Ecos del Antiguo Egipto: su grandeza y su concepción como una cultura africana

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Este artículo está dedicado al Antiguo Egipto, una de las civilizaciones más sorprendentes que han existido, que se nos presenta bajo una extraña mezcla de realidad, divinidad, fantasía e incredulidad, elementos que se conjugaron para conformar una asombrosa cultura que continúa provocando fascinación y misterio. Específicamente voy a tratar dos asuntos en torno a ella: la verdadera dimensión de su grandeza, y rescatar su carácter como una cultura africana en todo el sentido de la palabra.

Hablar del Antiguo Egipto equivale a referirnos a una de las civilizaciones más complejas y originales de todos los tiempos, cuyas aportaciones fueron determinantes para impulsar el progreso científico y tecnológico de la humanidad. Seis milenios de distancia nos separan de sus inicios como civilización, y es imposible no sentir el vértigo del tiempo al momento de adentrarnos en su estudio, mismo que continúa descolocándonos de la realidad al imaginar cómo fue posible que los antiguos egipcios hayan alcanzado un nivel de desarrollo tan avanzado en muchos ámbitos y disciplinas, y ante tantas interrogantes han surgido cualquier cantidad de leyendas, mitos, películas y demás historias que magnifican su gran trascendencia.

Nos llevaría años en profundizar en los aspectos generales del Antiguo Egipto, dado el enorme cúmulo de información disponible. Mas sin en cambio, es mucho más lo que desconocemos sobre el mismo. Al respecto, durante los siglos XIX y XX comenzó a producirse un interés por la historia de Egipto y el auge de la egiptología en Occidente. Uno de los asuntos de mayor inquietud entre los historiadores y arqueólogos fue el origen de esta civilización, y aunque su historia fue documentada, solamente existían explicaciones mitológicas sobre su existencia, la cual los antiguos egipcios la atribuían a sus dioses.

Durante mucho tiempo se daba por hecho de que fuentes externas, quizás provenientes de Mesopotamia, constituyeron las bases de lo que sería el Antiguo Egipto, hipótesis que encajaba perfecto para los europeos, a quienes les parecía una locura creer que una cultura tan grandiosa como la egipcia hubiera surgido en un continente donde no había más pueblos antiguos que admirar. A su vez, hay teorías que atribuyen su surgimiento a mentes extraterrestres.

Sin embargo, nuevos descubrimientos arqueológicos dieron luz a una nueva versión alternativa, que hace pedazos tanto a la visión eurocéntrica como a las teorías sensacionalistas. Gracias al esfuerzo de un grupo de egiptólogos africanistas, entre los que destacó el intelectual senegalés Cheikh Anta Diop, hoy sabemos que existieron vínculos y conexiones muy profundas entre el Antiguo Egipto y el resto del continente africano, más allá de compartir un hogar común.

Aunque todavía existen resistencias dentro de un sector de la egiptología occidental en aceptar que la cultura egipcia tiene un marcado carácter africano, es preciso aclarar que todo lo que se expone a continuación tiene sustento científico, pese a lo cual, no ha logrado alcanzar consenso entre los investigadores. La razón de ello es, fundamentalmente, porque las evidencias y descubrimientos encontrados revolucionan por completo nuestra noción del Antiguo Egipto como civilización y cultura.

En el verdadero origen del Antiguo Egipto está la clave de todo. Es muy probable que el desarrollo inicial de la cultura egipcia no tuvo lugar en los márgenes del río Nilo, pese a que fue en este sitio donde se erigió su civilización. Para entender cómo pudo ser posible esto, tenemos que retroceder aún más en el tiempo y detenernos en el entorno físico y geográfico.

Egipto está situado en una encrucijada natural entre Asia y los mares Rojo y Mediterráneo, donde la vida se concentra en el amplio Valle aluvial del Nilo, que fluye por una profunda garganta con múltiples vertientes. El río separa el desierto occidental o líbico, de otro desierto oriental, que llega hasta la península del Sinaí. No obstante, el agua aflora en depresiones, que hacen posible el cultivo de cereales, legumbres y hortalizas. El clima es más seco y caluroso cuanto más se viaja hacia el Sur.

Desde el neolítico ha estado habitado por grupos humanos, y aunque este Valle siempre ha concentrado muchos recursos, era un hábitat impredecible y caótico, debido a las constantes e irregulares inundaciones causadas por el desbordamiento del Nilo, cuyas aguas se nutren de los monzones tropicales que caen en el lugar donde nace, en el lago Victoria, que se localiza en la actual Uganda. En aquel entonces era imposible que surgieran sitios o aldeas permanentes, puesto que no tenía mucho sentido edificar viviendas en zonas donde tarde o temprano el agua terminaría apareciendo.

Sin embargo, una alteración en los patrones climáticos mundiales ocurridos hace aproximadamente 12 mil años provocó un giro en la dinámica regional. Estamos hablando de la última glaciación que sufrió nuestro planeta (glaciación Würm), que provocó que las lluvias de monzón del centro del continente africano se desplazaran hacia el Norte, y en consecuencia, durante los siguientes cuatro milenios el Sahara se convirtió en un vergel, y muchas tribus nómadas que habitaban el Valle del Nilo migraron hacia el Sur, que era en aquel entonces un sitio mucho más tranquilo y apacible. Esto habría favorecido su transición del nomadismo al sedentarismo, lo cual a su vez aceleró su progreso cultural y la adquisición de nuevas habilidades y conocimientos.

Actualmente nos cuesta trabajo creer que alguna vez el Sahara estuvo cubierto de bosques y lagos, pero estudios recientes realizados conjuntamente por investigadores de la Universidad de Estocolmo, Suecia, y las universidades de Columbia y Arizona, Estados Unidos, lo comprueban. Y en este lugar aquellos hombres y mujeres abandonaron la caza y la recolección, y aprendieron la agricultura y la domesticación de animales. Con estos elementos ya estaban listos para poder desarrollar una cultura, que con el paso del tiempo se convirtió en la civilización de los faraones.

Oasis en el desierto del Sahara. Estos paisajes nos dan una idea de cómo pudo ser el Sahara hace 10 mil años. Fotografía: Wikimedia Commons.

Así parecen indicarlo yacimientos arqueológicos situados al interior del desierto, alejados unos cien kilómetros del Nilo, donde la presencia de megalitos, esculturas y construcciones de cierto tamaño nos hablan de un elevado nivel de organización. Sin embargo, hacia el año 6,000 a. C. se produjo un nuevo cambio climático, donde las lluvias volvieron a desplazarse hacia el Sur. El desierto reclamó su sitio, y la crudeza del clima obligó a las tribus a emigrar. Si bien algunos grupos persiguieron a las lluvias hacia el Sur, en el actual Sahel, muchos regresaron a las orillas del río Nilo.

Sin embargo, los que volvieron ya no eran los mismos de antes. Ahora ya poseían los conocimientos necesarios para enfrentarse con éxito a las características del terreno, al que lentamente se fueron adaptando. Esto explica el aparente retraso que tuvieron los egipcios con respecto a las regiones de Oriente Medio.

El punto de quiebre se dio con la utilización de las técnicas metalúrgicas, que al parecer estas sí irrumpieron desde Asia, ya que los egipcios continuaban dependiendo del uso de la piedra. La llegada de la metalurgia posibilitó la construcción de nuevas herramientas y técnicas de construcción, y los egipcios, acostumbrados a desarrollar su ingenio ante las adversidades naturales, avanzaron a pasos agigantados en su evolución.

Hacia fines del cuarto milenio antes de nuestra era, ya se podía apreciarse la diferencia cultural entre el Bajo y el Alto Egipto, al Norte y Sur respectivamente, división que se mantendría durante el resto de su historia. Finalmente Narmer, rey del Sur, se apodera del Bajo Egipto y comienza el periodo histórico de las treinta dinastías en las que se clasifica la historia antigua de Egipto.

De esta forma, la dispersión de las tribus que habitaban el Sahara derivó en la conformación no solamente del Antiguo Egipto, sino también la de otros pueblos africanos del Sahel y del Occidente del continente, con quienes los egipcios presentan parentescos. Así lo confirman un gran número de evidencias y similitudes. En las zonas saharianas y khartumianas encontramos, por ejemplo, elementos comunes, como los megalitos, la circuncisión, los tatuajes, las tierras asociadas a la serpiente, el carnero, las avestruces (cuyas plumas son el símbolo de la corona egipcia), el disco solar, los cráneos deformados por vendas y la momificación.

A su vez, algunas lenguas del oeste africano están emparentadas con las del Antiguo Egipto, y algunos autores encuentran semejanzas entre las figuras de los faraones con las figuras de las culturas Nok y Yoruba, en Nigeria, y también observan que los egipcios antiguos presentan una fisonomía similar a la de los hutus ruandeses de la actualidad.

Para los egipcios, el Sur era la tierra donde habitaban los dioses, lo que equivale a cierto reconocimiento sobre sus orígenes. No obstante, esto no significa que todos los antiguos egipcios fueran negros, asunto aún más polémico que el origen de la civilización, y si bien existe cierto consenso entre los investigadores de que en los primeros años de la civilización predominaron los rasgos negroides, confirme pasó el tiempo se produjeron mestizajes, encontrando más parecidos a los egipcios con los pueblos árabes, arios y otros asiáticos.

Ciertos autores, entre los que destaca el historiador burkinés Joseph Ki-Zerbo, afirman que la mayoría de los faraones que reinaron Egipto eran negros, sustentando sus hipótesis con algunos estudios realizados a las momias y observando sus rasgos. No obstante, los resultados de los estudios de la pigmentación de piel con rayos ultravioleta muestran resultados diversos, y si bien en algunos de ellos (como Tutmosis III y Ramsés III) se han confirmado su tez negra, los últimos faraones fueron blancos en su mayoría. Pero lo importante en la relación Egipto-África negra, desde mi punto de vista, no es tanto el color de la piel, sino el conjunto de elementos relacionados con el pensamiento, la cultura y la política.

La Esfinge de Egipto, que podría corresponder al faraón Kefrén, que reinó en el año 2,600 a. C., en la IV Dinastía. Muchos investigadores han definido su cabeza como la de “un auténtico negro”. Imagen de Iwo Bulski en Pixabay.

Al respecto, otra faceta poco explorada del Antiguo Egipto son los vínculos que sostuvieron con otros pueblos africanos. Algunas de las dinastías que gobernaron Egipto tienen su origen en los desiertos líbicos y en los Reinos de Nubia (ubicada en el actual Sur de Egipto y Norte de Sudán) y Aksum (en la actual Etiopía y Eritrea). Entre ellas destaca la XXV Dinastía, cuyos gobernantes provenían del mítico país de Kush, en la ya referida Nubia. De este lugar procedían el oro, los productos exóticos y los temibles guerreros armados que fueron llevados a Egipto. Teorías recientes revelan que este territorio tiene una antigüedad que podría ser contemporánea a la I Dinastía egipcia, es decir, un Estado muy similar a lo que fue Egipto, cuyos faraones dominaron este territorio para asegurarse sus recursos.

Como vemos, fue una civilización que tuvo un proceso que duró miles de años desde su concepción hasta su época de mayor esplendor. La invasión de los persas (año 525 a.C.) marcó el final de la época dorada del Antiguo Egipto, que después sería conquistado por griegos, macedonios, romanos, bizantinos y, finalmente, los árabes, quienes terminarían por asentarse social, cultural y religiosamente en lo que fue el centro de poder de los faraones.

Sin duda queda muchísimo por descubrir, pero lo que nadie puede ocultar es el invaluable legado del Antiguo Egipto a la humanidad, más del que nos podemos imaginar. A través de las rutas y caravanas comerciales su influencia cultural, religiosa, económica y política fue amplia y decisiva para el desarrollo posterior de otras culturas. Mantuvo contactos con Libia, Judea, Siria, Mesopotamia y Grecia, siendo un referente para todas ellas y determinante para su evolución.

Por ejemplo, la civilización helénica, considerada la base más importante para la conformación de la actual cultura occidental, se nutrió de la civilización egipcia. Muchas de las ciencias y disciplinas actuales tienen como su primer referente antiguo a un griego, no obstante, una buena parte del conocimiento que adquirieron provino de Egipto, hecho reconocido por diversos autores griegos, como Homero, Esquilo, Heródoto y Eurípides, por lo que realmente la ciencia griega es un renacimiento de lo que ya se había desarrollado en Antiguo Egipto, lo cual le coloca como la base de la base de gran parte de nuestra formación académica.

Desafortunadamente en la destrucción de la biblioteca de Alejandría se perdieron muchos documentos que resumían el alto conocimiento adquirido por los antiguos egipcios, pero hoy ya podemos dimensionar la gran relevancia que tuvieron dichos conocimientos. De manera rápida y muy general, éstas fueron los principales aportes e influencias de la antigua cultura egipcia, mismas que se podrían clasificar de la siguiente manera:

  • Humanidades: La civilización humanista vino desde África a Occidente a través de Egipto, cuyos habitantes estaban interesados en cuestiones de filosofía, ética, religión e historia, donde el origen del universo y el lugar del hombre en el mundo eran temas que provocaban acaloradas discusiones entre los filósofos egipcios. Además, fueron uno de los primeros pueblos en desarrollar la creencia de que había vida después de la muerte, y que cuando el cuerpo expira el alma sobrevive. Esto dio lugar al surgimiento de prácticas complejas, como la momificación, los entierros y demás ceremonias que siguen sorprendiéndonos por su originalidad, solemnidad y majestuosidad.
  • Escritura: Los antiguos egipcios inventaron una escritura jeroglífica o pictográfica para expresar conceptos, ideas y hechos, toda una proeza si se considera la época en la que se desarrolló y las limitaciones de los materiales que utilizaban. Si bien el papel es un invento que provino de China, los antiguos egipcios utilizaban los papiros para escribir, para lo cual creaban tinta mezclando jugo de planta con pegamento y agua. De la misma forma, dejaron reflejada su escritura en algunos muros.
  • Sociedad: A lo largo de su amplia trayectoria como civilización agrícola, los egipcios fueron capaces de crear y manejar una administración compleja y bien organizada, misma que se fue transformando y reinventando. No deja de sorprender el nivel de complejidad que alcanzaron en este aspecto, aunque se trató de una sociedad altamente jerarquizada y despótica. Ello fue posible en gran parte por el desarrollo de técnicas agrícolas novedosas, la creación de instrumentos como el arado y la hoz, y la construcción de canales. A su vez, practicaban el comercio por tierra y por mar con los pueblos y culturas cercanas. Contaban también con un complejo sistema tributario, y con asentamientos urbanos planificados, dando origen a ciudades como Menfis y Tebas.
  • Matemáticas: Mención aparte merece el avance que los antiguos egipcios tuvieron en este campo de estudio, alcanzando increíbles niveles de conocimiento. Se desarrolló ante la necesidad de sostener el complejo Estado faraónico y las actividades de la vida cotidiana, lo cual derivó en un sistema de numeración decimal y un conjunto de medidas de longitud. Destacaron sobre todo en la geometría y trigonometría. Tan solo por mencionar un ejemplo, se asegura que el teorema de Pitágoras fue literalmente copiado de los egipcios.
  • Ingeniería: Todo el amplio conocimiento matemático de los antiguos egipcios se aplicó en sus majestuosas e increíbles construcciones elevadas y subterráneas, donde las pirámides de Giza son el ejemplo más representativo y portentoso. Alcanzaron un nivel tan sofisticado, que sus planos eran tan exactos como los de los ingenieros modernos. Además tenían muchas nociones de mecánica e hidráulica. Tuvieron que pasar muchos siglos para que la humanidad igualara lo conseguido por los egipcios en este campo.
  • Medicina: Esta fue una de las ciencias donde más sobresalieron los egipcios. La práctica de momificación los convirtió en expertos en cuanto a la anatomía humana, y llegaron a identificar algunas enfermedades y sus remedios. Sus investigaciones abarcaron muchos aspectos complejos, entre ellos, las funciones del cerebro. Llevaron a cabo operaciones de cirugía, amputaciones y puentes dentales. Conocían la anestesia y sus efectos, y los médicos fomentaron el hábito del cuidado del aspecto físico y la higiene.
  • Astronomía: Al igual que en muchas otras culturas antiguas, en Egipto la astronomía era estudiada principalmente por un sector del sacerdocio, puesto que las observaciones astronómicas tenían una gran importancia en sus ritos sagrados. Lograron predecir eclipses, inundaciones del Nilo y el movimiento de los planetas, además del calendario solar más antiguo del que se tiene constancia. Se sabe también que utilizaban las estrellas para guiar la navegación marítima.

Si has llegado hasta este punto, probablemente te estés cuestionando algunas de las cosas que sabías del Antiguo Egipto, y justo es el propósito de este texto: crear una nueva base para redescubrir la civilización egipcia, tan importante en la historia universal, así como reivindicar su invaluable legado.

Todos estos avances, producto de miles de años de evolución, engrandecen la figura del Antiguo Egipto, lo cual es un orgullo para sus actuales habitantes y también para el resto de África. Descolonizar la historia y construir un relato integral y propio debe ser una labor permanente, y el estudio del Antiguo Egipto es un gran ejemplo de esta importante labor, y sobre el cual todavía existen muchos misterios que faltan por ser revelados, que engrandecerán aún más una cultura africana cuyos ecos perdurarán por siempre.


Carlos Luján Aldana

Economista Mexicano y Analista político internacional. Africanista por convicción y pasatiempo. Colaborador esporádico en diversos medios de comunicación internacionales, impulsando el conocimiento sobre África en la opinión pública y difundiendo el acontecer económico, geopolítico y social del continente africano, así como de la población afromexicana y las relaciones multilaterales México-África.

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