
En este artículo se examina la relación bilateral entre México y Costa de Marfil, en especial su evolución, desarrollo, retos y perspectivas, misma que intenta fortalecerse a través de la historia, el arte y la cultura.
El pasado 18 de septiembre de 2025 se inauguró, en la sala Mario Vásquez del Museo Nacional de Antropología (MNA) de la Ciudad de México, la exposición temporal “Côte d´Ivoire. Un país muchas culturas, la historia que nos une: República de la Côte d´Ivoire y México”, en la cual se pudo apreciar una colección excepcional de máscaras, fotografías, artesanías y textiles, que en una conexión especial entre lo ancestral y lo contemporáneo, pretenden convertirse en un puente de encuentro entre África y México bajo una misma historia compartida.
Por esta razón, en la misma sala se dedicó un espacio a la historia de la migración forzada de esclavos africanos al territorio mexicano durante la época colonial, así como a las características socioculturales de la población afromexicana de la costa chica de Guerrero y Oaxaca, la más numerosa del país.
Anteriormente esta misma colección había mostrado en el Museo Nacional de las Culturas del Mundo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en 2017, y después se llevó a Tlaxcala y San Luis Potosí, lo cual acerca al público mexicano a conocer un poco sobre la historia y la cultura de Costa de Marfil, un país multicultural y multiétnico del Occidente africano, que cuenta con una gran diversidad de lenguas, tradiciones y expresiones artísticas.
Su nombre proviene del comercio de marfil entre los siglos XV y XVII, y el actual Estado solo acepta oficialmente la denominación francesa del mismo, es decir, Côte d’Ivoire, sin admitir traducciones en otros idiomas, aunque el uso coloquial de “Costa de Marfil” también es correcto para denominar a este país africano.

Esta exposición cultural es la última de una serie de iniciativas con las cuales el gobierno de Côte d’Ivoire, a través de su Embajada en nuestro país, pretende fortalecer sus relaciones bilaterales con México.
A diferencia de otras naciones del continente africano con las cuales México mantiene relaciones diplomáticas y representatividad a nivel Embajada, se aprecia un especial interés por parte de la Côte d’Ivoire en cooperar con México de una manera más profunda en varios aspectos, sobre todo en los ámbitos económico, diplomático y cultural.
Con ello, la diplomacia marfileña reconoce de forma implícita el liderazgo y la importancia de México sobre la región de América Latina. Ante esto, el Estado mexicano tiene la oportunidad de profundizar la relación bilateral con la Côte d’Ivoire, que es visto también como líder regional, promotor de la integración comercial y constructor de la unidad africana.
Por tanto, la estrategia de un mayor acercamiento entre estos países tiene el potencial de dar buenos frutos para ambas partes, que contribuiría hacia una mayor diversificación de sus políticas exteriores. Así, México y la Côte d’Ivoire se desprenderían un poco de la influencia asfixiante de Estados Unidos y Francia, respectivamente.
Y en efecto, las tensiones entre México y Estados Unidos por temas comerciales y migratorios, el debilitamiento de la Françafrique y el aumento de un sentimiento anticolonial francés en África son factores que obligan tanto a México como a la Côte d’Ivoire a encontrar nuevos socios en nuevas regiones.
Esta dinámica ha estimulado un cambio en la dirección que están buscando, por lo cual la relación tiene buenas perspectivas. Aunado a todo esto, el entendimiento entre mexicanos y marfileños es mayor de lo que podríamos imaginar.
Comparten la religión católica, una gran diversidad étnica y cultural en sus territorios y cultivos agrícolas recurrentes. Simplemente el 43% del cacao del mundo (cultivo originario de Mesoamérica) viene de Costa de Marfil, que produce 2 millones de toneladas anuales.
México y la Côte d’Ivoire se caracterizan ser economías diversificadas con petróleo, pero también por la desigualdad entre regiones, en tanto que se ven aquejados por problemas comunes, como la corrupción, burocracia ineficiente e inseguridad.
A nivel cultural, ambos organizan festivales de máscaras. Del lado marfileño destaca el que se celebra en la ciudad de Man cada noviembre, siendo una de sus principales tradiciones culturales. Por su parte, en México cuenta con el Festival Nacional de Máscaras Danzantes, que se organiza en el pueblo mágico de Coscomatepec de Bravo, Veracruz.

A su vez, el acercamiento que mantienen con países occidentales y europeos estimula su cooperación y alianza en torno a los principales temas de la agenda global (financiamiento al desarrollo, cambio climático, objetivos de desarrollo sostenible, consejo de seguridad mundial, entre otros).
Aunque los niveles de desarrollo económico y de libertades políticas sí son muy contrastantes, las similitudes son lo suficientemente importantes para estrechar una alianza mucho más cercana, diversa y constante. No obstante, en la práctica, la relación bilaterial México-Côte d’Ivoire se ha desenvuelto en un ambiente de abandono y desinterés, siendo éste mucho mayor del lado mexicano.
La apertura de relaciones diplomáticas se dio en 1975, hace 50 años, cuando México estrechó lazos con 15 países del continente africano, incluyendo a la Côte d’Ivoire dentro de esa lista.
Muy pronto, en 1981, Côte d’Ivoire abrió su embajada en México, sin que éste respondiera con reciprocidad. Nueve años después la embajada se cerró por motivo de falta de presupuesto, pero volvió a abrir en 2004.
Entre tanto, y tras más de 40 años de la apertura de la Embajada de Côte d’Ivoire en nuestro país, seguimos igual, sin una embajada mexicana en suelo marfileño, pero con la promesa de que se establecerá en un futuro cercano. Actualmente la atención consular hacia Côte d’Ivoire se hace a través de la Embajada de México en Marruecos, con una separación de 4,700 kilómetros entre Rabat y Yamusukro.
De esta manera es muy complicado que la diplomacia mexicana atienda los asuntos diplomáticos relacionados con Côte d’Ivoire de forma eficiente, y no hablemos de nuevos proyectos e incursiones, sino simplemente es una cuestión de agradecimiento, ser recíprocos y dar a los marfileños lo que hemos recibido de su parte.
Además de que, tanto en el plano diplomático como económico, las relaciones con África están muy relegadas, no solamente con Côte d’Ivoire. La situación del Servicio Exterior Mexicano es muy lamentable, y desde la pasada administración federal ha sido utilizado para fines políticos internos, lejos de representar dignamente a México en el extranjero.
Ahora una parte de los nombramientos como Embajadores han sido otorgados a políticos afines a MORENA, el partido gobernante, o a ex gobernadores de la oposición, como una especie de premio, retiro vacacional o exilio, alejándose de los que deberían ser sus principales objetivos.
En consecuencia, México no tiene un cuerpo diplomático capacitado para impulsar una política exterior que permita al país en una posición estratégica ni de liderazgo ante el resto del mundo, desaprovechando oportunidades, como la que ofrece Côte d’Ivoire.
Con todo, la relación con este país africano ha gozado de buenos momentos, estabilidad y apoyo mutuo. A lo largo de sus 50 años de relaciones, funcionarios y diplomáticos de distintos niveles han realizado visitas de trabajo y colaboración en distintas cumbres y mesas de diálogo sobre temas internacionales, como la financiación para el desarrollo y el cambio climático.
Incluso antes del establecimiento formal de relaciones, el primer presidente de la Côte d’Ivoire, Felix Houphouet-Boigny, escribió una carta a su homólogo de México, Adolfo López Mateos, a la ceremonia de independencia, que se realizarían el 7 de agosto de 1961, un año después de ser proclamada.
Sin embargo, por dificultades administrativas, no fue posible que ni el presidente ni ningún otro funcionario asistiera, pero se manifestó que había mucho interés del país en establecer vínculos con ellos.
Fue hasta diciembre de 2013 cuando por fin un presidente de México visitó por primera vez la Côte d’Ivoire, cuando Enrique Peña Nieto hizo escala mientras se trasladaba a Sudáfrica para asistir al funeral de Nelson Mandela.
Ahí fue recibido por funcionarios del gobierno marfileño, y habló con ellos sobre política energética y el fortalecimiento de la relación bilateral. Pese a ello, su visita no tuvo carácter de oficial.
Recientemente, durante la instalación del Grupo de Amistad México- Côte d’Ivoire, el actual embajador marfileño, Robert Ly Djerou, expresó su compromiso de trabajar con la presidenta Claudia Sheinbaum e hizo votos para que esta nueva mirada consagre un nuevo impulso a la cooperación económica y social, cultural, educativa, científica, agrícola, turística e industrial entre ambos países.
En cada uno de estos sectores existen buenas oportunidades para obtener grandes beneficios y ampliar la cooperación. Considerando lo anterior, los cancilleres de ambos países han tenido acercamientos, subrayando la importancia de fortalecer el diálogo político bilateral. Pero hace falta mucho trabajo y voluntad política para que esto sea una realidad.
Y es que, a pesar de los esfuerzos que hacen los marfileños por ganarse la confianza y la atención de su contraparte mexicana, a los funcionarios de nuestro país parece importarles poco o nada las relaciones con la Côte d’Ivoire. Abrir una Embajada mexicana en Yamusukro es lo mínimo que se puede hacer para corresponder a su interés.
Côte d’Ivoire tiene motivos justificables de sobra para dudar sobre el verdadero interés de México en cooperar con ellos, pero a pesar de que no ha obtenido grandes beneficios, insiste en ampliar sus relaciones con nuestro país. Exceptuando los periodos en los cuales Côte d’Ivoire se enfrascó en guerras civiles, en los primeros años del siglo XXI, ha puesto todo el empeño en la relación.
Aunque su política exterior tiene un fuerte enfoque en África y Europa, tiene la voluntad de expandir su radio de acción a América Latina, reconociendo a la diáspora afrodescendiente en nuestra región como un puente para fortalecer los vínculos.
Para lograr su objetivo, la Côte d’Ivoire necesita de México, pero también son conscientes de que no deben fiarse tanto del Estado mexicano. Las tensiones en el concurso de Miss Universo 2025 entre las participantes mexicana y marfileña son un reflejo de lo que sucede en la relación entre ambos países, y de lo complejas y cercanas que son al mismo tiempo.
A pesar de que se llevan bien, existe un respeto mutuo, se admiran, apoyan, e inclusive comparten las mismas virtudes y vicios, las reglas del juego provocan tensiones, fricciones y desconfianzas, todo por el desconocimiento que aún tienen el uno del otro. Al final terminan siendo competencia, viéndose con recelo y distanciados.
Como conclusión podemos afirmar que Côte d’Ivoire es una nación africana que está abierta a México. No obstante, el desinterés de la diplomacia mexicana en profundizar la relación puede llevar al traste la gran oportunidad de tener un socio confiable, leal y estratégico en África.
Côte d’Ivoire es, junto con Kenia, una de las puertas de entrada de México a África, misma que no puede cerrarse a causa del desconocimiento, desinterés y falsas creencias en torno a África y sus pueblos. Y si al Estado mexicano no le importa, el resto de los actores políticos y sociales de la sociedad mexicana no pueden quedarse cruzados de brazos. Hay que abrazar lo africano en general, y lo marfileño en lo particular.
Por fortuna, parece ser que marfileños y mexicanos están destinados a entenderse, y es cuestión de tiempo para que las relaciones entre ambos se aceleren y profundicen. Ojalá y así sea.
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