Nelson Mandela: redefiniendo al hombre y desintegrando el mito

En esta ocasión realizaré una reflexión muy personal sobre el legado, vida y obra de Nelson Mandela, quien es, sin lugar a dudas, el africano más respetable e importante de todos los tiempos.

El 10 de diciembre de 2013, en medio de la lluvia y un mal clima, el mundo le dio el último adiós a uno de los principales protagonistas mundiales del siglo XX: Rolihlahla Mandela (mejor conocido como Nelson Mandela, o como Madiba). Ese día, cerca de cien jefes de Estado y de Gobierno – entre los que se incluían miembros de las Casas Reales de Europa, Asia y África – y 90 mil personas (algunos del medio artístico y deportivo) se reunieron para participar en este histórico evento, que se llevó a cabo en el estadio FNB (también conocido como Soccer City), ubicado en Soweto, el emblemático township de Johannesburgo, el centro financiero de Sudáfrica.

Todos los asistentes mostraron su tristeza y sus condolencias por el fallecimiento de este hombre, en quien Sudáfrica encontró su más grande símbolo para reinventarse como una nueva nación (la nación arcoíris) y afrontar los retos del Siglo XXI bajo una nueva identidad, totalmente distinta a la vergonzosa imagen que mostró al mundo a través del sistema del Apartheid, una extraña mezcla entre capitalismo y racismo institucionalizado desde el Estado, que provocó un daño terrible a la sociedad sudafricana durante la segunda mitad del siglo XX.

Tras años de resistencia, en 1994 Sudáfrica consigue liberarse de este sistema opresor, teniendo en Nelson Mandela su principal referente, y como el líder que representó y engendró unos nuevos principios, valores y anhelos para la construcción de una nueva Sudáfrica, todo bajo una sola idea: cómo vivir libre de la raza y de la dominación que lleva su nombre.

Sudáfrica abrazó esta idea, y con el liderazgo de Mandela, se fomentó la unión de muchos pueblos que se encontraban separados, en todos los sentidos posibles, en una “nueva” nación. Y para la consolidación de este proyecto y el fortalecimiento de la conciencia e identidad nacional, se mitificó la figura de Nelson Mandela, que se convirtió en el ejemplo a seguir y el modelo aspiracional para todas y todos los ciudadanos.

Podríamos enumerar un gran número de cualidades que caracterizaron a Mandela en vida: su liderazgo, poder de convencimiento, inteligencia, temperamento, magnetismo con el pueblo, sencillez, humildad y un espíritu de lucha incansable contra la discriminación y todas las formas de dominación y opresión. Todas estas fueron las principales virtudes que lo encumbraron como un referente a nivel mundial de la libertad y la justicia social, al grado que sus acciones trascendieron las fronteras de su natal Sudáfrica para convertirse en uno de los hombres que marcaron huella a lo largo del Siglo XX. Su vida, sus hechos y sus palabras han sido fuente de inspiración y superación en todo el mundo.

Pocos hombres como él han logrado un consenso prácticamente unánime sobre la veracidad de sus ideas, y ha sido admirado por personajes ideológicamente muy diferentes, como Barack Obama, Muammar Gaddafi y Fidel Castro. En vida recibió más de 250 premios, reconocimientos y distinciones internacionales, entre los que se cuentan el Premio Lenin de la Paz (1990), el Premio Civil Bharat Ratna (1990), el Premio Nobel de la Paz (1993), la Medalla Presidencial de la Libertad (1999) y la Orden Mexicana del Águila Azteca (2010).

Sin embargo, la gran admiración que todo el mundo le tiene a Nelson Mandela ha derivado en una distorsión de su figura, que a menudo es asumida como limpia y santa, cuando en realidad está plagada de matices más o menos complejos. Mandela se ha convertido en un hombre inmaculado, sin vicios ni defectos, a la altura de un Dios.

Además, en las sociedades latinoamericanas todavía nos cuesta trabajo definir quién fue este hombre de raza negra que se atrevió a desafiar a un sistema discriminatorio y, ante todas las adversidades, salió victorioso. Hoy en día, las frases más famosas de Mandela son de las favoritas de los políticos de la región en sus discursos, pero con toda seguridad puedo jurar que no se imaginan todo el contexto que hay detrás de esas frases.

Es por todo ello que es preciso ir desmontando lo que podríamos llamar el “mito Mandela”, y en su lugar, obtener una imagen más real de este hombre que, antes de intentar desafiar al sistema de su país, tuvo que enfrentarse a las reglas de su propio pueblo natal.

Lugar de nacimiento de Nelson Mandela, hoy convertido en museo, ubicado en la población de Qunu, en la Provincia Oriental del Cabo, Sudáfrica. Fotografía: Wikimedia Commons.

Nelson Mandela nació en el seno de una familia que pertenece a la comunidad xhosa, una de las que conforman Sudáfrica. En la época de su niñez era una costumbre en Sudáfrica que los maestros les pusieran un nombre cristiano a los alumnos. En el caso de Mandela, su primer maestra le puso un nombre típico de Inglaterra, Nelson, como aquel almirante que combatió a las tropas napoleónicas en la defensa de las islas británicas. A la postre, Mandela iba a adquirir el temperamento y liderazgo de aquel caballero inglés. Pero antes, su vida parecía transcurrir como la de los demás niños de su clase, pero con base en esfuerzo, dedicación y disciplina logro abrirse paso ante todas las adversidades posibles.

En este punto, con la finalidad de darnos una idea de todo lo que Mandela tuvo que enfrentar durante sus primeros años, vale la pena realizar una comparación. Guardando las debidas proporciones, la vida de Nelson Mandela tiene muchas semejanzas con la de Benito Juárez. Ambos nacieron en el seno de comunidades marginadas, y las circunstancias familiares los llevaron a salir de ellas; ambos estudiaron la carrera de derecho en ambientes hostiles; ambos fueron obligados al destierro por defender sus ideales y, lo más importante, tanto Juárez como Mandela nunca se rindieron, triunfaron y se convirtieron en referencia dentro de sus respectivos continentes.

Juárez es conocido como “el Benemérito de las Américas”, mientras que Mandela es también símbolo de la lucha contra la colonización africana, y sus ideas son asumidas como propias en todo el continente, a tal grado que no existe una sola capital en África que no tenga una calle, escuela, parque o estatua en honor a él. Y para terminar, Mandela nació el mismo día en que falleció Juárez (18 de julio).

No obstante, y como es lógico, la vida y la lucha de Mandela tuvo particularidades que lo hacen único. Quizás su mayor sello de autenticidad fue que, en cada encrucijada que la vida le puso enfrente, supo tomar, algunas veces obligado por las circunstancias, caminos inesperados, es decir, a hacer aquello que nadie se espera, de manera sorpresiva, aunque en ello sacrificara aún las cosas más esenciales de la supervivencia humana.

Desde muy joven dejó Qunu, su aldea natal, y se fue a estudiar a la Universidad de Witwatersrand, una de las pocas que admitían estudiantes negros, en Johannesburgo, que en aquel entonces (1943) era una ciudad minera en plena expansión. Al mismo tiempo, Mandela asumió el liderazgo de la entonces organización clandestina del Congreso Nacional Africano (CNA), compuesta por negros en la defensa de sus derechos.

Siempre corrió enormes riesgos, que a punto estuvieron de terminar su vida. Sufrió muchas privaciones, arrestos repetidos, acosos, múltiples comparecencias en tribunales y estadías en calabozos. Vivió una parte de su vida acorralado por las autoridades. Y es que, en esa época, todos los aspectos imaginables de la vida estaban sujetos y regidos en función del color de piel de las personas. Eso era el Apartheid, que se olía y se respiraba en todos los rincones de Sudáfrica.

Y Mandela, aún desde la cárcel, fue el estandarte de la lucha contra este sistema. 27 años en prisión (más de un cuarto de siglo), eran suficientes para minar el ánimo de cualquier ser humano. Pero Mandela no era cualquier humano. Jamás perdió la esperanza y se mantuvo firme en sus convicciones. La prisión en Robben Island fue una prueba extrema, que le dejó al borde de la locura.

Celda de máxima seguridad que en la cual Nelson Mandela pasó 20 años de su vida. Fotografía: Wikimedia Commons.

Pese a ello, el significado de la lucha de Mandela no era local. Siempre fue universal. No solamente fue el referente de la lucha antiapartheid, su figura fue más allá. Su ideario y su imagen estuvieron presentes en el reconocimiento de los derechos civiles de los afroamericanos en los Estados Unidos, así como en los movimientos por la emancipación africana en su lucha contra el colonialismo y el neocolonialismo, entre otros sucesos históricos más. Todo ello desde una humanidad plena, con mente en restituir a todas y todos los despojados a través de un espíritu de reconciliación, perdón y acción.

Y su recompensa llegó a inicios de los noventa: el desmantelamiento del Apartheid, el reconocimiento de la igualdad de derechos independientemente del color de piel, la celebración de elecciones libres y su posterior elección como presidente de Sudáfrica culminaron con una larga lucha por la igualdad, y a partir de ahí, y hasta su muerte, fue uno de los personajes más admirados en todo el mundo. Nunca combatió el racismo con más racismo, y siempre soñó con un país igualitario y unido. No hay mejor imagen que refleje este ideal que su fotografía con la gorra de los Springboks.

Nelson Mandela durante la final de la Copa Mundial de rugby, celebrada en Sudáfrica, el 24 de junio de 1995.

Y aquí llegamos al principal mito en torno a Mandela: se asume que la caída del Apartheid y todos los logros que consiguió Sudáfrica solamente se deben a Mandela. Nada más alejado de la realidad que eso. Al igual que él, muchos hombres y mujeres sudafricanos también contribuyeron en este hecho, pero hoy se encuentran invisibilizados ante la gigantesca figura de Mandela.

Otra cuestión polémica en torno al mito Mandela se centra en que a lo largo de su vida cometió varios errores graves, así como el cuestionamiento sobre algunos métodos de lucha que empleó. Él mismo reconoció en su autobiografía haber recurrido a la violencia para alcanzar sus fines, aspecto que es contradictorio con la imagen pacifista que se tiene de Mandela el día de hoy. Sin embargo, supo enmendar el camino, y estuvo dispuesto a perdonar a todos los que lo encarcelaron y, de alguna forma, le hicieron daño a él y a millones de sudafricanos.

Pero, sin lugar a dudas, la principal sombra de la figura de Mandela es el hecho de que su triunfo no fue definitivo. Aún quedan muchas injusticias pendientes de solucionar en el mundo en materia de igualdad, discriminación y derechos civiles. Sin ir más lejos, dentro de la misma Sudáfrica persisten las mismas condiciones de la época del Apartheid. La desigualdad racial derivó en una desigualdad social y económica que ni él ni sus sucesores en la presidencia han podido resolver. Actualmente Sudáfrica es uno de los países más desiguales del mundo, donde la corrupción, la violencia y la escasez de recursos se han apoderado del gobierno y el mítico CNA.

Pese a todos estos errores y fracasos de Mandela, ello no ensombrece su figura y el gran hombre que fue. Al contrario, esto resalta más el lado más humano de Nelson Mandela, y nos recuerda que nadie es perfecto, y es precisamente ahí donde se encuentra su mayor grandeza.

Mandela, junto con aquellos millones de sudafricanos que sufrieron los estragos del Apartheid, cumplieron con creces la labor que les correspondió: derrumbar para siempre un sistema discriminatorio, para que las nuevas generaciones tuvieran un futuro más alentador. Ahora, es tiempo de que los gobernantes sudafricanos y africanos de hoy y del mañana continúen con los retos y tareas pendientes para hacer de África un mejor lugar para vivir.


Carlos Luján Aldana

Economista Mexicano y Analista político internacional. Africanista por convicción y pasatiempo. Colaborador esporádico en diversos medios de comunicación internacionales, impulsando el conocimiento sobre África en la opinión pública y difundiendo el acontecer económico, geopolítico y social del continente africano, así como de la población afromexicana y las relaciones multilaterales México-África.

1 comentario

  1. Alejandro Federico

    Felicidades estupenda investigación

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