Un buque carguero etíope arriba al Puerto de Djibouti. Fotografía: Wikimedia Commons.
Djibouti o Yibuti es un pequeño país africano cuyo territorio siempre ha estado íntimamente vinculado con el comercio. Con el paso del tiempo se ha convertido en un importante punto de transbordo de mercancías y en paso obligado hacia los principales mercados mundiales gracias a su excelente ubicación geográfica. Sin embargo, esta posición no ha sido aprovechada lo suficiente para impulsar el comercio intraafricano, cuando las oportunidades son inmensas. Este asunto es el que se aborda a continuación.
Los procesos de globalización económica, comercio internacional, cambio tecnológico y la tendencia hacia una mayor especialización y deslocalización de la producción a nivel mundial han abierto nuevas dinámicas, donde las diferentes realidades locales se ven fuertemente conectadas unas con otras, dando como consecuencia que el control de determinados lugares estratégicos para el mantenimiento de dichos procesos cobre una enorme importancia.
Uno de esos sitios es Djibouti, una nación que apenas roza los 22,300 km2, pero que se encuentran estratégicamente bien ubicados, en el estrecho de Bab el-Mandeb, que separa la península arábiga del continente africano, justo en la entrada hacia el mar rojo, una vía marítima que conecta los mercados asiáticos, africanos y europeos. Por sus aguas transita aproximadamente el 40% del tráfico marítimo internacional de mercancías, y las actividades portuarias representan alrededor del 70% de su Producto Interno Bruto (PIB).
A través de la historia siempre ha fungido como puerto, presentando notables influencias árabes, somalíes y etíopes. Tras la apertura del canal de Suez cobró aún más importancia, y en 1862 uno de los sultanatos somalíes de la zona vendió el puerto y las tierras adjuntas a los franceses por 52 mil francos, estableciéndose así la Somalia francesa, creada para contrarrestar la presencia de otras potencias europeas en la zona. Fue tan importante esta colonia para Francia, que no le fue otorgada la independencia cuando inició el proceso descolonizador africano. Fue hasta el 8 de mayo de 1977 declaró su independencia tras un plebiscito.
Tras unos primeros años algo inestables, la política interna de Djibouti se caracteriza por un frágil equilibrio entre los afar y los issa, los dos grupos étnicos del país. Es uno de esos raros casos donde la pobreza es generalizada (70% de la población), pero hay paz. Crónicamente desprovisto de recursos, sin tierras aptas para el cultivo, y solo con yacimientos de sal como su principal producto interno de exportación, su ubicación geográfica constituye, por sí misma, en su principal activo.
Por lo tanto, estamos hablando de un país intrínsecamente pobre, que depende del exterior para sobrevivir. Y para su fortuna, la geopolítica regional y mundial ha revalorado su importancia, al convertirse no solamente en un sitio importante en materia de comercio marítimo, sino también como sede de bases militares, establecidas en ese país por algunos países extranjeros (Francia, Estados Unidos, China, Japón, Italia, la Unión Europea y, próximamente, Arabia Saudita) con el propósito de asegurar sus intereses económicos y ganar posiciones en su lucha contra el terrorismo, de las cuales obtiene importantes ingresos por concepto de renta.
Atrapado dentro de una vecindad bastante explosiva, Djibouti cuenta con muy poco margen de acción en caso de un hipotético ataque terrorista a la nación, y dada la gran importancia que representa para el sostenimiento del comercio exterior en la región, las bases militares son un mal necesario. Todos los países que mantienen tropas en el país operan prácticamente uno al lado del otro, bajo una coexistencia pacífica. Ante tal escenario, los yibutíes juegan la carta de la neutralidad, y representan el mejor reflejo de la multipolaridad que impera en el mundo.
Con estas credenciales, este pequeño país africano desconocido para muchos se ha convertido en un sitio donde todos quieren estar, pero al mismo tiempo, pocos se preocupan por su desarrollo y asuntos internos más allá de asegurar el mantenimiento de sus intereses. Conscientes de sus debilidades, este país ha puesto en marcha una estrategia a largo plazo con su Visión a 2035 y un Plan Estratégico para combatir la pobreza y la inseguridad alimentaria, y transformar la economía a través de una mayor cohesión social y solidaridad nacional, reflejado en una mejora en la calidad de vida de su población.
Para lograr esos objetivos, de alguna forma Djibouti tendrá que buscar aumentar su valor en alguna dinámica global que les otorgue cierto margen con respecto a las potencias extranjeras, y dada la coyuntura continental actual, la puesta en marcha de la nueva Área de Libre Comercio Continental Africana (AfCFTA) ofrece innumerables oportunidades comerciales y de negocio, ya que se espera que tras la eliminación de aranceles y demás restricciones al comercio entre los países africanos, aumenten las operaciones comerciales entre las naciones africanas, y dentro de este marco, Djibouti reúne todos los requisitos para convertirse en la más grande plataforma logística a nivel continental.
Si bien en estos momentos este país está lejos de ser el gran centro de distribución de África, el potencial del país para desarrollar una infraestructura portuaria con instalaciones capaces de conectar con los distintos mercados africanos y contribuir a la expansión de las cadenas de suministro y valor en África es inmenso, sustentado en los siguientes puntos:
- Su gran ubicación geográfica conecta entre sí a las grandes fábricas asiáticas, los principales productores de hidrocarburos, los centros de consumo masivo en Europa y, por supuesto, los mercados emergentes africanos.
- Las características de su territorio favorece la creación una economía sustentada exclusivamente en los servicios, sobre todo aquellos relacionados con el comercio, los transportes, custodia y almacenaje de mercancías y la administración.
- Acceso inmediato a los países que integran los bloques económicos COMESA Y EAC.
- A pesar de su reducido tamaño, es capaz de albergar la infraestructura logística necesaria para concentrar un gran volumen de mercancías, así como posibilidades de abrir caminos y vías férreas que conecten a los puertos del país con el Norte, Centro y Este de África.
- Terminal de contenedores de 350,000 TEU (unidad equivalente a veinte pies / año), con viabilidad de ampliación.
Sin embargo, para poder aprovechar estas oportunidades, Djibouti necesita que se combinen una serie de factores internos y externos, muchos de los cuales no dependen directamente del país. Y entre ellos, lo más importante y básico es, sin duda, la implementación de un Plan de inversión multimillonaria en distintas etapas.
No obstante, éste es el punto débil para este país, dado que bajo su condición actual, ni Djibouti ni algún otro país africano está en condiciones de desembolsar grandes sumas de dinero en un ambicioso proyecto de infraestructura logística y comercial. Sin ir más lejos, para Djibouti la cuestión de la sostenibilidad de la deuda externa (donde China es el primer prestamista) es aspecto muy preocupante.
Sin embargo, la transformación de Djibouti ya está en marcha, bajo el amparo del apoyo y la solvencia financiera china, tras el lanzamiento de la primera fase de la Zona Internacional de Libre Comercio de Djibouti (Diftz, por sus siglas en inglés) y la inauguración del tren de alta velocidad que conecta las capitales de Djibouti y Addis Abeba en 2017, todo lo cual debería aumentar las actividades manufactureras y las oportunidades de empleo.
De la misma manera se está llevando a cabo un programa de ampliación y modernización de sus puertos, en donde los Emiratos Árabes Unidos están financiando una parte del programa. Actualmente los puertos de Djibouti sirven como abastecimiento de combustible y punto de transbordo, no tanto como sitio de envío y recepción de mercancías que tengan como destino algún lugar del continente africano, lo cual se explica porque el país está arrastrado por la dinámica internacional.
Si bien se encuentra dentro de los primeros diez puertos del continente, al situarse justo en la intersección de las principales líneas cargueras del mundo, se abre un gran abanico de posibilidades para convertirse en el principal acceso a los mercados africanos, para lo cual debería aumentar su capacidad de carga y descarga.
Pero, si bien la enorme cantidad de inversión puede redituar en grandes dividendos, un endeudamiento y dependencia excesiva con el extranjero (sobre todo con China) también puede convertirse en una trampa para Djibouti, al grado de que los extranjeros se adueñen de las infraestructuras, con una notable pérdida de soberanía , sobre todo en un punto clave para el comercio mundial.
De ahí la importancia de adoptar un proyecto económico alternativo, autónomo y complementario a nivel continental. Hay incluso quienes afirman que este país se convertirá en el “Singapur africano” por las enormes inversiones que supone un hub logístico y de seguridad en el que operan las principales potencias del mundo, figura que sin lugar a dudas puede alcanzar sin problema.
Y aquí aparece otro gran obstáculo: el déficit en infraestructuras que presenta el continente africano, que de acuerdo a algunos economistas, reduce en un 2% el crecimiento económico del continente. Es por ello que la Unión Africana, en conjunto con la Nueva Alianza para el Desarrollo de África (NEPAD) y el Banco Africano de Desarrollo pusieron en marcha en julio de 2010 el Programa de Desarrollo de Infraestructuras en África (PIDA, por sus siglas en inglés), con el objetivo de cerrar la brecha con respecto a otras regiones del mundo para el año 2040.
Sobra resaltar la gran importancia que tendría para toda África el desarrollo de infraestructuras en Djibouti. Al respecto, la legislación en materia de inversión y fomento a los negocios en este país ofrece un marco legal y jurídico adecuado para recibir capitales africanos. Sin embargo, queda pendiente evaluar el posible impacto que representaría en el aumento en el comercio intraafricano el desarrollo de un gran centro logístico en Djibouti, sobre todo en países africanos lejanos a la costa oriental y del mar rojo.
En este punto vale la pena resaltar que Djibouti concentra el 100% del tráfico marítimo de Etiopía, desde que este país perdió sus litorales tras la separación de Eritrea, por lo que un gran volumen de mercancía se mueven hacia Addis Abeba por carreteras y por tren, haciendo posible un gran negocio para ambos. Un aspecto destacable es la interdependencia económica entre ambas naciones, ya que Djibouti depende de este país para satisfacer sus necesidades básicas de agua potable, energía y alimentos, mientras que los puertos de Djibouti son vitales para el comercio y el crecimiento económico etíope.
Pero en estos momentos, los vínculos económicos con otros países africanos todavía son bajos. En este sentido, los aspectos relacionados con el transporte y el mejoramiento de caminos son vitales. Actualmente está en funcionamiento una carretera transafricana que va desde Djibouti hasta Yamena, que conecta cinco países africanos, pero que presenta varios tramos sin pavimentar, y el tráfico de vehículos aún es muy bajo.
De igual forma, otro proyecto infructuoso hasta el momento es la construcción del Bridge of the horns, un largo puente que atravesaría el estrecho de Bab el-mandeb, que conectaría al país con Yemen, y que tendría ramificaciones con Sanaa, Adén, La Meca y Dubai, del lado de la península arábiga, y en el territorio africano con Addis Abeba, Jartum y Nairobi. Este megaproyecto fue planeado desde el 2008, pero no se ha materializado por las dificultadas en su construcción, sus elevados costos de mantenimiento y por la violencia e inestabilidad política de Yemen.
Como este, hay muchos otros proyectos de inversión económicamente viables para Djibouti, pero realmente la transformación de la economía y vida social del país dependerá en buena medida de que el AfCFTA sea exitoso. De poco servirá que Djibouti se convierta en un hub logístico si el volumen derivado del comercio exterior intraafricano no crece de manera importante. Además, el monitoreo y evaluación de los proyectos de inversión y de infraestructuras deben ser reforzados. La fórmula es, al igual que en el resto de África, en el impulso a la salud, la educación, el trabajo y el combate a la pobreza en general.
Volviendo al AfCFTA, si bien se recalca que la integración económica debe convertirse en el principal motor económico del continente, no será una labor sencilla que más de 50 naciones transiten en una misma dirección. Se tienen que superar importantes barreras en todos los ámbitos, y una de las principales es reducir las asimetrías de desarrollo entre todos los países de África, así como trabajar en la industrialización y diversificación de las economías.
No obstante, todo queda supeditado al grado de implementación, compromiso y profundidad en el acuerdo, sobre todo de parte de los Estados, y es en este punto donde se han presentado muchas inquietudes por parte de algunos países y expertos respecto a que podría tener importantes impactos negativos en las sociedades y las comunidades, sobre todo en los países más pequeños. Por el contrario, para otros este tratado significará un catalizador importante para impulsar el desarrollo continental.
El tratado comenzará a operar el primer día del 2021, y ahí es finalmente donde se verán los primeros resultados. Por lo pronto, Djibouti tiene que estar preparado para aprovechar su potencial y las oportunidades en materia logística y comercial. Si el tratado de libre comercio continental funciona, Djibouti tiene ante sus aguas la puerta abierta para aprovechar al máximo su ubicación estratégica y detonar el desarrollo integral de su población. Y al mismo tiempo, África y el resto del mundo también ganarán.