Las Ayudas al Desarrollo en África, ¿parte de la solución o parte del problema?

En las últimas décadas el mundo ha concretado algunas alianzas y estrategias que tienen el objetivo de reducir las desigualdades y disparidades económicas, así como fomentar el desarrollo de las regiones menos favorecidas, como África. Al respecto, uno de los principales esquemas de este tipo son las Ayudas Oficiales al Desarrollo. A continuación se detalla la implementación, eficiencia, funcionamiento y resultados que han tenido este tipo de ayudas dentro del continente.

¿Qué es la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD)?

En términos generales, la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) es el envío de dinero, ya sea en forma de donaciones, transferencias o préstamos con tasas de interés muy bajas, de los países desarrollados (donantes) hacia los países en desarrollo (receptores), con la finalidad de que estos últimos accedan a estos recursos adicionales para enfrentar sus problemas económicos y cubrir sus necesidades más apremiantes.

En primera instancia, no resulta tan sencillo identificar adecuadamente las características de este esquema, que suelen confundirse con los flujos de inversión extranjera, de deuda externa, y aún con las labores asistencialistas o altruistas que realizan algunos organismos, instituciones internacionales y diversas ONG’s. De hecho, las AOD pueden definirse como una combinación de todos ellos.

No obstante, lo que distingue a las AOD es que su móvil aparentemente no es la ganancia o el interés privado, sino procurar el desarrollo a través de una red de políticas y acciones definidas por las partes involucradas, con metas y resultados concretos, todo bajo el compromiso ético y moral que asumen las principales potencias mundiales para apoyar a las “naciones pobres”.

Fue en el marco de la Asamblea general de las Naciones Unidas donde se definieron por primera vez los objetivos de este tipo de transferencias, con la adopción en 1970 de su Resolución 2626 (XXV), donde se acordó que todo país económicamente desarrollado tendrá que esforzarse por otorgar recursos económicos a los países en desarrollo, ya sea de forma bilateral o multilateral, con la finalidad de reducir la desigualdad entre países y combatir la pobreza.

Esta encomienda ha sido abrazada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), foro que reúne a los países más desarrollados, quienes a través de su Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD), brindan ayuda financiera a los países en desarrollo con el compromiso de que cada país miembro de este Comité otorgue montos equivalentes al 0.7% de su Producto Nacional Bruto (PNB) a través de sus entidades públicas u organizaciones no gubernamentales que operen en el país donante.

El CAD opera con base en una serie de criterios y directrices bajo los cuales se seleccionan a los beneficiarios de las ayudas, así como los montos que se les otorgan a cada país en desarrollo. Estos aspectos tienen que ver, principalmente, con los siguientes temas:

  • Estadísticas y financiación del desarrollo.
  • Efectividad del desarrollo.
  • Conflicto y fragilidad.
  • Riesgo y resiliencia.
  • Gobernabilidad.
  • Medio ambiente.
  • Igualdad de género.
  • Reducción de la pobreza.

El otorgamiento de este tipo de ayudas puede parecer una buena idea para disminuir el atraso económico en los países subdesarrollados, particularmente en África, pero tras esta figura se ocultan muchas condiciones e intereses políticos que hay que tener mucho en cuenta. Veamos.

Implementación e impactos de las AOD en África.

Las AOD son un tema bastante polémico tanto dentro como fuera de África, ya que trae consigo elementos de carácter moral y ético, generando una polarización muy evidente en torno al tema.

Por un lado, hay quienes aseguran que, debido a las condiciones geográficas adversas en algunas regiones, muchos países no cuentan con la capacidad para realizar inversiones y aumentar su productividad, por lo que las transferencias monetarias son un estímulo para generar un círculo virtuoso para el país receptor. Estos argumentos los sustentan, principalmente, en el éxito que tuvo el Plan Marshall en Europa.

En cambio, aquellos que se muestran más pesimistas sostienen que las AOD son innecesarias, impiden que los gobiernos busquen sus propias soluciones y fomenta la holgazanería. Por ende, lo mejor que pueden hacer los africanos en confiar en el mercado y sus modelos de crecimiento.

Ambas posturas tienen sus puntos fuertes y débiles, aunque quizá lo más importante del asunto es el análisis del funcionamiento y operación de las AOD, y no tanto a su naturaleza teórica. Por ello, el debate de fondo gira en torno a la erradicación total del esquema actual de las AOD, o bien optar por un cambio de paradigma y modelo. Al respecto, y tomando en cuenta la situación económica actual de África, obviamente dudaríamos sobre la eficacia de las AOD en el continente. Pero vayamos por partes.

Siendo la región económicamente menos desarrollada del mundo, África es el principal receptor de AOD. Con base en datos de la OCDE, en 2017 los flujos de ayuda hacia África registraron un valor de $52,800 millones de dólares, casi un tercio de la AOD total. En el siguiente cuadro se observan a los 10 principales países receptores de las AOD en ese mismo año.

Elaborado con datos de la OCDE.
Elaborado con datos de la OCDE.

Aquí vemos que son los países más poblados (Etiopía y Nigeria); los que mayor han sufrido los estragos de la guerra (República Democrática del Congo, Sudán del Sur y Somalia); y aquellos en los que las ayudas han tenido más éxito (Tanzania, Kenia, Uganda y Mozambique) los que reciben mayores recursos. También cabe mencionar que el 10.71% de la cantidad total que África recibió en forma de AOD fue otorgada multilateralmente, es decir, se destinó al financiamiento de proyectos, misiones u organizaciones, no a un país en especial.

Pese a la existencia de criterios para el cálculo de los montos de las ayudas, éstos no son del todo imparciales, y son susceptibles de convertirse en un instrumento político para “castigar” o “premiar” a determinados países con base en los intereses geopolíticos de los donantes.

Aunado a ello, las potencias se enfrentan al dilema de otorgar más ayudas a los países que han implementado de forma eficiente los recursos que se le otorgaron, o bien, a aquellos que son más pobres, que necesitan más la ayuda, pero sus gobiernos han despilfarrado el dinero. Con base en lo mostrado en el cuadro anterior, los donantes se están inclinando más hacia el primer criterio, pero la decisión es incómoda.

Son muchísimas las necesidades que tiene que resolver África, por lo que establecer prioridades es una tarea complicada, así como la distribución de las ayudas. Gran parte del dinero otorgado por los donantes no viene etiquetado de antemano, por lo que éste pasa directamente a las arcas de los Estados y a sus presupuestos, y cada uno de ellos son libres de ejercer estos recursos del modo que mejor les parezca. Esta situación ha generado en situaciones contrarias a los objetivos de las AOD, como el aumento de la corrupción y al financiamiento de conflictos.

También tenemos el problema de la insuficiencia de recursos financieros en forma de AOD. Los países miembros del CAD sólo otorgaron el 0.31% de su PNB combinado en 2017, lejos del objetivo del 0.7% propuesto. El Secretario General de la OCDE, Ángel Gurría, reconoce que no se está enviando el dinero suficiente en forma de AOD, y que los países donantes tendrán que redoblar los esfuerzos para alcanzar el objetivo para extender la estabilidad y lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Por lo anterior, el papel protagónico de las AOD en las economías africanas ha venido disminuyendo con el paso del tiempo. Pero además, han aparecido otros donantes que no son miembros de la OCDE, como China, Emiratos Árabes Unidos y Turquía, que otorgan recursos financieros en esquemas similares a las AOD, quedando obsoleto el escenario que se tenía en los sesenta y setenta, cuando surgió el esquema de las ayudas al desarrollo.

Esto no necesariamente es una mala noticia para África, donde el impacto de las AOD en el crecimiento de las economías africanas no está tan claro. En este artículo se concluye que la ayuda parece ser más eficaz en contextos de mayor vulnerabilidad, a corto plazo y con rendimientos decrecientes. Se estima que en 30 años la AOD sólo ha contribuido con el 1% anual de crecimiento en los países africanos.

A su vez, tanto donantes como receptores no están lo suficientemente comprometidos con este esquema, y sus intereses están volcados en otros asuntos. En 2012 la repatriación de beneficios en África representó el 5% de su PIB contra 1% de la AOD; los migrantes africanos residentes en Europa envían en remesas un 50% más del monto de las ayudas; y Europa gasta más en patrullar sus fronteras que lo que otorga a África como ayuda.

Estos resultados han reforzado la hipótesis de que este tipo de ayudas no alivian la pobreza, por lo que se está comenzando a buscar nuevas formas de obtener recursos financieros para las economías africanas. Por ejemplo, la recaudación de impuestos ha aumentado un 64% en la década 2004-2014, frente al 44% de crecimiento que ha experimentado la Ayuda Oficial al Desarrollo en ese período. Además, está demostrado que las AOD reducen la capacidad de los gobiernos para generar y movilizar ingresos fiscales, dada la multiplicación de esfuerzos para administrar la ayuda, lo que provoca distorsiones en las estructuras de pago y en los sistemas presupuestarios.

Perspectivas de la AOD en África.

Las AOD pueden ser un complemento idóneo para que las economías africanas terminen de desarrollarse y ser más competitivas a nivel global, pero nunca deben convertirse en un elemento integral de su crecimiento, ni mucho menos ser dependientes de este esquema.

Seguramente los flujos de AOD van a continuar, pero los montos serán cada vez menores ante una mayor diversificación de las fuentes de financiación. Se ha comprendido correctamente que la AOD y la inversión extranjera deben ser integradas de forma transversal y coordinadas en las políticas de los Estados, trabajando de la mano con organismos bilaterales, multilaterales u ONG.

Deberían ser los propios africanos los que tomen la iniciativa, y se propongan el objetivo de crear economías con un alto contenido regional y nacional, pues cuentan con lo suficiente para alcanzar ello. Resulta paradójico que los mismos países que explotan los recursos naturales del continente africano después regresen una parte mínima de las ganancias en forma de ayudas. El problema es, pues, la inadecuada gestión de los recursos y la incapacidad técnica para transformar los recursos naturales en bienes y servicios con valor agregado. Los africanos han comprendido que no necesitan que otros les hagan la casa, sino aprender cómo construirla. Ningún tipo de ayuda estorba siempre y cuando se realiza de forma desinteresada y responsable.


Carlos Luján Aldana

Economista Mexicano y Analista político internacional. Africanista por convicción y pasatiempo. Colaborador esporádico en diversos medios de comunicación internacionales, impulsando el conocimiento sobre África en la opinión pública y difundiendo el acontecer económico, geopolítico y social del continente africano, así como de la población afromexicana y las relaciones multilaterales México-África.

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