Estatua que representa a Gaspar Yanga, en el pueblo que fundó y que actualmente lleva su nombre. Fotografía: Wikimedia Commons.
Gaspar Yanga es uno de los principales personajes históricos afrodescendientes en nuestro país. Sin embargo, el movimiento que encabezó y lo encumbró como un referente para los miembros de esta comunidad se encuentra olvidado e incompleto. Por ello, en este artículo se intenta avanzar en el conocimiento que tenemos sobre él, reconstruyendo y rescatando su figura, su biografía, su legado y el lugar que se merece en la historia de un país al que aún le cuesta trabajo reconocer sus raíces africanas.
La historia nos cuenta que Miguel Hidalgo y Costilla es el padre de nuestra patria. Y es verdad, el cura de Dolores fue el iniciador del movimiento que desembocó en la independencia de México. Pero, ¿y si te dijera que fue realmente un esclavo negro africano el primero que luchó por la libertad en nuestro territorio? Más de uno se escandalizaría con esta afirmación, que revoluciona nuestra percepción como nación. No obstante, este hecho es cierto. Existen muchos pasajes y hechos pasados que no se han estudiado con profundidad o se encuentran ocultos, particularmente en la época colonial, y este es uno de ellos. Por ello, a continuación se describe lo que se sabe de Yanga, el príncipe que vino de Gabón que se convirtió en esclavo; el esclavo que se convirtió en cimarrón; y el cimarrón que desafió el sistema virreinal de la Nueva España.
La sublevación de Gaspar Yanga.
Nos remontamos a inicios del Siglo XVII, doscientos años antes del grito de Dolores. Gobernaba en la Nueva España el virrey don Luis de Velasco, en su segundo mandato al frente de la colonia. Desde los tiempos del primer virrey, Antonio de Mendoza (1535-1550), no habían tenido lugar en México sublevaciones de esclavos. Pero en los primeros días de 1609 comenzaron a tenerse sospechas en la capital de que se tramaba una insurrección, y las denuncias se multiplicaban entre los vecinos. Primeramente, el virrey no creyó los rumores, pero mandó azotar públicamente a varios esclavos negros que se encontraban presos para tranquilizar el ánimo de los habitantes.
Sin embargo, pronto llegaron noticias desde Veracruz que confirmaron la veracidad de un levantamiento de negros, quienes estaban escondidos en las montañas que se extienden entre el cofre del Perote y el Citlaltépetl (pico de Orizaba). El número de insurrectos aumentaba rápidamente, y se componía principalmente de cimarrones (esclavos de origen africano que habían escapado del trabajo forzado impuesto por sus amos), pero también había hombres de castas que buscaban refugio.
Vivían aquellos hombres de los frutos de la tierra, que por ser tan fértil, producía abundantes frutos para la subsistencia humana. Pero también realizaban asaltos a las ricas haciendas agrícolas y azucareras de Córdoba y Orizaba, y a cargamentos de mercancías que iban y venían entre la Ciudad de México y el puerto de Veracruz. Al conocerse el origen de la revuelta, el virrey ordenó una expedición al mando del general Pedro González de Herrera, originario de Puebla, en compañía de algunos misioneros jesuitas, con la finalidad de que por medio de la predicación se redujera al menos el número de insurrectos.
Los negros nombraron como su principal líder a un hombre a quien llamaban Yanga. Lo que sabemos de él se lo debemos al fraile jesuita Juan Laurencio, quien participó en la expedición de sofocación de su movimiento, cuyas notas quedaron plasmadas en la Historia de la Compañía de Jesús en Nueva España. De igual forma, el historiador Vicente Riva Palacio fue el primero en reconocer la labor de Yanga, y recuperó personalmente notas sobre él de los archivos de la Santa Inquisición. Estos escritos presentan muchas lagunas de tiempo, y la información es hasta contradictoria en algunas partes, pero con esto podemos hacernos una idea más o menos precisa de su vida.
Yanga era alto, fuerte e inteligente, de unos 30 años. Llegó a Veracruz como miles de hombres en calidad de esclavo, y pronto aprendió español. De acuerdo con la historiadora Adriana Naveda, había escapado de la esclavitud hacia 1570, y vivía desde entonces en las montañas acaudillando a los negros fugitivos que se encontraban en la misma situación, creando un palenque, nombre con el que se denominaban sus asentamientos irregulares.
Las causas de su levantamiento se encuentran en los malos tratos y trabajos forzados que los esclavos recibían por parte de los españoles, y mientras crecía el número de cimarrones al mando de Yanga, desafiaron con derrocar a las autoridades virreinales y coronar a Yanga como rey. Cuando las autoridades virreinales se lanzaron en su captura, nuestro personaje ya tenía más de 60 años.
Rastreando los orígenes de Yanga.
Gaspar Yanga era, sin duda, hombre de sangre real, y hubiera sido un gran gobernante en su nación de no haberlo hecho esclavo los europeos. Existen dos hipótesis sobre su lugar de origen. Algunos estudiosos creen que pertenecía a los yang-bara (de ahí su nombre), una de las tribus del Alto Nilo, de la nación de los Dincas, en el territorio que se encuentra al sudoeste de Gondokoro, cerca de donde se ubica actualmente la ciudad de Yuba, capital de Sudán del Sur.
Otra versión apunta a que su tierra natal se ubica en el territorio del actual Gabón, en concreto, en la nación brong, nombre que probablemente se trata de una deformación de alguna tribu de esta región, que en aquella época perteneció al Imperio de Ghana. A pesar de que no hay información precisa al respecto, tenemos algunas pistas que nos hacen creer que esta última hipótesis es la correcta.
A la Nueva España llegaron muchos esclavos provenientes de África Central, que en el Siglo XV albergaba algunos reinos bantús, como Malí, Ghana, Loango, Ndongo, Kongo y Matamba. En los primeros años de su llegada a estas tierras, los portugueses pusieron en marcha una labor de modernización (más bien europeización), evangelización y alfabetización de estos reinos, similar al que llevaron a cabo los españoles en el Nuevo Mundo. Pero ante la demanda de mano de obra en los sistemas coloniales en América, provocada por la disminución de la población indígena, se reorientó la política portuguesa hacia la trata de esclavos.
En esta tarea no solamente participaban los portugueses, también algunos reinos africanos fungieron como cómplices de ellos para hacerse con la supremacía en la zona, donde los vencidos eran capturados y convertidos a esclavos. Además, se sabe que algunos príncipes de los reinos de África Central eran llevados a Portugal para complementar su formación como gobernantes, pero tras el giro hacia la política esclavista de los intereses de los portugueses, los últimos que se marcharon de África fueron llevados a las islas de Santo Tomé y Cabo Verde, y de ahí a América. Es muy probable que Yanga se convirtió en esclavo de una u otra forma.
Por otro lado, los métodos de lucha empleados por Yanga para lograr sus propósitos se asemejan mucho a las formas de resistencia a la esclavitud que sucedían en África Central al mismo tiempo, como el escape, los asaltos y el refugio en zonas de difícil acceso. Pero la terminología española relacionada a estos fenómenos (como el cimarronaje y los palenques) ocultaron la reproducción de las luchas africanas en territorios americanos. Además, Yanga podría ser la deformación de Ñanga, yaga o nganga (médico, brujo o sacerdote), todos ellos términos de mucha importancia en la cultura y sociedad bantú.
Finalmente, otro punto que refuerza la hipótesis de Gabón como el verdadero origen de Yanga es que este territorio mucho más próximo a América que el Alto Nilo, lugar donde si bien se practicaba la esclavitud, eran los mercaderes árabes los encargados de ellos, y si Yanga pertenecía a esta región, lo más probable es que hubiera sido llevado a algún lugar de Medio Oriente, en vez de realizar un largo viaje con destino al Océano Atlántico. Por todo ello, tomaremos por hecho cierto que Yanga era originario de Gabón.
Desarrollo y fin de la insurrección de Yanga.
Una vez aclarado este punto, volvamos al movimiento de Yanga en Veracruz. Conociendo las habilidades de los negros, González de Herrera procuró atacarlos sin que éstos pudieran prepararse. Pero al mismo tiempo, los esclavos hicieron prisionero a un español, a quien luego Yanga dejó en libertad, no sin antes entregarle una carta dirigida al capitán poblano, en la que decía:
“Que ellos se habían retirado a aquel lugar por libertarse de la crueldad y de la perfidia de los españoles, que sin algún derecho pretendían ser dueños de su libertad, que en asaltar los lugares y las haciendas no hacían sino recompensarse por fuerza de las armas de lo que injustamente se les negaba, que no tenían que pensar en medios de paz, sino que conforme a sus instrucciones viniese luego a medir las armas con ellos, y que le enviaba el portador a quien no había querido dar la muerte porque le sirviese de guía y le excusase el trabajo de buscarlos”
Referencia: México a través de los siglos.
Estas palabras hicieron comprender a los españoles la firme postura de los negros, que sería inútil intentar algún tipo de negociación, y necesario emprender campaña. Por su parte, Yanga entregó el mando de las armas a un negro de Angola que se llamaba Francisco de Matosa. Así las cosas, muy pronto los españoles descubrieron a un pequeño grupo de cimarrones que pretendía incendiar una finca de caña de azúcar en Orizaba. Los negros huyeron al descubrir a las fuerzas españolas, y sembraron el terror en su cuartel.
Avanzaron los españoles, y entre la tupida maleza comenzó el combate. A pesar de tan vigorosa resistencia, los españoles, mejor armados, se hicieron dueños de aquellos peñones, aunque con muchas bajas. El mismo González de Herrera y los jesuitas que le acompañaban resultaron heridos por flechas, piedras y troncos de árbol arrojados por los negros.
El viejo Yanga, las mujeres y los niños se refugiaron en un pueblo cercano, pero González de Herrera, deseando terminar esta complicada empresa, llamó de paz a los fugitivos, ofreciéndoles el perdón. Al ver que la resistencia no era opción, Yanga y sus compañeros capitularon y optaron por la diplomacia. Pero se las arregló para entregar al virrey una carta en donde se comprometió entregar a todos los esclavos, que en adelante no iba a permitir que aquellos lugares sirvieran de asilo a otros esclavos y a ser fieles vasallos del Rey de España, si se les daba la libertad a él y sus compañeros. A cambio, exigían la fundación de un pueblo para ellos, donde Yanga y sus descendientes fungirían como gobernantes, y pedían un ministro de justicia y un cura.
El virrey aceptó estas condiciones y señaló el sitio para levantar la nueva población, que se fundó en 1618, a pocas leguas de la ciudad de Córdoba, con el nombre de San Lorenzo de los Negros. De este modo concluyó el movimiento encabezado por Yanga. Pese a la promesa de no recibir más esclavos, esta población se convirtió en un refugio de cimarrones en Veracruz, y a veces, de Campeche.
El cimarronaje fue un fenómeno que causó muchos dolores de cabeza a las autoridades virreinales. Hubo esclavos que huyeron de costa a costa, hacia Oaxaca y Acapulco, del lado del Pacífico, y Puebla desempeñó un papel de coordinación en estas acciones cimarronas. Los efectos de ello se observan en muchos aspectos comunes que han sobrevivido hasta nuestros días, como por ejemplo, en el uso de la palmera como bebida refrescante, que de acuerdo con varios estudios antropológicos, sólo existe en zonas de población afrodescendiente, y que hasta la fecha es común en países de África Central, como Gabón.
Este asunto nos lleva a los últimos días de Yanga, aspecto aún más misterioso e impreciso que su lugar de nacimiento. La versión más aceptada es que fue llamado por la Audiencia virreinal para sostener pláticas sobre la persistencia de rebeliones negras, pero fue hecho prisionero y muerto en la Plaza Mayor de México. Por otra parte, hay quienes comentan que Yanga murió ya de viejo, y otros que fue ajusticiado en su propio pueblo. Ninguna de ellas ha sido aceptada, sólo se mantienen estas especulaciones.
El debate sobre el primer pueblo libre de América.
Independientemente de las causas de muerte de Yanga, San Lorenzo de los Negros pudo sobrevivir hasta nuestros días. El nombre fue cambiado a San Lorenzo de Cerralvo, y el 5 de noviembre de 1932, mediante decreto, se estableció que el municipio y su cabecera adoptaran el nombre de su libertador, Yanga, y en 1956 se elevó a la categoría de Villa. Actualmente el pueblo tiene una población de 20 mil habitantes, y celebra su fundación con un festival de la negritud en el mes de agosto. Finalmente, en 2017 la UNESCO declaró al municipio de Yanga como sitio memoria de esclavitud.
Este municipio está considerado como el primer pueblo libre de América. Sin embargo, el cimarronaje y la creación de palenques fueron una constante en todos los rincones de América, debido a las condiciones brutales de esclavitud que tenían que soportar los negros, por lo cual, en la misma época de la rebelión de Yanga, se conformaron varios pueblos conformados por esclavos fugitivos en varios puntos de América.
Entre ellos se encuentran San Basilio de Palenque, en Cartagena de Indias, el quilombo dos palmares, en Brasil, y el palenque de la Ramada, también en Colombia. Además, también tenemos otros casos documentados en varias islas del caribe, como en la República Dominicana. Todas estas poblaciones aseguran ser el “primer pueblo libre del continente”.
El municipio de Yanga también reclama este título, y en su escudo se puede apreciar esta leyenda. Pero la realidad es que este hecho sigue siendo debatible, pero lo que sí podemos asegurar es que éste fue el primer pueblo conformado por negros que tuvo autonomía y pleno reconocimiento por parte de las autoridades virreinales.
El lugar de Yanga en la historia de México.
Tal como lo señalamos al principio, la insurrección de Yanga es un pasaje que no ha sido abordado con la seriedad que se merece, considerando la importancia de este hecho, y de que San Lorenzo de los Negros (hoy Yanga) constituye el primer símbolo de la independencia y la libertad de México. Por sí mismo, éste es un logro magnífico, ya que estamos hablando de la fundación de una población compuesta por esclavos africanos, en plena etapa de consolidación de la Nueva España, y en un contexto sumamente hostil y discriminatorio hacia los negros.
Sin duda se trata de la primera manifestación independentista en nuestro país, y Gaspar Yanga debe ser reconocido como el primer libertador de México, aún con los límites de sus demandas, que sólo se circunscribían a la situación de los esclavos. Su movimiento también significó una de las primeras experiencias que modificaron el panorama social y político de la Nueva España por causas internas.
De forma malintencionada, este personaje fue borrado e ignorado por mucho tiempo por la historiografía mexicana. Sin embargo, gracias al entusiasmo de algunos historiadores afrodescendientes y la transmisión oral de sus hazañas en Veracruz, no se ha dejado a Yanga en el total olvido. Afortunadamente hay un creciente interés en rescatar la historia de los afrodescendientes y sus aportaciones, que perduran en el México contemporáneo.
Existe un proyecto por parte de la comunidad de afromexicanos en el que se solicitó a la Secretaría de Gobernación que Yanga aparezca en los libros de texto, para que las nuevas generaciones de mexicanos conozcan más su legado, y para promover la inclusión y la no discriminación, así como el reconocimiento de la diversidad cultural de México.
Como conclusión, podemos reafirmar que el movimiento de Yanga es la génesis de nuestra libertad como nación y de su espíritu libertario, pero hoy, más que nunca, podemos obtener de este relato muchas lecciones en el sentido de la integración de la comunidad de afromexicanos al desarrollo del país y se acepte nuestro pasado africano.