Panorama general de la pobreza en África

Los cinturones de miseria (o slums) alrededor de las ciudades son muy comunes en África. Imagen de vleyva en Pixabay

Es muy probable que estés de acuerdo conmigo cuando afirmo que “África es un continente pobre”. Seguramente todas y todos nosotros hemos visto alguna vez esas desgarradoras imágenes de niños africanos desnutridos en estado famélico, mismas que se quedaron muy grabadas en nuestra memoria. Dichas imágenes constituyen, junto a los programas de vida silvestre que se transmiten a menudo en la televisión, el estereotipo africano por excelencia: pobre, salvaje, incivilizado y negro.

Esta visión es asumida por nosotros casi sin reflexionar. Por ello, es necesario desmenuzar uno de los elementos más comunes que se asocian al continente, el de la pobreza, con la intención de mostrar la dimensión real de la misma.

Para empezar con el análisis, parto del propio concepto de la pobreza y su medición, aspectos que generalmente son asumidos como poco importantes, cuando en realidad su correcta definición representa una parte significativa de la solución del problema.

No es exagerado decir que la pobreza es un mal que puede llevar a la extinción de la raza humana como especie sobre la faz de la tierra, dado que sus efectos son contrarios a la paz, estabilidad y prosperidad globales. Es por ello que se han realizado enormes esfuerzos para erradicar la pobreza en todas sus formas y en cualquier lugar. A pesar de que se contabilizan notables avances en su combate en todo el mundo, aún estamos muy lejos de acabar con ella.

Por tanto, es de vital importancia comprender a fondo este fenómeno y contar con mediciones precisas y confiables para obtener información que nos permita emprender las acciones, programas, políticas y decisiones correctas.

El Banco Mundial (una de las instituciones globales más comprometidas con la lucha contra la pobreza) nos señala que una persona es pobre si percibe un ingreso diario de 1.90 dólares estadounidenses al día. Esta definición podría parecer muy clara, ya que todos nos podemos dar una idea aproximada de lo que podemos adquirir y comprar con esta cantidad de dinero, pero encierra muchos problemas de precisión por el simple hecho de simplificar la pobreza bajo un solo criterio, que son los ingresos corrientes. En realidad, el fenómeno de la pobreza es muy complejo e importante como para clasificar la pobreza solamente en términos monetarios.

Dada esta debilidad, han aparecido nuevos enfoques metodológicos para definir y medir la pobreza de manera multidimensional, es decir, donde no solamente se consideran los ingresos, sino también se incluyen otras variables que impactan en el bienestar y la calidad de vida de las personas.

A la fecha, muchos académicos, investigadores, científicos e instituciones mundiales han construido diferentes definiciones de pobreza, en las que se incluyen un sinfín de elementos. Aún no existe consenso entre ellos sobre la definición más adecuada, aunque, de manera general, podría decirse que la pobreza es una condición humana y objetiva que impide que las personas gocen de una vida plena en función del entorno (físico, social, económico, político, ambiental, cultural, etc.) en el que viven y en el que desempeñan sus actividades cotidianas, a causa de la carencia de los bienes y servicios necesarios para vivir sin dificultades de ninguna índole y puedan desarrollar al máximo sus capacidades, derechos y habilidades.

Ojo, pobreza no es igual que carencia. Ésta última únicamente nos indica simplemente la falta o ausencia de algo, sin importar si la carencia es relevante o no. Sin embargo, la pobreza también puede ser definida como la suma de carencias necesarias para desarrollar una vida plena.

Dada la amplitud del número de carencias en bienes y servicios que pueden repercutir negativamente en la calidad de vida de las personas, la pobreza es clasificada en varias categorías. Las más comunes de ellas son: pobreza extrema, pobreza por ingresos y pobreza moderada.

De éstas, el nivel más alto corresponde a la pobreza extrema, que básicamente nos indica que las personas no pueden siquiera satisfacer las necesidades más elementales para la supervivencia humana (comer, beber y vestir, principalmente). Este tipo de pobreza es el más conocido de todos y, dicho sea de paso, el que más se asocia con África. Pero no es el único que existe.

Una persona también puede ser catalogada como “pobre”, cuando, a pesar de alimentarse, vestirse y dormir bajo un techo, por más precarios que éstos sean, no cuente con un retrete, o un aparato de radio, o que tenga un bajo nivel educativo que le impida acceder a un empleo digno, y por ende, a un mayor bienestar.

Cada uno de estos ejemplos representa un mayor o menor grado de pobreza, por así llamarlo, pero, en todo caso, la pobreza se encuentra estrechamente vinculada al entorno en donde ésta se genera. Por ello, resulta una tarea fundamental definir e identificar aquellas carencias que repercuten en los niveles de pobreza en un lugar determinado, ya que no es lo mismo la carencia de un sistema de calefacción en Siberia, donde existen temperaturas congelantes, que en una comunidad de Malí, en pleno desierto del Sahara.

Las metodologías y estudios realizados para contar con una medición efectiva de la pobreza es un tema bastante amplio, cuyos aspectos relevantes no nos interesan tratar aquí. Lo que nos debe quedar claro es que no existe un camino ni solución mágica para el combate contra la pobreza en todos lados. 

Regresando al contexto africano, es preciso comenzar partiendo de que, dadas las condiciones sociopolíticas del continente, es bastante complicado, por no decir imposible, obtener datos para analizar la evolución de la pobreza de forma multidimensional a través de instrumentos estadísticos como las encuestas en los hogares. A pesar de ello, la información disponible nos permite hacernos una idea muy sólida sobre la pobreza en África.

El Banco Mundial estima que más de la mitad de la población mundial extremadamente pobre vive en África al sur del Sahara, y que en 2015 había 413 millones de personas que vivían con menos de 1.90 dólares estadounidenses al día, cifra superior a la de todas las demás regiones en conjunto. Este dato es tremendamente alarmante, puesto que aproximadamente un tercio de toda la población africana no cuenta siquiera con los medios necesarios para satisfacer sus necesidades más elementales.

Y esto es sólo el inicio. Si tomamos en cuenta otros aspectos (dimensiones) que inciden en la pobreza de las personas para el caso de África, el panorama resulta mucho más desolador.

Para demostrarlo, nos apoyaremos en una de las mediciones multidimensionales de pobreza más importantes del mundo: la iniciativa sobre pobreza y desarrollo humano de la Universidad de Oxford, que se basa en la metodología del enfoque de las capacidades desarrollada por el economista indio Amartya Sen (Premio Nobel de Economía en 1998).

En ella se elabora el índice global de pobreza multidimensional (MPI, por sus siglas en inglés), realizada en más de 100 países, que complementa las mediciones tradicionales con enfoque monetario (como la del Banco Mundial). Este indicador incluye diez indicadores agrupados en tres dimensiones:

Dimensiones e indicadores del MPI.

Cada una de estas dimensiones tiene el mismo peso dentro de la construcción del índice. Se considera como pobre a una persona que presenta carencias en un tercio o más de los indicadores ponderados. Existen tres estadísticas distintivas que se utilizan para informar sobre la pobreza según el MPI. Estas son:

  • La incidencia de pobreza (H), que es el porcentaje de la población que es pobre, según el MPI.
  • La intensidad de la pobreza (A), el cual refleja la proporción promedio de carencias que experimentan las personas pobres.
  • El MPI ajustado, calculado como resultado del producto de H y A,que refleja las privaciones que experimentan las personas pobres como porcentaje del total de carencias que experimentarían si todas las personas fueran privadas en todos los indicadores.

En las siguientes tablas se muestran los resultados del MPI en 37 países africanos con datos recabados de encuestas en los hogares a partir de 2010. En la primera de ellas se muestra la clasificación de países del continente de acuerdo a su MPI, mientras que en la segunda se visualizan datos de este indicador para África por región, edad y área.

A grandes rasgos, y de acuerdo con los datos y estudios recabados, el panorama general de la pobreza en el continente puede resumirse de la siguiente manera:

  • En África viven aproximadamente 593 millones de personas en pobreza, de acuerdo con la metodología del MPI.
  • En la más reciente clasificación del Índice de Desarrollo Humano realizada por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), 33 de los 54 países africanos fueron clasificados como países de “Bajo desarrollo humano” en 2017.
  • Nueve de cada diez personas en Níger y Sudán del Sur son pobres.
  • Etiopía y Nigeria son los países del continente con el mayor número de pobres (91 millones de personas cada uno).
  • A pesar de su alta prevalencia, casi todos los países africanos han experimentado una disminución de los niveles de pobreza multidimensional en años recientes. Los países que registran las reducciones más rápidas son Sierra Leona, Mauritania, Liberia, Ruanda y Guinea.
  • Según la FAO, África es el continente con la prevalencia de subalimentación más alta, afectando a 256 millones de personas (21% de la población). Aunado a esto, una de cada cinco personas en África Subsahariana podría haber padecido privación crónica de alimentos.
  • Más del 80% de los pobres del continente africano viven en zonas rurales.
  • Sólo el 68 % de las personas que viven en África Subsahariana tienen acceso a una fuente mejorada de agua y el 30 % tienen acceso a servicios de saneamiento mejorado.
  • Casi el 60% del total de la población africana en condición de pobreza tiene menos de 18 años.
  • Más de 78 millones de niños se encuentran sin escolarizar. La mayor parte son niñas.
  • Más de 200 mil niños son utilizados como soldados y esclavos.
  • Solamente en los conflictos de Sudán y República Democrática del Congo se han producido 7 millones de víctimas.

Estas cifras muestran la enorme magnitud de la tragedia humana por la que atraviesan cientos de millones de africanos, los cuales no cuentan con los medios para satisfacer sus necesidades más elementales, ya ni hablar del máximo desarrollo de su potencial y de aquellos bienes y servicios básicos con los que no cuentan.

De esta manera, la prevalencia de pobreza en África está concentrada en los países del Sahel, en las áreas rurales, y son los menores de edad el grupo etario más vulnerable. Por tanto, los esfuerzos por erradicar la pobreza deberían concentrarse en estos segmentos de la población.

Gráfica. Índice Multidimensional de la Pobreza Global por país africano. Los índices más altos de pobreza se encuentran en Níger, Chad y Burkina Faso. Elaborada con datos del Oxford Poverty & Human Development Initiative.
Gráfica. Índice Multidimensional de la Pobreza Global por país africano. Los índices más altos de pobreza se encuentran en Níger, Chad y Burkina Faso. Elaborada con datos del Oxford Poverty & Human Development Initiative.

A su vez, se recalca la imperiosa necesidad de redoblar los esfuerzos por erradicar la pobreza en todas sus formas y en todos los rincones de África y del mundo. Ninguna sociedad puede progresar sin garantizar plenamente la satisfacción de las necesidades básicas, independientemente del entorno en la que se encuentre.

El reto es mayúsculo, pero necesario. Y para acabar definitivamente con la pobreza es fundamental revisar sus causas. Si bien los datos y la información disponible son valiosos para determinar los aspectos más críticos, el análisis estaría incompleto si no asistiéramos a las causas de la pobreza. En el caso particular de África, se identifican cinco causas principales que mantienen y perpetúan la pobreza:

Desde el siglo XIX y hasta los años sesenta del siglo XX, África estuvo sometida bajo el látigo colonizador europeo. A pesar de que los colonatos duraron menos de un siglo, a diferencia de lo que ocurrió en América, a los europeos solo les preocupó la explotación de materias primas para sus industrias, y no se preocuparon en absoluto por el desarrollo y bienestar de los africanos. Se creó un sistema económico con base en el despojo, la violencia y la dominación.

Las independencias africanas no alteraron en esencia este sistema. A la postre, las instituciones y estructuras heredadas del periodo colonial y la falta de infraestructura adecuada se convirtieron un obstáculo para el desarrollo de los países africanos.

Siguiendo la misma tendencia marcada por el periodo colonial, la mayoría de los países africanos adoptaron un modelo económico basado en la exportación de productos agrícolas y/o minerales para impulsar su crecimiento y desarrollo, tomando en cuenta su limitada capacidad económica.

En el Norte de África y el Magreb se explotaron grandes yacimientos de combustibles fósiles, mientras que en África Subsahariana se apostó por productos como el café, el cacao, diversos minerales y diamantes. Esta situación los convirtió en dependientes de los precios internacionales de las materias primas, la demanda de la industria mundial y los ciclos agrícolas. Y además, muchas comunidades fueron saqueadas o expropiadas de sus medios de subsistencia y de sus tierras, que dieron paso a los cultivos o minas, produciéndose de esta forma un efecto colateral negativo.

El resultado fueron mayor empobrecimiento durante las sucesivas crisis y despilfarramiento de los ingresos provenientes de estos recursos por la corrupción.

La incompatibilidad del modelo de Estado-nación occidental en suelo africano ha desatado conflictos armados en casi todos los países africanos. Dada la enorme diversidad étnica continental, varias comunidades, tribus y etnias quedaron divididas en dos o más países, o bien pueblos rivales se vieron obligados a compartir un mismo territorio a causa de la arbitrariedad en que fueron delimitadas las fronteras durante la época colonial.

Bajo este escenario, los golpes de Estado y las luchas internas para favorecer a una u otra facción en perjuicio de otra se convirtieron en el pan de cada día para los africanos. Muchos conflictos, además de dejar muerte y desolación, también generan migraciones forzadas y desplazados de guerra, consumándose la tragedia humanitaria.

Una buena parte del territorio africano es desierto, siendo los principales los del Sahara y el Kalahari, en el Norte y suroeste del continente respectivamente. Ello provoca una escasez crónica de agua y recursos hídricos en buena parte del continente. La lucha por el control de estos recursos, la erosión de los suelos, las externalidades provocadas por la explotación de minerales y los efectos del cambio climático en territorio africano son elementos de constante conflicto en África.

Estas condiciones no permiten que se asegure a toda la población el acceso a servicios de saneamiento, agua y alimentación, que son básicos para la supervivencia humana.

La supuesta superioridad racial blanca y la incapacidad de los africanos para gobernarse a sí mismos fueron utilizadas por parte de los europeos como justificación al colonialismo en África. Con el paso del tiempo, esta distorsionada y malintencionada visión sigue acarreando consecuencias negativas para los africanos, en un plano psicológico, moral y ontológico.

Todavía hay africanos quienes aún confían que la solución de sus problemas vendrán del hombre blanco. por lo cual es vital realizar una rehabilitación integral de la población africana.

Los efectos de todo ello han llevado a África a convertirse en la región más pobre del mundo. La situación es grave, y dadas las condiciones actuales, se prevé complicado que a corto plazo África logre superar la pobreza extrema y cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible plasmados en la agenda 2030. Se requieren enormes inversiones en muchas áreas para conseguir resultados concretos y duraderos.

A pesar de algunos buenos avances en la lucha contra la pobreza en África, las necesidades son inmensas, y estos asuntos requieren de un cuidadoso trabajo de planeación, coordinación, ejecución, monitoreo y evaluación de resultados para medir el impacto de todas las políticas sociales que se llevan a cabo. Los distintos Estados africanos tienen una gran encomienda en este sentido, pero este es otro gran tema que requiere de un nuevo análisis.


Carlos Luján Aldana

Economista Mexicano y Analista político internacional. Africanista por convicción y pasatiempo. Colaborador esporádico en diversos medios de comunicación internacionales, impulsando el conocimiento sobre África en la opinión pública y difundiendo el acontecer económico, geopolítico y social del continente africano, así como de la población afromexicana y las relaciones multilaterales México-África.

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