Luanda leaks: el destape de una historia de corrupción, saqueo, pobreza y opacidad en África

El 19 de enero de 2020 el Consorcio Internacional de Periodismo de Investigación (ICIJ), en colaboración con 36 medios de comunicación internacionales, expuso a la luz pública una serie de documentos, audios y archivos que explican cómo fue que Isabel dos Santos – hija del ex presidente de Angola, José Eduardo dos Santos – hizo una fortuna y construyó un imperio a costa del erario público y el pueblo angoleño. No resulta sorpresivo el hecho de que África es la región más corrupta del mundo, pero esta revelación demuestra que la magnitud de este mal es mucho mayor de la que se piensa.

Las historias de corrupción en África son muy comunes. A cada rato se escuchan rumores de que tal o cual funcionario público africano comete actos de cohecho o sobornos, y claro, los involucrados siempre niegan las acusaciones en su contra. Sin embargo, es reconfortante observar que en los últimos años han aparecido impactantes revelaciones periodísticas que exponen, con evidencia en mano, a algunos de los personajes que han cometido actos de corrupción y evasión fiscal, en las cuales han aparecido importantes nombres de la clase política, empresarial, la realeza, funcionarios públicos de muchos países y hasta de la farándula y el deporte.

A pesar del escándalo mediático que generan y el oportunismo político que se obtiene a partir de este tipo de investigaciones, es positivo que éstas salgan a la luz, porque representan la palanca para impulsar los mecanismos que permitan hacer justicia, resarcir el daño y pagar las consecuencias por los actos de corrupción.

Estas acciones cobran más importancia todavía en el caso de los países africanos, donde se percibe más corrupción. Anteriormente en este espacio ya había abordado el tema de la corrupción en el continente africano a partir del factor social y la pobreza. Ahora, a través del caso de Luanda leaks, se exploran las terribles consecuencias que puede sufrir un país africano como Angola por la corrupción institucionalizada desde el Estado.

Este país es el segundo productor de petróleo en el continente africano, tan solo por detrás de Nigeria. Los grandes yacimientos de este valioso insumo prometieron transformar la realidad y la economía de Angola, pero la cruenta guerra civil en la que se enfrascó durante dos décadas le pasaron factura. Aún en medio de los enfrentamientos, el gobierno encabezado por el Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA) mantuvo las operaciones petroleras, apoyándose en Sonangol, una empresa paraestatal creada para garantizar una participación del 51% en la producción de petróleo y negociar acuerdos de exploración y explotación con compañías petroleras multinacionales.

Pronto esta empresa se convirtió en el principal generador de divisas para el país, pero lejos de invertir en el desarrollo interno del país, se convirtió fuente de financiamiento para la guerrilla y de enriquecimiento ilícito para los líderes angoleños.

Dentro de este escenario José Eduardo dos Santos jugó un rol principal. Desde 1979 hasta 2016 se desempeñó como presidente del país, quien en conjunto con su familia y aliados, dominaron la vida política y económica de Angola durante cuatro décadas. En septiembre de 2013 la revista Forbes dio a conocer que la fortuna de Isabel dos Santos, hija del presidente, ascendía a tres billones de dólares, que la colocaban como la mujer más rica de toda África, con tan solo 40 años.

Desde entonces, todo el mundo se preguntó cómo había acumulado tal riqueza. Y aunque se tenía la sospecha de que el origen de su fortuna era turbio, no fue sino hasta la revelación de Luanda leaks cuando se destapó la cloaca de corrupción en la que está inmersa.

El trabajo realizado por los periodistas del ICIJ describe con lujo de detalles la forma en la que Isabel dos Santos construyó, a base de las influencias políticas de su padre, la fortuna que hoy ostenta. A continuación se muestran los resultados más destacados. Si buscan ahondar en más en el tema, la investigación completa la pueden encontrar aquí.

En 1999 se creó la empresa estatal Ascorp, que cuenta con licencia exclusiva en la explotación de diamantes en el país, que es otro de sus recursos valiosos. Esta empresa es, junto con Sonangol, los principales pilares de la economía del país. Desde un inicio, el presidente José Eduardo le otorgó a Isabel y a su madre una participación del 24.5% de las participaciones de Ascorp.

Durante la siguiente década, profesionales europeos sin escrúpulos ayudaron a Isabel dos Santos y a su esposo – el congolés Sindika Dokolo, empresario y coleccionista de arte – a adquirir participaciones en una amplia gama de empresas de sectores relacionados con la economía angoleña. En ese tiempo, el presidente dos Santos le otorgó a estas compañías contratos públicos, exenciones de impuestos, licencias de telecomunicaciones y derechos para explotar diamantes. Y con la ayuda de los altos precios internacionales del petróleo, la bonanza se multiplicó.

Así, Isabel dos Santos, su esposo y sus socios construyeron un auténtico imperio con más de 400 compañías y sus subsidiarias en 41 países, incluyendo por lo menos 94 en países con jurisdicciones secretas como Malta, Mauricio y Hong Kong. Entre ellas destacan las siguientes:

  • Banco Internacional de Crédito de Angola (BIC Angola).
  • Nova Cimangola: la cementera más grande del país.
  • NOS: el proveedor de telefonía móvil, internet y TV de paga más grande de Portugal.
  • ZAP: empresa de TV satelital de habla portuguesa que abastece África.
  • Efacec Power Solutions: Productor de infraestructura y componentes eléctricos de Portugal.
  • Candando: cadena de supermercados angoleña.
  • Luandina: empresa cervecera local.

Los precios de las licitaciones y contratos públicos que otorgó el gobierno angoleño a estas empresas estaban inflados en 1 billón de dólares, de acuerdo con la investigación. Durante años se saquearon cientos de millones de dólares de las compañías de comercio de petróleo y diamantes del estado a través de empresas fantasma hacia paraísos fiscales.

Con los beneficios, Isabel y su pareja adquirieron yates y departamentos lujosos en Londres, Monte Carlo y Lisboa. No conformes con esto, con la ayuda de decretos presidenciales, Isabel creó un proyecto inmobiliario destinado a convertir a Luanda en una ciudad con grandes boulevares, jardines verdes, y rascacielos a lo largo de la costa, aunque esto significara el desalojo de villas de pescadores en la zona conocida como Areia Branca.

Desde que Forbes reveló el monto de su fortuna, los grandes bancos (como CitiGroup, Barclays y Santander) intentaban desmarcarse de Dos Santos, cancelando contratos destinados a financiar sus empresas. Cada vez más excluido del mundo financiero occidental dominante, el imperio de los dos Santos necesitaba capital.

Desafiante, Isabel culpó al sesgo antiafricano y prometió construir “una verdadera red africana” de bancos como alternativa, alegando que África era discriminada por Occidente. De esta forma el Banco BIC Cabo Verde, del que además poseía participaciones, la ayudó a mover grandes sumas de dinero. La única institución bancaria que aún le era amigable en Europa era el Banco BIC Portugues (ahora EuroBic).

En el 2014 los precios internacionales del petróleo se colapsaron, que condujeron a Angola a la peor crisis económica desde la guerra. El país había utilizado el petróleo como garantía para préstamos de China para construir diversas infraestructuras, carreteras y represas. Ahora ya no podía pagar sus deudas, y Beijing no estaba contento. Tampoco lo estaban Chevron, ExxonMobil y Total, a quienes también se les debían cientos de millones de dólares. En el pasado, Sonangol había venido al rescate. Pero los costos en el monopolio petrolero estatal de Angola se habían disparado durante los años de lavado. Ahora se iba a la quiebra.

Después de 35 años en el poder, el presidente dos Santos señaló que pronto renunciaría. Pero antes, el presidente realizó algunas maniobras para beneficiar a su hija, y su administración le otorgó más contratos públicos, aludiendo que esto ayudaría a la creación de empleos y a poner dinero en los bolsillos de los angoleños.

En la primavera de 2016 el presidente nombró a su hija directora de Sonangol, al frente de un presupuesto de 14 billones de dólares a cargo de la paraestatal. Se justificó el nombramiento por la amplia experiencia de Isabel en los negocios, no solo por ser la hija del presidente. Ahora, no solamente era una de las mujeres más ricas, sino también de las más poderosas. Este fue el punto máximo esplendor de la cleptocracia de los dos Santos. Después de esto, sobrevino una estrepitosa caída que continúa hasta hoy.

El nuevo presidente, João Lourenço, ex ministro de defensa de José Eduardo, prometió combatir la corrupción. Pronto Lourenço, de forma sorpresiva, comenzó a desmarcarse de su predecesor. Dos meses después de su nombramiento, Isabel se enteró a través del Jefe de una de las filiales de Sonangol en el Reino unido que iba a ser reemplazada. Días después se anunció oficialmente su salida, y tan solo unas horas después, según el ICIJ, realizó una transferencia de 38 millones de dólares a una empresa de consultoría en Dubái llamada Matter Business Solutions, propiedad de uno de los socios de Dos Santos.

Tres meses después, el sucesor de dos Santos en Sonangol, Carlos Saturnino, la acusó de mala administración. Dijo que su mandato, que duró menos de 18 meses, estuvo marcado por prácticas comerciales inadecuadas, que incluyen compensaciones excesivas, conflictos de intereses, evasión fiscal y un número excesivo de consultores. Identificó que 13 empresas habían sido pagadas por servicios de consultoría, incluidas cinco vinculadas a la hija dos Santos.

Durante las semanas y meses siguientes, dos Santos proclamó su inocencia en sus cuentas de Twitter e Instagram. Dos Santos y su esposo afirmaron haber actuado en el marco de la legalidad, y dijeron que no se beneficiaron de las conexiones políticas, y dijo que había una persecución política contra ella y su familia.

Todo el imperio comercial de los dos Santos estaba bajo asedio. En marzo de 2018 se abrió una investigación preliminar, y un tribunal emitió un citatorio para que Isabel dos Santos sea interrogada en julio. Nunca se presentó porque, según ella, nunca le llegó el aviso. Desde entonces sus abogados trabajan en su difícil defensa.

La licencia de explotación de diamantes le fue revocada por el gobierno, así como los contratos a sus empresas. Después congelaron sus activos en Angola, y después de la filtración de Luanda leaks, Portugal hizo lo mismo. Actualmente se encuentran abiertas investigaciones a sus empresas por las autoridades de Estados Unidos, Reino Unido, Suiza, Brasil, Portugal y la República Democrática del Congo.

Esta es la historia de cómo una mujer africana pudo abrirse paso en el turbulento mundo de los negocios dominado por los hombres, aunque por el modo en que lo logró, su caso es aberrante. Basta con hacer una comparación con su fortuna y las condiciones de vida de la población en Angola: en los hospitales públicos no hay jeringas y medicamentos antipalúdicos. Las mujeres embarazadas dan a luz con la linterna del teléfono celular. La corrupción arrastra a las economías, erosiona la fe en la democracia y desvía dinero que puede invertirse en hospitales, escuelas y carreteras. Por todo esto, Transparencia Internacional evalúa a Angola como uno de los países más corruptos del mundo. La esperanza de vida es de solo 60 años, y el 5% de las y los niños muere antes de los cinco años.

Y para hacer justicia al pueblo angoleño, no hay otro camino que no sea el castigo necesario a todos los responsables. Las acciones que emprenda el actual gobierno de Angola en este sentido son fundamentales desde ahora. Probablemente Isabel dos Santos tenga algo de razón en afirmar que existe una cacería de brujas contra su familia, puesto que las autoridades de Angola colaboraron en la investigación de Luanda leaks.

Hay todo un misterio en la transición política de 2017 en este país y en el desmarque de Lourenço con los dos Santos. Éstos últimos deben pagar por todo el expolio que realizaron durante cuatro décadas, pero si esto no viene acompañado de un proceso de redistribución y reparación del daño al pueblo angoleño, de poco servirá todo el escándalo que se ha producido.

No obstante, el actual gobierno de Luanda tiene ante sí una inmejorable oportunidad para comenzar un nuevo proyecto, donde las ganancias provenientes del petróleo y los diamantes estén al servicio del pueblo, y no de la élite gobernante. Sin embargo, los flujos de dinero provenientes del petróleo constituyen una tentación a la que muchos políticos no pueden resistir. Para muestra, tenemos el caso de Emilio Lozoya, exdirector de Petróleos Mexicanos, involucrado en corrupción en el marco del caso Odebrecht.

Actualmente José Eduardo está viviendo en España, donde se reporta enfermo y recibiendo tratamiento médico. Dejó al país sumido en el caos: los ingresos fiscales cayeron en más de 50% a niveles de 2014. El Banco Mundial estima que casi un tercio de su población vive con menos de 1.90 dólares al día, y la desigualdad está escalando por el país. Aunque el clan familiar mantiene una considerable riqueza, su poder ha disminuido.

A esta historia aún le falta su desenlace, y posiblemente sean muchas las páginas que siguen pendientes. Estaremos pendientes en qué termina todo esto. Y en lo que se resuelve, vale la pena preguntarnos cuántos casos como este habrá en África que permanecen ocultos. Quizás más de lo que nos imaginamos.


Carlos Luján Aldana

Economista Mexicano y Analista político internacional. Africanista por convicción y pasatiempo. Colaborador esporádico en diversos medios de comunicación internacionales, impulsando el conocimiento sobre África en la opinión pública y difundiendo el acontecer económico, geopolítico y social del continente africano, así como de la población afromexicana y las relaciones multilaterales México-África.

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