Irrupción de prácticas religiosas afrocaribeñas en México

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Objetos que se utilizan en los rituales de santería, los cuales son vendidos en un mercado de la Ciudad de México. Fotografía de Andrea Mayerly Niño Hernández en Wikimedia Commons.

La influencia de la cultura africana en México está presente en muchos aspectos. Sin embargo, a veces resulta difícil identificar algunos de ellos como parte de nuestra herencia afrodescendiente, y las religiones tradicionales africanas son un buen ejemplo de ello, cuyos rituales son comunes desde hace tiempo en toda la República. A continuación nos remontamos a los orígenes de dichas prácticas en África Occidental y las islas del Caribe, su introducción en México y algunas otras cuestiones que giran alrededor de este fenómeno sociocultural.

La trata de esclavos de África hacia América entre los siglos XVI y XIX sustrajo a millones de africanos de su tierra natal, y junto con ellos, todo su acervo cultural y su idiosincrasia permearon en todas las regiones del “Nuevo Mundo”, fusionándose con elementos europeos y nativos americanos. En el caso de México, a diferencia de otras expresiones, las religiones tradicionales africanas no habían impactado de manera importante en la vida social y cultural, hasta hace relativamente poco tiempo, en donde las islas del Caribe desempeñaron un papel fundamental en su difusión, actuando como trampolín.

Generalmente, cuando pensamos en las aportaciones de la comunidad afromexicana, creemos que sus orígenes se remontan a la época colonial, y si bien es cierto que en la mayoría de los casos sí se cumple esta condición, no demos ocultar la presencia de elementos africanos en fechas más recientes, y este es un gran ejemplo representativo. De igual forma, considero que es trascendental conocer los orígenes de cualquier tradición, costumbre y prácticas culturales vigentes para poder comprender la realidad socioeconómica y sociocultural, ya que éstas reflejan nuestra alma, nuestro sentir y nuestro ser.

Para comenzar con nuestro objeto de estudio, es preciso afirmar que, al igual que en muchas otras cuestiones, las religiones autóctonas de África son un auténtico crisol. No obstante, dentro de los pueblos de origen bantú, uno de los más importantes del continente, hay un elemento común: la convicción de la existencia de una energía sobrenatural que influye o puede influir en nuestras vidas. La presencia de espíritus en todas partes, un concepto unitario de la realidad y el vitalismo son los fundamentos de muchas de sus creencias, prácticas y rituales, razón por la cual los antropólogos utilizan el término genérico “animismo” para referirse a todas ellas.

Las religiones nativas de África han sido relegadas culturalmente por Occidente, clasificándolas como ritos propios de salvajes e ignorantes. No obstante, estamos hablando de prácticas que tienen una concepción de la vida y la realidad de una forma diferente, la cual se encuentra estrechamente vinculada con el entorno, por lo cual no son muy distintas a aquellas que han surgido en otras partes del mundo. A pesar de que el Cristianismo y el Islam se han expandido a lo largo de África, las religiones animistas siguen teniendo un peso bastante considerable en algunos lugares, sobre todo en el Centro y el Occidente del continente.

Togo es uno de esos lugares. Este territorio es cuna de muchos rituales y prácticas religiosas animistas, como el vudú o voodoo, cuyo significado es espíritu, alma o fuerza en lengua fongbé. En el imaginario colectivo ésta práctica está relacionada con la magia negra, los muñecos de trapo, alfileres y hechizos. No obstante, y para desencanto de muchos, su verdadero sentido es mucho menos tenebroso.

En realidad, el vudú otorga vida a cada elemento del entorno, como rocas, árboles, animales y fenómenos atmosféricos, los cuales, según sus creencias, contienen espíritus con los que se conectan a través del baile. Lomé, la capital de Togo, alberga el mercado de amuletos más grande de África, donde podemos encontrar todo tipo de objetos relacionados a sus creencias y rituales.

Parafernalia voodoo en el mercado de Lomé. Fotografía de Alexander Sarlay en Wikimedia Commons.

Pues bien, muchos de los esclavos africanos que llegaron a América provenían de África Occidental y Central, justamente en donde el animismo está más arraigado. Sin embargo, en el caso de los esclavos africanos cuyo destino fue llegar al territorio mexicano habrá que marcar algunas precisiones. Para empezar, hay que subrayar que es imposible determinar con exactitud el origen de los esclavos negros que llegaron a México, aunque se sabe que la mayoría de ellos eran originaros de las regiones centrales del continente africano, por lo cual no hay evidencias concretas y claras de la religión de los esclavos africanos en la época colonial.

En algunas partes la población conservó ciertos rasgos de la cultura africana, como las formas de las casas, la danza y la música, pero en relación a sus creencias, más bien fueron ellos quienes terminaron adoptando las costumbres de los pueblos indígenas de alrededor. Varios factores habrían influido en este hecho, como el impulso a las misiones de evangelización que se llevaron a cabo hasta en el más remoto lugar del Virreinato de la Nueva España, el temor latente al Tribunal de la Santa Inquisición, y que el animismo que practicaban los africanos en el centro del continente en aquella época era vago, vinculado estrechamente con el jefe del clan o de la tribu.

En esa parte de África la selva es densa, y al cortarse súbitamente la conexión con su lugar de origen, no resulta complicado creer que sus rituales ya dejaran de tener sentido para ellos y decidieran adoptar un nuevo credo, en gran parte obligados por las circunstancias. Todo esto facilitó su inmersión en el catolicismo y en las creencias de los indios. En suma, durante el Virreinato las religiones africanas no cumplieron con las condiciones necesarias para que se mantuvieran.

En cambio, a partir del siglo XIX los esclavos traídos a América provenían, en su mayoría, de la zona del golfo de Guinea, en los actuales Togo, Benín y Nigeria, justo donde se ubican los pueblos fon y los yorubas. Este punto es muy importante, dado que en esa región los pueblos, en sus orígenes, eran socioculturalmente más desarrollados. La sociedad yoruba estaba dividida en numerosos reinos de diferentes tamaños, de gran desarrollo y con numerosas ciudades, muchas de las cuales siguen siendo importantes hasta hoy, y algunos de esos pueblos estaban en complicidad con los europeos en el comercio negrero, como lo podemos constatar en Dahomey.

Pero ya para entonces el tráfico de esclavos a México disminuyó considerablemente, tras los disturbios generados por la lucha por la independencia y los sucesivos decretos insurgentes que prohibían la esclavitud, hasta que en 1829 fue abolida oficialmente por el presidente Vicente Guerrero. A pesar de ello, aún se observa que el tráfico ilegal continuó durante algún tiempo, específicamente en el puerto de Campeche, donde sí se observan rasgos propios de la cultura yoruba.

Por el contrario, en las islas del Caribe y en Brasil continuaron arribando esclavos, dando lugar a la difusión del vudú en Haití, la creación de la santería y el palo en Cuba y el Candomblé en Brasil. Otro punto importante fue que en las islas del caribe la población autóctona fue exterminada, lo cual favoreció la agrupación de los esclavos, y por ende, el mantenimiento de sus raíces africanas, incluida la religión, donde la mayoría de sus elementos, los nombres de los espíritus y el orden de los rituales, corresponden a los fon y los yoruba, aunque con el tiempo, a consecuencia de su introducción en tierras americanas, se han mezclado con imaginería católica.

Fue hasta la década de los cuarenta del siglo XX cuando en México comienza la difusión de esas prácticas religiosas, con la llegada de las rumberas caribeñas y sus músicos al mundo del cine y los espectáculos nocturnos, cuando sus ritos y prácticas ya estaban totalmente consolidadas. Después, este proceso se aceleró después de la Revolución Cubana, donde algunos cubanos abandonaron la isla para establecerse en las principales urbes de Norteamérica, como Miami, Nueva York, Los Ángeles y, por supuesto, la Ciudad de México.

De entre todas las prácticas afrocaribeñas, la santería es la que mayor tiene difusión en México. En términos generales, es una práctica religiosa de origen cubano, que a nivel antropológico, representa un elemento que da explicaciones subjetivas a las enfermedades ligadas con el mundo sobrenatural, y cuyo ejercicio representa un factor de identidad cultural basada en una estructura jerárquica definida. Cuando llegó a México empezó a incorporar elementos de nuestro contexto cultural, al grado de convertirse en una práctica complementaria a otros sistemas de creencias, sobre todo del catolicismo, pero la esencia de la cultura yoruba se mantiene.

Con base en el testimonio de un santero, la santería tal y como se conoce es un sincretismo religioso donde en un afán de esconder la religión africana y sus prácticas mágicas, los lucumís (sacerdotes) identificaron a las deidades africanas (orishas) con los santos del catolicismo. Pero en México, además del sincretismo religioso con lo católico, las prácticas religiosas afrocaribeñas se han fusionado con algunos antiguos rituales prehispánicos, que tienen una esencia y cosmovisión muy similares a los yorubas.

En concreto, uno de los lugares con mayor tradición en cuanto a misticismo y espiritualidad se refiere es el pueblo mágico de Catemaco, en el Estado de Veracruz, debido a que sus ejecutores aseguran poseer poderes que les permiten transmutar en espíritus, conocidos por los lugareños como nahuales. Éste es un lugar que cuenta con una flora y fauna exuberante, así como una emblemática laguna.

El origen de los brujos en este sitio se remonta a la cultura olmeca, que es la más antigua de la región mesoamericana, donde de acuerdo a evidencias arqueológicas, había un brujo o chamán que entraba en trance para poder comunicarse con los espíritus. Posteriormente el sitio adquirió influencias de los totonacas, los mexicas, y ya en la época colonial, se incorporaron elementos cristianos. Los brujos son generalmente personas de gran respeto y muy distinguidas dentro de la comunidad, con larga experiencia y conocimiento del ambiente físico y la psicología humana.

Vista de la laguna de Catemaco en una de sus orillas. Fotografía: Wikimedia Commons.

En la ciudad de Mérida, Yucatán, también podemos encontrar a muchas personas que se dedican a este tipo de rituales. Por su parte, la capital de la República alberga el mercado de Sonora, reconocido por ofrecer al público objetos para estos fines, lo cual revela que este tipo de prácticas no se encuentran presentes solamente en las zonas costeras, sino que muchos de sus fieles viven en las grandes ciudades.

La confluencia de las prácticas religiosas afrocaribeñas, las tradiciones locales y el cristianismo, generan un ambiente de misterio, confusión y rechazo entre un sector de la población, lo que ha dado lugar a la estigmatización y mala reputación de todas ellas, en especial las de origen afrocaribeño, ya que éstas se confunden con la hechicería, y algunos de sus profesantes han sido señalados por sus vínculos con la delincuencia. El caso de los narcosatánicos en 1989 fue el causante de la formación de esta tergiversada idea dentro de un sector de la sociedad mexicana, que llevó a la clandestinidad a gran parte de esas practicas religiosas.

Pese a todo, en cualquier parte del país no es difícil encontrar anuncios en la prensa o en las calles de gente que ofrece servicios de sanación, lectura de cartas o caracoles, limpias, amarres y demás trabajos relacionados, lo cual es un indicio de su éxito en México, teniendo entre sus fieles seguidores a gente de todas las clases sociales, todo lo cual refleja las principales preocupaciones de la sociedad: la pobreza, la enfermedad, la incertidumbre, y alimenta una religiosidad práctica y resignada. Pero no tiene nada de misterioso ni terrible. La gente que recurre a estas prácticas muestra la tendencia a saber sobre su futuro, buscar alternativas para mejorar su salud y solucionar problemas sentimentales, laborales y monetarios.

Y es de esta forma como el animismo africano se encuentra presente en nuestras sociedades americanas. En los últimos años se observa un proceso internacional de reafricanización de la santería a través del aprendizaje de la cultura yoruba. Hay una corriente de santeros mexicanos que pretenden seguir la “auténtica” religión africana, pero en países como Togo, Nigeria y Sierra Leona tienen poca noción de la dimensión internacional de su religión. En este sentido, pueden abrirse las puertas para una cooperación cultural entre las naciones ubicadas en ambos lados del Atlántico. Las condiciones están más que dadas.


Carlos Luján Aldana

Economista Mexicano y Analista político internacional. Africanista por convicción y pasatiempo. Colaborador esporádico en diversos medios de comunicación internacionales, impulsando el conocimiento sobre África en la opinión pública y difundiendo el acontecer económico, geopolítico y social del continente africano, así como de la población afromexicana y las relaciones multilaterales México-África.

2 comentarios

  1. Me gustaría recibir información sobre afromexicanos. Si es posible tener contacto con el Lic. Carlos Luján Aldana y enviarme un correo electrónico
    . Gracias

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