas que cantadas en diversos ritmos toman el nombre de sones, que en el caso del mariachi, estaban relacionados con las labores ganaderas, muy extendidas por esta región.

Era una escena común ver a mulatos y afromestizos montar a caballo en el Bajío y en la región de los Altos de Jalisco, y con ellos despunta la charrería, una combinación de trabajo y diversión que surge del quehacer ganadero. Ahí surge la música y la lírica de los sones del becerro, la vaquilla, el toro viejo, entre otros. En dichos sones hay innumerables referencias de la presencia de población afrodescendiente en la región. Basta con mostrar el coro del son de la negra, que se ha posicionado como una de las canciones más representativas del mariachi:

¿Cuándo me traes a mi negra?,

que la quiero ver aquí,

con su rebozo de seda,

que le traje de Tepic.

De esta manera, cuando estalla la guerra de independencia, lo que hoy conocemos como mariachi ya es un género musical consolidado, y aquellos charros y rancheros negros forman la base de aquellos hombres que al lado del ejército insurgente luchan por la independencia de México. Uno de aquellos hombres era José Antonio Torres, mejor conocido como “El Amo”, que en noviembre de 1810 logra tomar la ciudad de Guadalajara e invita al ejército insurgente de Miguel Hidalgo a establecerse en esta importante ciudad y organizar sus tropas.

Junto con la china poblana o prieta linda, el charro fue un auténtico emblema de la guerra de la independencia, justo en una de las regiones donde se libró con mayor intensidad. Posteriormente, los rancheros, charros y afromestizos también ofrecieron sus servicios para combatir contra enemigos nacionales y extranjeros a lo largo del siglo XIX. Todo ello influyó de manera decisiva para que la música del mariachi queda desde entonces relacionada con la mexicanidad.

Al respecto, la creencia de que el mariachi es de origen francés es uno de los mitos más populares, mismo que es falso a todas luces, pero que está conectado con la invasión francesa y la tendencia francófila que dominó la ideología de la oligarquía mexicana durante el Porfiriato, época en la que el mariachi era considerado como una diversión del “pueblo bajo”, al igual que el tequila, y por lo tanto, menospreciado por las élites porfirianas, muy influidas por el positivismo francés.

Inclusive en Guadalajara, hoy conocida como la ciudad del mariachi, el género estaba considerado como una diversión peligrosa, que rebasaba los límites de la compostura. En Michoacán sucedía lo mismo, y el gobierno instaba a los dueños de las haciendas a prohibir a los peones a hacer mariachis o fandangos.

El estallido de la Revolución Mexicana (1910-1920) generó una emigración masiva del campo a las ciudades, y con el desplazamiento de las huestes revolucionarias, los habitantes de todas las regiones de México comienzan a conocerse entre sí, y las diversas expresiones culturales comienzan a difundirse a lo largo del territorio, y el mariachi fue uno de los géneros que causó mayor impresión en el resto del país.

Vista de la Plaza Garibaldi en la Ciudad de México, sitio famoso por la concentración de grupos de mariachi. Fotografía: Flickr.

Ya en los años veinte del siglo XX el fandango quedó en mariachi, y éste se fue achicando poco a poco para denominarse al grupo musical, y tan solo unos años más tarde el mariachi adopta dos elementos que cambiarían su destino para siempre: la introducción de los instrumentos de viento dentro de su música, en especial, la trompeta, ya que anteriormente solo utilizaba instrumentos de cuerda – el violín, la guitarra, el guitarrón de golpe (tololoche) y la vihuela – y la adopción del traje de charro como parte de su indumentaria.

De este modo, el mariachi ganó mayor popularidad, pasando al Estado mexicano y los medios de comunicación masiva (sobre todo el cine y la radio) la labor de difundir la música de mariachi como algo muy mexicano, en el marco del nacionalismo revolucionario que imperó en aquella época, acompañado de las grandes figuras de la época, como Jorge Negrete, Pedro infante, Javier Solís y Miguel Aceves Mejía.

Este hecho marca la división de este género, en lo que se conoce como mariachi tradicional, que mantiene prácticamente intacta la esencia de sus orígenes, y que aún sobrevive en localidades rurales de los Estados de Jalisco y Michoacán, y el mariachi moderno, el que hoy es el más reconocido a nivel nacional e internacional, cuyos pioneros son el Mariachi Tapatío Marmolejo y el Mariachi Vargas de Tecalitlán, éste último creado desde 1897, y que hizo la transición de mariachi tradicional a moderno, con más de cinco generaciones de músicos a lo largo de su existencia.

Y así, de esta manera, la influencia africana es parte de la manifestación de la cultura mexicana y del mariachi, no su copia. Así lo debemos entender. Los africanos vinieron a integrar e integran al mestizo y a la nacionalidad mexicana, desarrolladas en el marco de la diáspora africana, y las raíces del mariachi son un gran ejemplo del invaluable legado cultural que las poblaciones de origen afrodescendiente heredaron al México de hoy.

Canción del mariachi tradicional.
Canción del mariachi moderno.

Carlos Luján Aldana

Economista Mexicano y Analista político internacional. Africanista por convicción y pasatiempo. Colaborador esporádico en diversos medios de comunicación internacionales, impulsando el conocimiento sobre África en la opinión pública y difundiendo el acontecer económico, geopolítico y social del continente africano, así como de la población afromexicana y las relaciones multilaterales México-África.

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