Con la finalidad de fortalecer la cooperación con la ONU, México ha desplegado personal en las misiones de paz de Naciones Unidas, una de las cuales se desarrolla en la República Centroafricana, país con el que ha tenido reuniones y acercamientos recientes. Por ello, exploramos probables marcos de actuación de México en dicha misión, en el marco de su integración al Consejo de Seguridad de la ONU en el bienio 2021-2022 y de la situación actual de ambas naciones en materia de seguridad.
El pasado 18 de junio se dio a conocer la noticia de que México ocupará un asiento como miembro no permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en el periodo 2021-2022 en representación de la región de América Latina y el Caribe. Con este nombramiento, el país tomará parte en las decisiones sobre paz y seguridad mundial, por lo que su adhesión representa una gran oportunidad para contribuir a la construcción de un mundo más pacífico, justo e igualitario.
Ello trae consigo una gran responsabilidad y compromiso, y al respecto, la mitad de misiones de paz de Naciones Unidas que se encuentran activas en el mundo se desarrollan en el continente africano, por lo que también el asiento en el Consejo de Seguridad debería ser aprovechado por los mexicanos para convertirse en un actor más activo en las pláticas de paz, brindar ayuda humanitaria, prestar apoyo integral y reforzar lazos de amistad en aquel continente.
Dentro de este escenario, la República Centroafricana (RCA) se perfila como uno de los lugares en donde el personal mexicano puede desempeñar labores de paz y apoyo integral con mayor éxito en la búsqueda de una solución pacífica al conflicto armado interno centroafricano, que data desde marzo de 2013. Pero, ¿por qué es especial este país africano para México?
La respuesta a esta pregunta no está muy clara, pero en años recientes se han dado acercamientos cercanos hacia esta nación. Actualmente personal mexicano participa en la Misión de Multidimensional Integrada de Estabilización de Naciones Unidas en la República Centroafricana (MINUSCA), lo que ha dado lugar a una incipiente pero constante relación comercial. El pasado 5 de febrero – justo un año después de la firma de los Acuerdos de Paz y Reconciliación en Bangui – se establecieron relaciones diplomáticas con esta República, convirtiéndose así en la última nación de su continente que lo hace, por lo que ahora nuestro país ya tiene relaciones diplomáticas con todos los países de África (aunque solo se cuentan ocho embajadas).
Hay quienes afirman que este movimiento de México es oportunista, y que se utilizó al continente africano como escalón para acceder al Consejo de Seguridad. No obstante, no deja de llamar la atención el interés creciente hacia la RCA. Independientemente de los motivos que impulsan este comportamiento de México, su participación dentro de la MINUSCA tiene el potencial de generar sinergias positivas y constructivas para reconstruir el tejido social y económico en la RCA, si así se lo propone, para lo cual tendrá que elaborar un Plan Estratégico bien pensado para actuar en la resolución de este conflicto, acto no exento de riesgos y peligros, ya que es uno de los más violentos de África en la actualidad.
He identificado una serie de fortalezas, debilidades y retos a los que se va enfrentar México en caso de que se decida a actuar más profundamente en este conflicto, mismos que se desarrollan en la política interna mexicana, en la dinámica conflictiva de la RCA, y en el mismo seno del Consejo de Seguridad.
Analicemos primero el contexto centroafricano. La RCA cuenta con un largo historial de regímenes autoritarios, rebeliones armadas, golpes militares y disfuncionalidad estatal, con altos niveles de marginación y pobreza. Este conflicto en particular se caracteriza por las constantes violaciones a los derechos humanos que se cometen con total impunidad, la matanza atroz de civiles, así como la utilización de al menos 13 mil niños como soldados. Entre las principales consecuencias sociales de la guerra civil destaca el desplazamiento de 1 de cada 4 centroafricanos, de acuerdo con la ACNUR.
Un tratado de paz firmado en 2014 culminó con unas elecciones que ganó el actual presidente Faustin-Archange Touadéra, pero en el 2017 se recrudecieron las acciones militares hasta 2019, con la firma de un nuevo tratado de paz. Si bien actualmente se registra un descenso en los niveles de violencia en comparación con años pasados, el país continúa sumido en una profunda crisis humanitaria, y cualquier accidente puede ser el pretexto perfecto para un nuevo repunte de las hostilidades.
Hasta ahora, la comunidad internacional ha pecado de falta de realismo en la RCA. Incluso miembros de la MINUSCA han sido acusados de abusos sexuales desde su llegada en 2014. Una reforma en la seguridad interna o un programa de desarme, desmovilización y reintegración debe sentar las bases para la paz y la reconciliación nacional, además del combate a los problemas estructurales.
Sin duda es una tarea muy compleja, y realmente es muy difícil intervenir en un conflicto armado de este tipo, tanto para México como para cualquier otro país, ya que cualquier paso en falso puede ser suficiente para ser señalados como no neutrales. Nuestro país puede sacar provecho de la ventaja que le otorga el hecho de no tener un pasado colonial o conflictivo previo en este país, pero el personal mexicano debe estudiar con cuidado todo este contexto para no actuar de manera imprudente o proponer medidas absolutamente incompatibles a la realidad centroafricana.
En cuanto a su incorporación al Consejo de Seguridad de la ONU, también se detectan importantes obstáculos. Este Consejo es quien aprueba las operaciones de paz, y el que autoriza el despliegue de fuerzas a las zonas en conflicto –los famosos cascos azules -, por lo que cuenta con un gran poder para decidir el rumbo y los procedimientos para alcanzar la paz y la seguridad en las zonas en conflicto.
Sin embargo, su funcionamiento y directrices se encuentran lejos de ser adecuados para la resolución efectiva de los conflictos. Recordemos que este Consejo es el resultado de la configuración mundial que dejó el término de la segunda guerra mundial, donde los países vencedores (Estados Unidos, Rusia, Francia, Reino Unido y China) cuentan con un asiento permanente y con derecho a veto, mientras que los no permanentes lo integran países de todas las regiones del planeta de forma rotativa cada dos años.
México se encontrará dentro de este segundo grupo, y obviamente son muchas las limitantes a las que se enfrentará, y cuyas propuestas de solución podrían ser bloqueadas por cualquiera de los países antes señalados, lo cual ya ha ocurrido en numerosas ocasiones. En el caso particular de la RCA, Francia posee una gran influencia por ser la antigua metrópoli, a lo que se suman los intereses de Estados Unidos y Rusia en la región.
En la práctica, las medidas que dicta el Consejo responden más a los intereses de los miembros permanentes, a las que se subordinan las propuestas y pláticas de paz. Este funcionamiento resulta dañino para el mismo Consejo y los objetivos que pretende alcanzar, y solo una reforma al mismo podrá revertir la situación.
Finalmente se observan muchas inconsistencias internas que debilitan el papel de México dentro de la MINUSCA. De entrada, la operaciones de mantenimiento de paz es un asunto novedoso para nuestro país, ya que durante muchos años estuvo ausente de ellas, bajo el argumento de no intervención en los asuntos internos.
Y en efecto, el principio juarista que rige las relaciones exteriores de México: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz“, fue llevado al extremo por los diplomáticos mexicanos, y no fue sino hasta el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto cuando se anunció que nuestro país aportaría recursos humanos a las misiones de la ONU.
Aunque esta acción representó una ruptura con la visión tradicional de la política exterior mexicana, hacia finales de 2018 solo se contabilizaban 14 elementos en todas las misiones de Naciones Unidas, que se encontraban distribuidos en Haití, Colombia, Sahara Occidental, Líbano y la República Centroafricana, a donde se enviaron a un Mayor de Caballería Diplomado de Estado Mayor (D.E.M.) adscrito a la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) y a un Capitán de Fragata Infantería de Marina. En total, la MINUSCA estaba compuesta en ese mismo año por un personal de 13,252 elementos.
Puede parecer ridículo que todo lo que hemos comentado hasta ahora sobre la participación de México en la MINUSCA solo tenga como antecedente el envío de sólo dos personas a este país, pero esta iniciativa mexicana debe convertirse en un punto de inflexión para asumir con mayor seriedad el compromiso de alcanzar la paz y la seguridad mundial, si es que en verdad México tiene esta convicción, misma que le valió el boleto al Consejo de Seguridad.
Por supuesto que sería ideal enviar más connacionales hacia la RCA, no obstante, esos números dimensionan y reflejan la capacidad real de influencia de México en el conflicto centroafricano, y aunque éstos resultan raquíticos, francamente el Estado mexicano no está en condiciones para enviar a una gran cantidad de elementos que apoyen a esta y a otras misiones de paz en el mundo en estos momentos, fundamentalmente porque enfrenta una crisis de inseguridad en todo el territorio nacional, que se remonta a los tiempos del gobierno de Felipe Calderón, cuando emprendió una absurda guerra contra los cárteles de las drogas, emergiendo una ola de violencia extrema que ni él ni sus sucesores en la presidencia han podido detener.
Por lo tanto, proponer soluciones a los problemas de seguridad en otros países sin resolver los propios resulta en una incoherencia. Pese a ello, la política interna no debe condicionar o limitar la participación en los asuntos mundiales, por lo que es necesario elaborar una estrategia paralela y coordinada que comprenda la creación de centros de entrenamiento, capacitación de personal, reforzamiento, dignificación y reconocimiento a labores de seguridad, así como estrategias multidimensionales capaces de resolver disputas en México y el mundo.
A pesar de todos los obstáculos y debilidades a los que se enfrenta, México, por humanidad, no debería de insistir y apoyar a las zonas en conflicto fuera del territorio nacional. El inicio de las relaciones diplomáticas con la República Centroafricana y su asiento como miembro del Consejo de Seguridad de la ONU deben ser las plataformas para impulsar una relación que derive en una mejor situación para los centroafricanos. Y la diplomacia mexicana debe demostrar con hechos que nuestro país está dispuesto a alcanzar la paz y la seguridad mundial y superar cualquier adversidad que se les interponga.