La Gran Muralla Verde del Sahel y del Sahara

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Como parte de las estrategias para combatir los problemas críticos del Sahel, la Gran Muralla Verde es uno de los proyectos más grandes y ambiciosos que se encuentran en operación, que a través de un enfoque integral promete transformar la vida de millones de personas. A continuación, describimos en qué consiste esta iniciativa, así como sus objetivos, características y resultados.

El Sahel es uno de los rincones del planeta con menor desarrollo económico y social. Actualmente, los pueblos y naciones que se asientan a lo largo de esta franja territorial del continente africano enfrentan muchos desafíos, que amenazan con socavar sus medios de subsistencia a corto y mediano plazo. Entre ellos destaca la persistencia de altos niveles de pobreza, violencia e inseguridad alimentaria, dentro de un escenario plagado de conflictos armados, terrorismo, intervenciones extranjeras y Estados frágiles.

Por si fuera poco, la subregión es extremadamente vulnerable a los efectos catastróficos del cambio climático, experimentando un aumento de las temperaturas 1.5 veces más rápido que la media global, a pesar de que la contribución en la emisión de gases contaminantes por parte de África es mucho menor en comparación a otras partes de la tierra.

La degradación del suelo, persistentes sequías, lluvias erráticas y una creciente desertificación, forman parte de los desequilibrios climatológicos adversos que se registran con mayor frecuencia en esta parte de África. Estos eventos erosionan el suelo, desajustan las siembras, provocan un aumento en los precios de los productos básicos y agudizan las migraciones forzadas, fenómenos que cada día son más comunes.

A consecuencia de ello se incrementan las tensiones sociales y políticas en un área ya convulsa, por lo cual es necesario establecer medidas y acciones eficaces para transformar la realidad saheliana, donde el cambio climático ya se encuentra presente, poniendo en peligro la vida de millones de seres vivos, más aún ante el gran crecimiento demográfico que los países del Sahel están experimentando, una bomba de tiempo que está por explotar.

Por todo lo anterior, el Sahel es considerado como el escenario donde se libra la primera línea de batalla a nivel mundial contra el cambio climático, y en el marco de esta lucha, se está construyendo una autentica muralla… de árboles. O al menos eso era lo que se pretendía en el 2007, cuando la Unión Africana creó la iniciativa denominada “La Gran Muralla Verde”, con el propósito de restaurar paisajes naturales degradados a lo largo de una franja de 8,000 kilómetros de largo y 15 de ancho en la frontera del Sahel, al extremo sur del desierto del Sahara.

MAPA: Ubicación de la Gran Muralla Verde del Sahel y países que abarca.

Esta idea data desde los años setenta, cuando en pocos años, vastas extensiones de tierra fértil en África Occidental y en el Sahel comenzaron a degradarse rápidamente. Las continuas sequías, el sobrepastoreo y las malas prácticas de uso de suelo se combinaron para derivar en este escenario. Muy pronto los expertos advirtieron de que esto no se trataba de un fenómeno pasajero, por lo que algunos gobiernos comenzaron a implementar planes de reforestación y buscar soluciones a largo plazo por su cuenta.

No obstante, fue hasta el ya referido 2007 cuando finalmente los países del Sahel unieron fuerzas en un solo plan conjunto: la Gran Muralla Verde. En un inicio, fue concebida literalmente como un muro de árboles. Sin embargo, desde el comienzo algunos expertos se mostraron escépticos en torno a esta gran muralla, advirtiendo que ésta era una pésima idea para reverdecer al Sahel.

Y tenían razón. En un primer momento, el 80% de los árboles que se plantaron a lo largo del Sahel no sobrevivieron, esto debido a la mala planeación y la falta de estudios de las características físicas y socioculturales de la zona. Una enorme cantidad de árboles se colocaron en zonas inhabitables, por lo que no había nadie quien los cuidara y protegiera.

En cambio, en algunas partes, como en el Valle de Zinder, en Níger, los nativos lograron regenerar los suelos utilizando técnicas simples de recolección de agua y protegiendo los árboles que emergían naturalmente en sus granjas, una práctica que además de ser sustentable, no necesitó de grandes esfuerzos en términos de tiempo y dinero.

Vista aérea de la región de Zinder, al sur de Níger, donde puede apreciarse que los árboles se encuentran dispersos en partes estratégicas de forma natural, que al protegerlos se ha conseguido recuperar parte de la densidad arbórea. Fotografía: Wikimedia Commons.

A pesar del fracaso inicial, el proyecto de la Gran Muralla Verde del Sahel y del Sahara no solo se ha mantenido, sino que se está fortaleciendo cada vez más. Los responsables del proyecto lograron superar los primeros obstáculos y desafíos, modificando la visión y objetivos de la Muralla Verde hacia un enfoque mucho más multidisciplinario e integral.

Ahora, no necesariamente es un muro físico ni un bosque lo que se quiere construir, sino implementar un gran programa multinacional centrado en las técnicas de uso sustentable de la tierra, a través de la creación de un mosaico de prácticas donde la población local obtenga los medios y recursos necesarios para generar resiliencia económica y social frente al cambio climático.

El proyecto espera unir a 11 países africanos, desde Senegal hasta Djibouti, en un auténtico corredor vegetal que incluye viveros, parques, huertos, forrajes y áreas naturales. Por eso, la Gran Muralla Verde es conocida también como “el muro que une en vez de separar”, transformándose así en algo metafórico.

Objetivos y acciones que persigue la Gran Muralla Verde.

La reforestación contra la desertificación y el cambio climático siguen siendo los principales ejes del proyecto, pero en realidad tiene un potencial mucho más alto, al grado de contribuir, ya sea de manera directa o indirecta, a la solución de muchos de los problemas que aquejan al Sahel, principalmente en materia de desarrollo sustentable y desarrollo rural, pero también en ámbitos como la generación de empleos, seguridad alimentaria, vivienda, comercio, turismo, salud, educación e, incluso, igualdad de género.

Por tales motivos, la Gran Muralla Verde se encuentra inscrita dentro de la Agenda 2030 de Naciones Unidas, haciendo una contribución vital al logro de 15 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Gracias a esta vinculación, el proyecto ha atraído a nuevos socios e inversionistas que se muestran muy interesados en aportar fondos a esta iniciativa, entre los que se encuentran la Unión Europea, el Banco Africano de Desarrollo, One Planet Summit, Green Climate Fund, Bezos Earth Fund, entre muchos otros.

Además, ya son 20 países africanos los que se han adherido al proyecto de la Gran Muralla Verde, rebasando el ámbito saheliano. De esta forma, estamos hablando de una de las iniciativas más importantes a nivel global, sobre la cual la Comunidad Internacional debería prestar mayor atención y recursos para asegurar el buen éxito de la empresa.

Sobra decir que mantener y sostener el proyecto de la Gran Muralla Verde es trascendental para el futuro de las naciones y pueblos del Sahel, pero aún tiene que superar muchas inconsistencias y obstáculos para que las iniciativas se concreten en beneficios tangibles y sostenibles para la población local, así como brindar servicios ambientales contra los efectos del efecto invernadero.

Pero antes de subrayar sus desafíos, destaquemos primero sus logros. Quizás el más sobresaliente es su carácter como una iniciativa panafricana, que busca conjuntar los esfuerzos nacionales en una sola fuerza contra una serie de amenazas comunes hacia el medio ambiente. A su vez, la búsqueda de soluciones sustentables a los principales problemas del Sahel, más que nunca, es una labor fundamental.

Según la Agencia de Naciones Unidas contra la Desertificación, en 2020 se habían restaurado 20 de las 100 millones de hectáreas previstas para 2030 a lo largo del corredor que abarca la Muralla Verde, se han generado 350 mil empleos en los países que abarca, 90 millones de dólares en ganancias y 220 mil personas habían recibido capacitación en materia de educación ambiental y sustentable en técnicas agrícolas y ganaderas.

Son buenos avances, pero la muralla podría haber avanzado más rápido y mejor, a pesar de complicaciones estructurales como el acceso al agua, la electricidad o la dificultad para mantener de forma independiente las iniciativas. Las demoras e incumplimiento se deben a varias razones, pero principalmente a la insuficiencia de fondos, la falta de supervisión y apoyo técnico, sobre todo si consideramos que hasta 2020 la Muralla Verde había recibido una inversión cercana a los 200 millones de dólares.

Más allá de la reforestación y restauración, la formación en sí es un gran éxito, y a nivel local se están implementando muchos proyectos a pequeña escala, algunos con gran éxito, como el que se muestra en el siguiente video.

Los proyectos locales están más avanzados en unos países que en otros, sobre todo en su parte occidental. Un informe histórico reciente sobre el estado de implementación de la Gran Muralla Verde destacó varios desafíos para lograr sus objetivos, entre los que destacan los siguientes:

  • Falta de consideración de las prioridades ambientales nacionales.
  • Estructuras organizativas y procesos débiles para la implementación.
  • Falta de integración del cambio ambiental y acción en las distintas estrategias, políticas y planes de acción.
  • Flujo de información insuficiente a nivel regional.
Acciones propuestas para acelerar el progreso de la Gran Muralla Verde.

Algo en lo que coinciden tanto responsables, analistas y críticos de la Gran Muralla Verde, ha sido en la necesidad de incorporar con mayor intensidad las necesidades reales de la población saheliana. Como ya vimos, el conocimiento ancestral de sus tierras es una herramienta poderosa que ya ha dado resultados en términos de reverdecimiento, que en combinación con la tecnología e infraestructuras que se está creando el marco de la Gran Muralla Verde, dará muy buenos frutos.

Poner la responsabilidad en manos de los agricultores, pastores y la población nativa en general, es trascendental para que los habitantes del Sahel puedan superar la pobreza y generar un modelo de vida más estable.

Otro de los grandes retos es alcanzar una eficiente coordinación y cooperación entre la Unión Africana, los inversionistas y los distintos países involucrados, de manera que se puedan armonizar los objetivos de las distintas agendas nacionales en una misma dirección. Un gran obstáculo para ello son las deficiencias estructurales e institucionales que se mantienen en la región, pero eso es algo que cada uno de los Estados deberá trabajar por su cuenta, en el ámbito de sus respectivas competencias. También se necesitan mejorar los mecanismos de monitoreo y evaluación de las iniciativas locales.

En resumen, hace falta un mayor compromiso y voluntad política para avanzar en los objetivos de la Gran Muralla Verde, pero las prioridades e intereses geopolíticos en la subregión están apuntando hacia otro lado. El presupuesto de las operaciones militares y de paz en el Sahel suman un presupuesto de aproximadamente 680 millones de dólares al año, y la situación de inseguridad en la zona ha empeorado. En cambio, se estima que se necesitarán al menos 33 mil millones de dólares para lograr las metas previstas en 2030.

De acuerdo con una investigación realizada por el proyecto CASCADES, financiado por un programa de innovación de la Unión Europea, el cambio climático no sería una causa directa de la proliferación de grupos armados en el Sahel, aunque evidentemente sí provoca mayores tensiones sociales.

Finalmente, hay que reconocer que, bajo las condiciones actuales, ni la Unión Africana ni los Estados africanos involucrados en la Gran Muralla Verde podrán alcanzar por sí mismos los objetivos y metas planteados, por lo cual un respaldo firme por parte de la Comunidad Internacional tendrá que convertirse en la catapulta que termine por hacer realidad el sueño de la Muralla Verde en el Sahel. Sobre todo, se necesita apoyo técnico y financiero.

En este sentido, recientemente el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola y el Fondo Verde para el Clima, ambos de la ONU, presentaron, durante la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 26) celebrada en Glasgow, Escocia, una propuesta de inversión de 143 millones de dólares para restaurar los ecosistemas de la Gran Muralla Verde del Sahel.

Lo acordado es insuficiente, pero representa un primer paso para que a nivel internacional nuevamente se coloque el foco público en esta iniciativa, que cobrará aún más importancia con la suscripción del Plan Mundial de Reforestación, suscrito también en la COP 26 por más de 100 países, con metas y horizontes también a 2030, en un intento casi desesperado para frenar los estragos del cambio climático, la tala ilegal, los incendios forestales, entre otros fenómenos adversos.

A casi 15 años del inicio del proyecto de la Gran Muralla Verde, el Sahel continúa siendo un lugar empobrecido, vulnerable y agitado por los conflictos. Sin duda, toda la región en su conjunto necesita soluciones integrales a sus problemas, y esta iniciativa se presenta a la vanguardia de esta batalla.

Pero hasta el momento, este megaproyecto ha fracasado en el logro de sus metas y objetivos, pero paradójicamente, su impulso ha ido creando poco a poco una base sólida para construir un futuro más sustentable en el Sahel. Por lo mismo, la Muralla Verde tiene que crecer y consolidarse como proyecto a través de una retroalimentación constante, sin olvidar que es una medida defensiva ante un problema que está lejos de ser erradicado. La posibilidad y gravedad de los impactos climáticos en la subregión dependerán de la evolución futura de las condiciones socioeconómicas y políticas.

La Gran Muralla Verde no sólo le pertenece al Sahel. Es un símbolo en la lucha contra el cambio climático a nivel mundial para la humanidad, en el entendido de que combate nuestra principal amenaza como especie: la degradación del medio ambiente. Como tal, no deberían escatimarse recursos para impulsar los objetivos que se persiguen, y así convertirse en una auténtica maravilla natural. Creer en un futuro mejor y más verde para el Sahel y para el planeta es posible.


Carlos Luján Aldana

Economista Mexicano y Analista político internacional. Africanista por convicción y pasatiempo. Colaborador esporádico en diversos medios de comunicación internacionales, impulsando el conocimiento sobre África en la opinión pública y difundiendo el acontecer económico, geopolítico y social del continente africano, así como de la población afromexicana y las relaciones multilaterales México-África.

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