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La falta de agua potable es un asunto de extrema importancia en el continente africano, que en conjunto, y sin duda, atraviesa por una grave crisis al no ofrecer un suministro adecuado, suficiente y de calidad de este vital líquido. Sin embargo esta crisis es con frecuencia mal entendida y atendida, por lo que a continuación se ofrece una visión global sobre este problema y sus facetas más importantes.
El agua es un elemento que se está íntimamente relacionado con todos los aspectos del desarrollo humano y de la vida misma, siendo imprescindible para poder llevar a cabo nuestras actividades cotidianas. En la actualidad es alarmante la cantidad de personas en el mundo que sufren por la falta de un servicio o fuente regular de agua: según un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor de 2,200 millones de personas en todo el mundo no cuentan con servicios de agua potable gestionados de forma segura.
Esta triste situación es particularmente preocupante en el continente africano, donde más de la mitad de la población bebe agua de fuentes no protegidas. Además, sólo el 24% de los habitantes del continente tienen acceso al agua potable, y el 28% a instalaciones de saneamiento no compartido con otros hogares.
Estos datos reflejan la gran labor que tienen por delante los Estados africanos para garantizar el acceso universal al agua potable, que está reconocido como derecho por la ONU desde 2010. Por ello, este asunto se ha convertido en uno de los temas prioritarios de la agenda mundial, siendo uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030, así como uno de los componentes estratégicos en el marco del combate a la pobreza, dado que el agua es esencial para alcanzar otras metas no menos importantes, como la salud, la seguridad alimentaria, la higiene personal, la educación, la economía, e incluso, la paz y estabilidad. Se asegura, con razón, que la mejora del abastecimiento de agua, del saneamiento y de la gestión de los recursos hídricos tiene un potencial muy grande para impulsar el desarrollo económico de los países y contribuir en buena medida a la reducción de las desigualdades sociales.
Tomando en cuenta la relación directa entre la pobreza y la falta de agua, resulta hasta cierto punto sencillo afirmar que África, una de las regiones del mundo que presenta los índices de pobreza más altos, se encuentre en dicha situación debido a la escasez de agua en su territorio. No obstante, la percepción de que África está enfrentando una escasez crónica de agua no es del todo cierta.
El continente en su conjunto concentra abundantes y valiosos recursos hídricos. El gran problema es que éstos se encuentran desigualmente distribuidos entre las regiones del continente. En la siguiente gráfica se muestra la cantidad de recursos hídricos renovables del continente, donde vemos que África Central se concentra prácticamente la mitad de los recursos del continente, mientras que en el norte del continente la proporción es mínima. Vale la pena subrayar que solamente la República Democrática del Congo contribuye con el 22.79% de los recursos hídricos de toda África.
Pese a ello, es curioso observar que es el norte de África la región del continente que registra mejores indicadores en cuanto al acceso al agua potable y saneamiento, que oscilan entre el 80 y 97 por ciento de su población. Por el contrario, en África Subsahariana menos de la mitad de la población tiene acceso al agua potable. De acuerdo con un estudio del Institute of Security Studies (ISS), en el 2015, 311 millones de personas al Sur del Sahara no tenían acceso a una fuente segura de agua potable, una proporción ocho veces más alta que cualquier otra región en el mundo. Además, 682 millones vivían sin un servicio de saneamiento adecuado, que representa más del 70% de la población.
De esta manera resulta irónico que en la región del continente más árida existan menos personas que sufran por falta de agua, mientras que en las zonas con mayores recursos hídricos la crisis de agua sea una realidad. Este hecho desmonta totalmente la creencia de que en África no hay suficiente agua potable, un mito que muchos científicos y especialistas en este campo están demostrando que es falso.
Pero entonces, ¿qué es realmente lo que ha llevado a la población africana a padecer por falta de agua? La respuesta la encontramos en factores de corte económico, técnico y gubernamental relacionados con la ineficaz e ineficiente distribución y gestión de los recursos hídricos hacia los asentamientos humanos y las actividades económicas que requieren agua para su subsistencia, que impactan directamente en las condiciones de vida de las y los africanos.
A su vez, en los últimos años los efectos adversos del efecto invernadero sobre el continente están ocasionando notables alteraciones climáticas, que incluyen, entre otras consecuencias, que los ecosistemas en algunas partes se vean sometidas a un mayor estrés hídrico, lo que se traduce en una reducción de los recursos de agua dulce en términos de cantidad.
Por tal motivo, la crisis del agua en África es un fenómeno tanto natural como humano, aunque este último factor es el de mayor peso. África es la segunda región del mundo más calurosa, sólo por detrás de Australia, y como tal, es vulnerable a fenómenos climatológicos adversos. Y en las últimas décadas la sobreexplotación de sus recursos hídricos ha llevado a una escasez física, contribuyendo a la reducción de su superficie acuática, como la que se observa en los grandes lagos del continente, como el Nakivale, Nakuru y Chad.
Una de las principales causas de la sobreexplotación de los recursos hídricos es la alta densidad poblacional en determinadas zonas (como en Nigeria, el delta del Nilo y la región de los grandes lagos) lo cual hacen presión sobre los recursos hídricos cercanos. Así, la urbanización es un componente que estimula una mayor demanda de agua, y considerando que las ciudades africanas están creciendo a un ritmo sorprendente, es cuestión de tiempo para que la crisis de agua se agrave en las principales ciudades y capitales africanas si no se invierte en la infraestructura necesaria y se implementen programas de reordenamiento urbano.
El problema de fondo, como ya lo hemos recalcado, es la distribución desigual de los recursos hídricos del continente. Las principales fuentes provienen de largos y caudalosos ríos, como el Congo, Nilo, Zambezi y Níger, así como el segundo lago más grande del mundo, el lago Victoria, situación que genera que algunas naciones tengan agua suficiente, y otras por el contrario, sufran por falta de la misma. En el siguiente cuadro se muestran aquellos países de África que cuentan con los mayores y los menores recursos hídricos por cada habitante al año, diferencia que es abismal.
También destacamos que más del 80% de los ríos y lagos del continente son administrados por dos o más países que dependen de sus flujos de agua, por lo cual los Estados africanos necesitan llegar a consensos multinacionales, de forma que todos accedan al agua que necesitan. Lamentablemente este tipo de acuerdos aún no están generalizados. Por el contrario, la posesión de agua es una causal de conflictos de diversa intensidad. Para muestra tenemos la Gran Presa del Renacimiento Etíope, cuya construcción desató controversia y tensiones entre Etiopía, Sudán y Egipto por el impacto que tendrá en la cantidad de agua que fluye por el río Nilo en las tres naciones.
Este tipo de conflictos revela que, en África en especial, el agua es un asunto de seguridad nacional, comenzando por la producción de alimentos y asegurar la soberanía y seguridad alimentaria. Una buena parte del uso humano del agua se da en la agricultura, por lo cual una adecuada gestión y uso del agua en esta actividad es trascendental para elevar la calidad de vida de los agricultores africanos.
Otra faceta importante de la crisis del agua en África es la falta de saneamiento y la infraestructura necesaria para el correcto tratamiento y canalización de aguas residuales. Se estima entre un 60 y 70 por ciento de los residentes urbanos africanos sufren este problema. Y de acuerdo a la OMS, la falta de buen saneamiento es responsable de la alta prevalencia en enfermedades como diarrea y cólera, así como la mortalidad infantil. La calidad del agua para uso humano nunca ha representado una prioridad. El agua contaminada acelera la propagación de enfermedades y la aparición de condiciones antihigiénicas, relacionadas con la aparición de enfermedades infecciosas.
También es una realidad que muchas fuentes de agua en África no están limpias, no se encuentran en cantidades suficientes y están lejos de los hogares. En África Subsahariana las mujeres y las niñas suelen caminar una media de seis kilómetros al día para llevar agua a sus hogares, tiempo que podría ser utilizado en un trabajo que les reporte ingresos para mejorar sus economías. De esta manera, el combate a esta crisis no puede realizarse sin una perspectiva de género.
Por otro lado, y según el informe sobre Agua y Cambio Climático 2020 de la UNESCO, los impactos del cambio climático sobre los recursos hídricos africanos ya son agudos, entre los que destaca la disminución de las precipitaciones. Las regiones con mayor vulnerabilidad son el Cuerno de África y el Sahel, altamente expuestas a la desertificación y las sequías. También se alerta sobre la contaminación del agua por factores no relacionados con el clima, como el crecimiento de las ciudades, el desarrollo económico y los conflictos, que plantean serios desafíos para el logro de los ODS definidos en la Agenda 2030 y la Agenda 2063 de la Unión Africana.
De esta forma, los gobiernos están mal preparados para enfrentarse a los retos y desafíos en la materia. Los ecosistemas marítimos y terrestres son vulnerables al aumento en el nivel del mar. Al mismo tiempo, el cambio climático impulsa la migración. Es por ello que se necesitan adoptar medidas de coordinación, evaluación e investigación y desarrollo de infraestructura resiliente, cuya construcción requerirá de una inversión estimada en unos 122 mil millones de dólares para toda África antes de 2030 para que se consigan alcanzar las metas inscritas dentro del ODS 6: Agua limpia y saneamiento.
De esta manera, por supuesto que en estos momentos es posible alcanzar este objetivo, siempre y cuando los gobiernos africanos están dispuestos a asumir real y prácticamente el compromiso de garantizar el acceso universal al agua potable, a pesar de la existencia de factores climatológicos que amenazan con reducir la cantidad de agua disponible en las principales fuentes del continente.
Sí, África se enfrenta a una crisis del agua, misma que es más de corte económico que natural, aunque el cambio climático es un aspecto que va adquirir cada vez más importancia en el futuro. Posiblemente el continente no tendría que soportar una crisis como ésta si el tratamiento, gestión y uso de agua se realizara a nivel municipal y local, por lo que un frente de batalla importante sería otorgar mayores facultades a las autoridades locales, ya que mediante la comprensión de las especificidades geográficas a este nivel son sumamente importantes para que los servicios de agua y saneamiento lleguen hasta los rincones más apartados.
Es criminal e inaceptable el hecho de que todavía millones de africanos sufran por falta de agua habiendo la cantidad suficiente para todos. Muchos países necesitan transitar urgentemente hacia un nuevo sistema de gestión técnica y financiera adecuada para garantizar un suministro eficaz del vital líquido, lo cual requiere que los usuarios paguen tarifas que permiten la recuperación de costos, y que sean asequibles para los más pobres.
Hay una contradicción aparente de considerar el agua, de manera simultánea, como bien común o público, y bien privado. Sin embargo, y a pesar de que distribuir el agua desde las fuentes o mantos acuíferos hasta las tomas en los hogares consumidores tiene un costo que tiene que ser cubierto de algún modo, no hay que olvidar que el agua es un derecho humano, por lo que los Estados africanos deben asumir la tarea de proporcionar servicios de agua potable y saneamiento de calidad, posiblemente a través de subsidios y estímulos de diverso tipo, pero ante todo, debe imperar el principio de que el agua no se le niega a nadie.
Por supuesto que la generación de infraestructuras relacionadas con la gestión del agua potable también es muy importante, ya que la mayoría de la que existe en el continente es inadecuada e inefectiva, y el mantenimiento a la red de tuberías y drenaje es nulo o insuficiente. Por su parte, las presas son necesarias para impulsar proyectos de irrigación y de generación de electricidad, pero sustentablemente ya no son tan buena opción, considerando los desequilibrios ecológicos, sociales y económicos que generan.
Finalmente, el agua, tanto en África como en el resto del mundo, tiene que ser pensada en cuanto territorio, inscrita en la sociedad y en la naturaleza, que cuando fluye da origen a la vida. De ese modo, no puede ser tratada de modo aislado, como si fuera un problema científico. Todos los seres vivos estamos inmersos en el ciclo del agua, material y literalmente hablando. De igual forma, todo el sistema agrario e industrial está inmerso en este ciclo.
En consecuencia, los seres humanos debemos estar conscientes de que formamos parte de ese ciclo, que si se altera, las consecuencias serían fatales para la vida en este planeta. Todo esto nos empuja a todas y todos a asumir compromisos y responsabilidades en torno a la cultura del cuidado y buen uso del agua. Es una cuestión de vida, de desarrollo económico y de salud pública.