Fotografía: Pxhere.
La agricultura es la principal actividad económica en el continente africano, que emplea a cerca de la mitad de los trabajadores adultos. Todavía el África rural es más grande que el África urbana, por lo cual el fomento y la protección a las actividades agrícolas son fundamentales para el desarrollo económico y social de las naciones africanas. Dentro de este estratégico aspecto, he elaborado cinco artículos donde se describen los principales impactos económicos, sociales y medioambientales que tienen algunos cultivos agrícolas, sobre los países africanos productores y los consumidores finales. Específicamente, hablamos del aceite de palma, el maíz, el arroz y el café. Esta primera entrega está dedicada exclusivamente al aceite de palma.
La palma aceitera (Elaeis guineensis) es un cultivo originario de la zona del golfo de Guinea, en África Occidental. Es una planta perenne que produce un fruto oleaginoso, que es el que se recolecta y procesa. Las palmeras de aceite crecen en zonas tropicales, de alta precipitación y ocupadas por bosques o selvas, junto con otros cultivos, como los plátanos, el cacao y el café.
Su uso data desde tiempos del Egipto Antiguo. En la medicina tradicional africana todavía se utiliza para aliviar dolores, como loción para el cuerpo y como objeto funerario. Históricamente ha sido base de la economía de muchas poblaciones, y muchas mujeres se ocupan desde su recolección hasta su venta.
A partir del siglo XIX comenzó su utilización a nivel industrial, y actualmente su producción está muy extendida en todo el mundo. Aunque es difícil de identificar, se encuentra integrado en una enorme variedad de productos, a tal grado que alrededor del 40% de lo que se vende en un supermercado contiene el óleo de la palma africana, que van de artículos tan distintos entre sí como pasteles, cajas de cereal, papas fritas, jabón, maquillaje, helado, shampoo, pasta de dientes, aceite vegetal para cocinar y cualquier tipo de comida empaquetada. Inclusive se ha utilizado con éxito en la fabricación de biodiesel.
Ante tal diversidad de productos y sus bondades, la producción de aceite de palma se ha disparado en los últimos cuarenta años. Es muy valioso para muchas industrias porque es un antioxidante, tiene un contenido equilibrado de ácidos grasos y aporta vitaminas. No obstante, recientes investigaciones sobre sus efectos en la salud humana también demuestran que los alimentos que contienen aceite de palma son ricos en ácidos grasos saturados, mismos que se encuentran directamente vinculados con el incremento de distintas enfermedades metabólicas, razón por la cual muchas instituciones sanitarias han llamado a evitar el consumo de alimentos que contienen estas grasas saturadas.
Pese a que es nativo de África, el 80% del aceite de palma que se produce a nivel mundial procede de Indonesia y Malasia, pero a medida que crece la demanda mundial, las multinacionales se están trasladando a otros lugares, entre ellos, a África Occidental y Central, regiones con los ecosistemas más diversos de la tierra, en donde se estima que tres millones de hectáreas de tierra (casi 7.5 millones de acres) han sido adquiridas por empresas multinacionales de aceite de palma, como Wilmar, Olam, Sime Darby, Golden Veroleum y Equatorial Palm Oil.
Los cultivos de la palma africana son muy populares porque son el cultivo oleaginoso más eficiente, versátil y barato del mundo. Sin embargo, los cultivos a gran escala han recibido numerosas críticas y rechazos por las externalidades negativas que genera: deforestación, pérdida de biodiversidad, erosión de suelos, la marginación de los pequeños agricultores locales y la violación de los derechos humanos de las comunidades locales a través de la sobreexplotación laboral y el desplazamiento de sus tierras por parte de las grandes corporaciones.
Todas estas consecuencias han derivado en disputas entre los representantes de dichas corporaciones y los pequeños agricultores, que a pesar de su importancia, todavía reciben poca atención. La falta de transparencia sobre las operaciones de adquisición de tierras es un factor que conduce a la exclusión de las comunidades locales en la cadena de suministro. Incluso los mismos gobiernos otorgan ayuda económica y facilidades en la concesión de tierras a las multinacionales.
Desde Liberia hasta Angola, el debate sobre cómo producir de manera más sustentable el aceite de palma está abierto. Y las comunidades locales se encuentran en el centro del debate. Al ser un producto económicamente beneficioso, nadie quiere prohibirlo completamente. No existe un aceite mejor, y otras alternativas serían aún más perjudiciales al medio ambiente. Pero el gran problema no es el aceite de palma en sí mismo, sino el modelo de producción vigente.
En el sudeste asiático el aceite de palma ha contribuido a su crecimiento económico, y se espera que, tras la expansión de los cultivos en África, suceda lo mismo aquí. Y a diferencia de Asia y América Latina, en el pasado el aceite de palma ha sido integrado en los campos africanos de forma integral con otros cultivos, por lo cual es posible que África tenga mayores probabilidades de alcanzar los niveles de producción que demanda la agroindustria mundial, mayor diversificación y rotación de cultivos y menor impacto al medio ambiente. Aunque para alcanzar ello, una condición indispensable sería elaborar planes de integración que reconozcan el trabajo de los pequeños agricultores.
Además, los inversores procesan la fruta al aceite en el país de origen, y luego lo envían a procesar fuera del continente, por lo que la participación de los países africanos en la cadena productiva es mínima, y organizaciones como Amnistía Internacional y Greenpeace alertan sobre la prevalencia de abusos, trabajo infantil y sobreexplotación laboral en las plantaciones.
Con el objetivo de eliminar todas las externalidades negativas que generan los cultivos de aceite de palma, se han implementado a nivel internacional normas industriales y certificaciones para el aceite de palma “producido sustentablemente”.
Entre ellos destaca la Mesa Redonda sobre Aceite de Palma (RSPO, por sus siglas en inglés), que se considera como el esquema más sólido en su tipo, que busca garantizar la producción sostenible de aceite de palma, la conservación de las especies y hábitats y beneficios sociales para las comunidades locales, mismas que han sido aceptadas por las principales empresas internacionales de consumo, como Unilever y Nestlé.
Sin duda, este tipo de instrumentos normativos, así como normas de etiquetado más claras, tienen el poder de influir directamente en las decisiones de compra de los consumidores. Sin embargo, diversas investigaciones no muestran grandes diferencias en la sostenibilidad ambiental, social y económica entre las fincas certificadas y las no certificadas, por lo que se sugiere tener mayor claridad en los objetivos de sustentabilidad y un mayor compromiso por la mejora continua de estos esquemas y de la producción.
De la misma manera, se necesita una mayor participación e incidencia por parte de los gobiernos de los países productores, lo cual puede constituir un factor determinante para reorientar las políticas públicas en materia agrícola de manera más inclusiva y sostenible. La mala noticia es que las malas prácticas clientelares y corruptivas entre los gobiernos son bastante comunes, por lo que el papel de la sociedad civil africana y los consumidores también es clave, quienes tendrán que ejercer más presión a los Estados para exigir cambios en el campo africano.