En África, de forma general, el tema del empleo ha estado un tanto desatendido, que con el paso de los años se convirtió en un problema que requiere de soluciones rápidas y eficaces, mismas que se han venido postergando, a pesar de ser un asunto crucial para el desarrollo económico y social de cualquier nación. Al respecto, exploramos a grandes rasgos esta situación a nivel continental.
Anteriormente en este mismo espacio he analizado el estado actual que guarda el continente africano en relación con diversos ámbitos del desarrollo social, como la salud, la educación y la alimentación, materias que sin duda se encuentran dentro de los grandes pendientes para muchos países. Pero no menos importante es la cuestión del empleo, que representa la culminación del proceso formativo de cualquier persona, ya que un trabajo digno significa, además de proveerle de su sustento diario, su plena realización dentro de la sociedad, aportando con sus conocimientos y experiencia al desarrollo de su comunidad y país.
No hace falta recalcar la gran importancia que representa la creación de puestos de trabajo y la puesta en marcha de programas y políticas públicas en esta materia, que requiere de la coordinación entre los sectores público, privado y la sociedad civil, quienes deben crear las condiciones necesarias para el acceso a este derecho con igualdad de oportunidades y con los conocimientos, competencias, habilidades y aptitudes que requieren los empleadores.
Pero en el caso específico de muchas naciones africanas estas condiciones están lejos de cumplirse, considerando los niveles de pobreza, inseguridad alimentaria, conflictos armados, desnutrición, la proliferación de las enfermedades y las altas tasas de deserción de la educación básica. Bajo estas premisas, es muy complicado generar un ambiente propicio para fomentar el empleo decente y de calidad.
Si bien es cierto que no podemos generalizar la problemática del desempleo y la precariedad laboral para todo el continente (que lo mismo aplica para cualquier otro tema), dada la complejidad del asunto aún dentro de cada país, conviene muchísimo establecer un panorama sobre las características y los obstáculos comunes, considerando el enorme reto que toda África tiene por delante: de mantenerse constantes los actuales ritmos de crecimiento de la población, se deberán crear entre 15 y 18 millones de puestos de trabajo cada año.
Es insostenible que los gobiernos africanos continúen dejando para después las políticas que se necesitan para el fomento al empleo. Obviamente parte de la solución pasa por el fortalecimiento de la política social, un avance en la pacificación del continente, el buen gobierno y el combate a la inseguridad, la violencia y la pobreza, pero también es preciso derribar muchos obstáculos y atacar las debilidades específicas en la materia. Al respecto, los principales factores que se presentan en todo el continente son los siguientes:
- La agricultura de subsistencia es la actividad económica preponderante y la mayor fuente de ingresos para la población africana.
- Muchas personas trabajan en empleos informales, mal remunerados y poco productivos, por lo que no tienen acceso a los esquemas de protección y seguridad social.
- La existencia de múltiples inconsistencias en la oferta laboral dentro del sector formal, relacionadas con clientelismos, excesiva burocracia y actos de corrupción gubernamentales.
- El acceso desigual de las personas al mercado laboral, que con frecuencia se encuentra fuertemente determinado por el género, el color de la piel y la pertenencia a un determinado grupo étnico.
- El proceso de urbanización acelerado y caótico atrae migrantes de las zonas rurales a las ciudades, pero éstos no pueden encontrar empleos de calidad ni poseen las habilidades que exigen los mercados. Esto genera una mayor presión y competencia en los procesos de búsqueda de empleo.
- La persistencia de malas condiciones de trabajo, sobre todo en las plantaciones y en las minas.
Pese a ser un tema de gran trascendencia, en África aún no ha sido abordado con la profundidad y seriedad que se merece. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha publicado algunos informes donde se abordan aspectos como trabajo infantil, el papel de las organizaciones sindicales, protección laboral, sueldos y salarios. No obstante, seguimos desconociendo muchos aspectos y características de los mercados de trabajo en el continente.
En la siguiente gráfica se muestra la evolución en África del principal indicador relacionado con este tema, que es la tasa de desempleo, misma que se ha mantenido constante, en un rango de entre un 8 y un 9.5% de la Población Económicamente Activa. No debemos perder de vista que se trata un promedio general para todo el continente, pero independientemente de esto, tenemos elementos suficientes para sustentar que en realidad el desempleo es mayor a lo mostrado.
Los resultados de un reciente sondeo que se realizó a 45 mil 676 personas en 34 países africanos muestran que dos tercios de los entrevistados no desempeñaban un trabajo por el cual percibieran algún ingreso en efectivo, mientras que sólo el 35% posee un empleo activo, sin profundizar en las características del mismo, las funciones laborales ni el ambiente laboral. Pero lo que más llama la atención es el hecho de que el 37.10% de las personas encuestadas declaró que no tiene la intención, por el momento, de buscar trabajo.
En las siguientes gráficas se visualizan los resultados desagregados y completos, donde observamos que la situación de empleabilidad es muy diversa entre los países, y si podemos extraer alguna regla, se observa que los países políticamente más estables (Ghana, Tanzania y Mauricio), se encuentran dentro de los mejor posicionados, y por el contrario, los países de las regiones de África Occidental y África del Sur es donde se percibe mayor desempleo, y donde la ciudadanía se encuentra en búsqueda activa.
No obstante, hay que tomar con cuidado estos resultados, que no pueden pasar como representativos para todo el continente, aunque sí nos ofrece un mayor acercamiento al asunto, y pone al descubierto las enormes lagunas de desconocimiento que hay que cubrir de algún modo. En este sentido, más de 500 millones de africanos viven en un país que no ha llevado a cabo ninguna encuesta sobre su población activa.
Poco de lo que se dice acerca del desempleo en África representa su realidad. La ausencia de datos estadísticos creíbles hace que las soluciones y propuestas sean dudosas. Para poder atacar el problema hay que tener información suficiente y estadísticamente significativa sobre el fenómeno para tener una mayor certeza sobre lo que hay que hacer y cómo se tiene que actuar.
Pero a la par de la generación de datos, aún más importante es la puesta en marcha de acciones globales e integrales en materia de empleo. No es suficiente la creación de puestos de trabajo, sino que éstos sean de calidad, que se ofrezcan salarios justos y se aseguren prestaciones, protección y seguridad laboral. Muchos países han aprobado reformas laborales buscando mejorar el acceso al empleo, fortalecer los esquemas de seguridad social y ajustarse a los parámetros establecidos por la OIT. Sin embargo, estos cambios al marco legal no van acompañados en muchos casos de la creación de empleo que se requiere.
Los mercados de trabajo africanos se encuentran en desorden, y se caracterizan por una incompatibilidad entre la oferta disponible y las habilidades de la población, fundadas en las limitaciones de la educación y la capacitación. Pero antes de fortalecer los mercados de trabajo, los africanos necesitan crearlos. África cuenta con el capital humano suficiente para producir lo que quiera, pero paradójicamente, necesita formar no solamente profesionistas en todas las áreas, sino también empresarios en todos los niveles y la proliferación de oficios.
Este asunto no es exclusivo de los Estados. El florecimiento del empleo tendrá que ir necesariamente de la mano con la creación de empresas locales y nacionales. La inversión extranjera se encuentra lejos de convertirse en una fuente importante de creación de empleos, ya que por lo general los proyectos ocupan mano de obra extranjera ante la poca calificación de los trabajadores africanos, y en consecuencia no están integrados con el resto de la economía. Por lo tanto, se requiere un marco regulatorio apropiado para integrar el sector extractivo con el resto de la economía, enfocado a la generación más puestos de trabajo para la población local, formación educativa y políticas de industrialización.
Pero actualmente son pocas las naciones africanas que cuentan con economías y mercados estables, y siguen contándose por millones los africanos que no tienen acceso a oportunidades laborales en sus lugares de origen. Esto ha dado lugar a un fenómeno muy relacionado con este problema: la migración. Se calcula que el 32% de la población de África quiere abandonar su patria en busca de un empleo, generando fuertes presiones sobre los mercados de trabajo en los lugares de destino.
Basta con echar un vistazo en Sudáfrica para comprender la magnitud del problema. Los niveles de actividad económica en este país, la extrema desigualdad que generó el sistema del Apartheid y el arribo de un importante número de migrantes de otros países africanos con diversos grados de formación académica han provocado un desbordamiento de la oferta de trabajo.
El problema ha escalado a tal grado que Sudáfrica encabeza la lista de los países del continente con los mayores niveles de desempleo, tal como vemos en el siguiente cuadro, en el que también se encuentran todos sus vecinos, sin excepción. Esto ha provocado mayor desigualdad, el estallido de huelgas por las malas condiciones de trabajo y un ambiente tenso de xenofobia hacia los migrantes extranjeros.
Por su parte, en el Norte de África y el Magreb también tenemos mercados laborales más o menos desarrollados, los trabajadores se encuentran agrupados por grandes sindicatos (por lo general controlados por el Estado) así como importantes industrias que producen y generan trabajo. Y aunque aquí también el desempleo es alto, el mayor problema de esta región son los sueldos, que son los más bajos del planeta, por lo que los trabajadores no alcanzan a cubrir sus necesidades básicas con sus ingresos, en medio de un ambiente de explotación y represión. En Egipto y Túnez las protestas por los derechos laborales fueron parte del germen que desembocó en la caída de los regímenes autoritarios que lo gobernaban hace casi diez años, en el marco de las primaveras árabes.
Todo esto que sucede en el Norte y el Sur del continente no pude pasar desapercibido, ya que la falta de oportunidades de empleo es el origen de otros problemas, que a su vez podrían desembocar en otros de mayor alcance. Para romper esta cadena habría que partir desde el comienzo de la misma, para lo cual los diversos estados africanos tendrán que incorporar el empleo como parte integral de sus planes de desarrollo, políticas y programas, en sintonía con los esfuerzos en materia de educación, salud, nutrición y pacificación de regiones en conflicto. En relación con este último, se encuentra cierta correlación entre el crecimiento de los salarios con los niveles de estabilidad y democracia, un punto más a favor hacia el fortalecimiento de las misiones de paz en el continente.
Pero el reto más grande sigue siendo la extensión de la protección social a una mayor proporción de la población. Las tasas de cobertura de los esquemas de seguridad social son más altas en los países del Norte de África y en países como Sudáfrica y Mauricio. Pero muchos países africanos están por debajo del 10% de cobertura.
Otro tema relacionado sumamente delicado es el de las pensiones. En años recientes, los expertos han sugerido que las transferencias en efectivo o en especie es la forma más eficiente de hacer llegar los beneficios a la población más vulnerable y remota. El debate continúa vigente.
Las necesidades y requerimientos laborales pueden diferir de país en país, pero los africanos deben hacer énfasis en el desarrollo del sector agrícola, actividad que emplea a la mayoría de los africanos. De igual forma, es muy importante generar alianzas con las escuelas y universidades para impulsar la formación integral de las y los africanos, y que adquieran competencias en las tecnologías de la información y comunicación a través de becas y otros tipos de apoyos.
Para ello, desde mi punto de vista, la mejor política laboral que los países africanos pueden implementar debe tener dos ejes estratégicos: uno a nivel nacional donde fortalezcan su sentido de pertenencia a su entorno y otro a nivel continental y mundial, donde aprendan las técnicas y conocimientos necesarios para posteriormente implementarlos y adecuarlos en sus países.
Los desafíos de los africanos en materia de empleo en la próxima década son claves y evidentes. Lo que está en juego es sumamente importante. Tener éxito significará generar empleos de calidad y productivos para crear un mejor futuro. La transformación de la economía debe ser inclusiva, con oportunidades para todos, pero concentrando los esfuerzos en las mujeres, los jóvenes y otros grupos marginados. Nadie, absolutamente nadie, debe quedar fuera.