
El cuerno de África es escenario de fuertes disputas territoriales, étnicas y geopolíticas, siendo así un sitio donde sus naciones y otras potencias regionales e internacionales buscan expandir su influencia, desarrollándose dinámicas de lo más complejas. Dentro de este marco, a continuación, se exponen dos de las más importantes y relevantes en la actualidad: el reconocimiento de Somalilandia y la presencia de países de Medio Oriente y la península arábiga en la subregión.
Somalilandia, un Estado sin país.
Somalilandia es uno de los casos más fascinantes y complicados que podemos encontrar sobre movimientos independentistas en el continente africano, que combina separatismo, diplomacia y geopolítica. Oficialmente estamos hablando de un Estado semiautónomo con reconocimiento limitado, ubicado en la parte norte de Somalia, frente a las costas del Golfo de Adén, una de las rutas marítimas internacionales más transitadas del mundo.
Su territorio tiene una superficie de más de 176 mil km2 – similar a la del Estado de Sonora, México – y en 2022 contaba con un Producto Interno Bruto (PIB) estimado en 7 mil millones de dólares. Comparte frontera con Djibouti al Oeste, Etiopía en el Sur y al Este con otra región semiautónoma de Somalia, Puntlandia.

Durante la época colonial, Somalilandia fue un protectorado británico. Incluso fue independiente por cinco días, antes de adherirse al resto de Somalia (que estuvo bajo la administración de Italia), conformando un solo país en 1960.
La idea era unificar bajo un mismo país a todas las familias y clanes somalíes que viven en el Cuerno de África. Sin embargo, la unificación de las Somalias italiana y británica estuvo llena de desafíos, y muchos ciudadanos de Somalilandia rechazaban la excesiva centralización del poder en Mogadiscio, oponiéndose a sus políticas por sentirse traicionados, sobre todo durante la administración del régimen militar de Siad Barré (1969-1991).
Un grupo rebelde, el Movimiento Nacional Somalí (SNM, por sus siglas en inglés) emergió en Somalilandia en la década de los ochenta como oposición a la junta militar presidida por el dictador Barré.
Pero sin duda, el evento que marcó el punto de inflexión en el separatismo de Somalilandia de Somalia fueron el bombardeo a la ciudad de Hargeisa de 1988 y las matanzas contra el clan Isaaq en su territorio, ordenados por Siad Barré, con el argumento de “aplastar a las milicias rebeldes del norte del país”.
Se estima que entre 1988 y 1991 fallecieron entre 50 mil y 60 mil personas, en lo que algunos llegan a denominar como “genocidio” u holocausto”, que dejaron un trauma histórico que aún taladra en la memoria colectiva de la nación y alimenta el independentismo.
Tras el derrocamiento de Barré a principios de 1991, en mayo de ese mismo año, el SNM se negó a reconocer cualquier gobierno interino encabezado por otra milicia, y se autoproclamó independiente, con Hargeisa como capital.
Desde entonces, la situación se transformó por completo: mientras el resto de Somalia se sumió en el caos, el desorden y la guerra, Somalilandia se convirtió en un oasis de estabilidad y relativa paz en medio de una subregión turbulenta. Sin embargo, y a pesar de que Somalilandia ha actuado como un Estado libre y soberano con todo derecho, teniendo incluso un desempeño mejor que muchos otros países africanos, no ha conseguido su principal objetivo: el reconocimiento internacional.
Así, a pesar de que el territorio cumple con muchos de los requisitos que figuran en los acuerdos que definen la condición de Estado, en particular la Convención de Montevideo de 1933, persiste una notoria hostilidad hacia la idea de una Somalilandia independiente. Se detectan tres fuertes motivos que explican ello.
El primero resulta obvio: la no aceptación de la independencia de Somalilandia por el gobierno de Mogadiscio, a la que considera únicamente como región autónoma. Si acepta la independencia de Somalilandia, perdería una parte considerable de su territorio, costas, y el acceso al golfo de Adén, lo cual lo debilitaría aún más.
Además, la separación proclamada en 1991 no fue aprobada por ninguna autoridad legítima de Somalia, porque no había tal, teniendo así un conflicto jurídico y de derecho internacional.
En segundo lugar, la Unión Africana no acepta la independencia de Somalilandia debido a un principio establecido en su carta fundacional: la inviolabilidad de las fronteras coloniales heredadas, un principio clave de las relaciones panafricanas.
No obstante, tal como se señaló anteriormente, Somalilandia se administró de forma separada al resto de Somalia durante la época colonial, e inclusive, cuando fue independiente por cinco días en 1960, Somalilandia fue reconocida por 35 países, entre los que se encuentran Egipto, Libia y Ghana.
Además, la aceptación de la independencia de Sudán del Sur demostró que la búsqueda de autodeterminación de Somalilandia sí puede justificarse. Con todo, y a pesar de que contradice su propio discurso, la Unión Africana considera como legítimas las fronteras de Somalia después de la unificación de 1960.
Finalmente, el entorno mundial no ha sido favorable para el reconocimiento internacional de Somalilandia. Su declaración de independencia se dio justo cuando terminó la guerra fría, cuando la desintegración del bloque socialista (con excepción de la antigua Yugoslavia) ya se había concretado.
A diferencia de aquel entonces, ahora los países son mucho más cuidadosos en otorgar el reconocimiento internacional a un territorio que intenta separarse de otro, dado que muchos enfrentan movimientos separatistas (por ejemplo, Escocia, Cataluña, Kosovo, entre otros), y muchos de ellos están en África.
Incluso dentro de la misma Somalia las regiones de Puntlandia y Jubalandia han expresado sus intenciones de separarse del país y ser independientes, aunque ninguno de ellos ha madurado como proyecto ni replicado el éxito de Somalilandia.

De esta manera, factores internos, diplomáticos y jurídicos impiden la plena independencia de Somalilandia. Los analistas internacionales tienen posturas encontradas sobre su situación: mientras que algunos ven con buenos ojos el reconocimiento, otros temen que impulsaría otros movimientos secesionistas, sobre todo en África.
A favor, su principal argumento es, sin duda, la estabilidad política interna que ha alcanzado en los últimos 35 años, desprendiéndose de la influencia de Mogadiscio y el caos somalí. Desde 2001 tiene Constitución propia, y desde 2003 celebra elecciones democráticas.
Sus habitantes pertenecen, en su mayoría, al clan de los Isaaq, una de las familias somalíes más grandes, lo cual facilita su unión e integración.
En contra, no obstante, existen muchos obstáculos para su reconocimiento internacional. Por principio de cuentas, Somalia y la Unión Africana se oponen rotundamente, por temor a otros separatismos africanos y el terremoto político que la posible independencia de Somalilandia pudiera inspirar.
Somalia bloquea cualquier intento unilateral de negociar acuerdos o tratados internacionales, lo que se traduce en la falta de oportunidades (limitadas) para el comercio exterior y las inversiones han desafiado las capacidades de su gobierno para brindar servicios básicos a seis millones de habitantes.
La exclusión de los mercados internacionales, del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial (por no estar reconocida) es una presión socioeconómica muy fuerte, y pone en riesgo décadas de estabilidad.
Pese a ello, Somalilandia permanece firme en sus ambiciones, y paradójicamente, encuentra en el comercio exterior un arma de negociación muy atractiva y codiciada: el puerto de Berbera.
Este puerto marítimo es, nada más y nada menos, la joya de la corona del Cuerno de África, siendo la llave de acceso a las rutas marítimas que conectan el mar rojo, el golfo de Adén, el canal de Suez y el estrecho de Bab el-Mandeb desde tiempos antiguos.

Gestionado en la década de los setenta por la Unión Soviética, este puerto es un emplazamiento estratégico en las rutas comerciales del petróleo, y existen planes de convertirlo en un hub comercial clave, que compita con el de Djibouti, que es caro y está congestionado.
Desde 2016 el gobierno de Somalilandia llegó a un acuerdo histórico con DP World, una empresa multinacional de logística y gestión de terminales portuarias con sede en Dubái, uno de los Emiratos Árabes Unidos (EAU), para desarrollar, modernizar y administrar el puerto de Berbera, que está a la espera de que se concreten proyectos comerciales con Etiopía, Omán y los mismos EAU, países con claros intereses comerciales en la zona.
Esta situación está generando tensiones entre Somalia con cada una de las naciones que firman acuerdos con Somalilandia, especialmente con Etiopía y los EAU.
En este sentido, en enero de 2024 se firmó un controvertido acuerdo entre Etiopía y Somalilandia: a cambio de reconocimiento diplomático, Etiopía obtendría acceso al puerto de Berbera. Somalia reaccionó furiosa, llamando a consultas a su embajador en Etiopía y buscando apoyo internacional, específicamente, en la Liga Árabe.
Apoyada por Qatar y Egipto en algunos momentos, Somalia rechaza cualquier acuerdo que legitime a Somalilandia, quien tiene en los EAU a su mejor aliado, a la que apoya y ve como un contrapeso a Somalia, e indirectamente busca restar influencia a Qatar y Turquía, aliados de Mogadiscio.
Pero las disputas no se limitan al ámbito regional. Recientemente Londres y Washington han expresado sus intenciones de reconocer a Somalilandia, lo cual sería un impulso muy grande hacia su causa, esto porque, según diversas especulaciones e informes de prensa, Estados Unidos e Israel han explorado la posibilidad de reubicar a palestinos refugiados a causa del conflicto en Gaza en Somalilandia y otros países africanos.
Además, Somalilandia también tiene petróleo sin explotar, lo que atrae empresas europeas, estadounidenses y árabes.
En suma, el escenario geopolítico regional es, al mismo tiempo, un factor a favor como en contra. El logro de los objetivos somalilenses dependerá de cómo mueva sus fichas y de adaptarse a un entorno internacional cambiante.
Con todo, Hoy, solo Taiwán (que no es miembro de la ONU) apoya la independencia, pero esto puede cambiar en cualquier momento. Fuera de ello, ningún otro gobierno extranjero reconoce su soberanía, pero muchos Estados le otorgan un trato separado de Somalia.
Aunque el gobierno legítimamente reconocido de este país anunció, en diciembre de 2023, que estaba abierto a reabrir pláticas con Somalilandia para resolver las disputas, bajo la mediación de Djibouti, en la práctica hace lo contrario, tal como lo hemos visto.
De esta manera, Somalilandia es un Estado sin país. Resulta absurdo que lo traten como independiente sin ser independiente. Es o no es, punto. Hablar de separatismos políticos siempre será un asunto delicado, pero en este caso en particular, el reconocimiento internacional de Somalilandia resultaría en una acción firme hacia la pacificación y desarrollo del Cuerno de África en su conjunto, siempre y cuando no se involucren otras querellas externas, como Gaza.
Se dice que la diplomacia es la ciencia de la hipocresía, y esta afirmación aplica para Somalilandia y todo el Cuerno de África. Y como están las cosas, conviene muchísimo analizar este espacio con mayor detenimiento.
Los intereses geopolíticos de los países de la península arábiga y Medio Oriente en el Cuerno de África.
Somalilandia es uno de los campos de batalla geopolítica regional que se libran en el Cuerno de África. Su caso resalta la importancia estratégica de la subregión dentro de la geopolítica actual por múltiples motivos, de los cuales daremos cuenta.
Cuna de la humanidad y de grandes Imperios antiguos, el cuerno de África es una de las zonas más castigadas e inestables del mundo, pero a pesar de su vulnerabilidad, por sus aguas circula entre un 12% y 15% del comercio marítimo mundial, debido a su ubicación estratégica en las rutas del Mar Rojo y el golfo de Adén.
Es también fuente clave de productos básicos, entre los que destacan el aluminio, cobre, fósforo y amoniaco, materias primas que subrayan todavía más su importancia económica.
Por desgracia, sus Estados – principalmente Somalia, Etiopía, Eritrea y Djibouti, a los cuales se agrega Somalilandia – son débiles, donde se libran conflictos intra e interestatales, que generan desplazados y crisis humanitarias cíclicas.
La presencia de actividades ilícitas (piratería, pesca ilegal, tráfico de drogas, armas, carbón, trata de personas, etc.) son una constante, a la par que sus economías siguen estando muy subdesarrolladas, que carecen de infraestructuras y de grandes puertos comerciales de aguas profundas.
A eso le agregamos factores medioambientales, como las sequías, crisis alimentarias y de refugiados. Los efectos del cambio climático son especialmente visibles y más agudos en esta subregión, donde hoy viven más de 190 millones de personas, y al igual que en la península arábiga y Medio Oriente, son predominantemente musulmanes.
De esta manera, el Cuerno de África es un complejo escenario, tanto en su dimensión terrestre como marítima, y su ubicación frente a la península arábiga ha favorecido la creación de lazos e intercambios, unidos por la migración y la fe islámica.
Las relaciones entre ambos están marcadas por antiguos vínculos étnicos, familiares, lingüísticos y religiosos, una historia colonial europea común y siglos de relaciones comerciales centradas en la trata de esclavos, marfil, café, ganado y muchos otros productos.
Tras las independencias, los intercambios se desequilibraron, inclinándose a favor de Medio Oriente. En especial, las relaciones se vieron muy alteradas por el alza de los precios del petróleo en la década de los setenta, que enriqueció enormemente a los países del golfo pérsico frente a sus homólogos del Cuerno de África, ahora con déficit comercial.
De este modo, hoy tenemos un abismo de diferencia en los niveles de desarrollo nacional: mientras que los países del Medio Oriente y la península arábiga gozan de estabilidad, los del Cuerno de África continúan caracterizándose por conflictos prolongados, inestabilidad y tensiones internas.
Esto sentó las bases para una relación desigual, en la que los países de la península arábiga utilizan su riqueza procedente del petróleo para crear redes de patrocinio en el Cuerno de África, mientras que los actores políticos locales utilizan este apoyo exterior para impulsar sus propios programas políticos nacionales.
En consecuencia, estas nuevas potencias petroleras entraron en competencia, luchando entre sí por la hegemonía económica y política regional. Todas están interesadas en ganar posiciones, a la par que las antiguas metrópolis europeas y Estados Unidos parecen tener menos influencia.
Y cuando decimos que todos están metidos, es porque, realmente, todos los países del Medio Oriente tienen algún tipo de interés en el cuerno de África. Veamos.
Países como Arabia Saudita, Egipto e Israel han estado implicados desde la década de los setenta, fundamentalmente por cuestiones políticas y de seguridad nacional; otros, como Turquía, Irán, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Qatar, lo están desde hace casi dos décadas, por motivaciones económicas, políticas, diplomáticas y religiosas en algunos casos.
Estas relaciones han experimentado una importante consolidación en los últimos tiempos, suscitando el interés de expertos mundiales y poblaciones locales.
En ellas se han identificado dos rivalidades superpuestas que han estado impulsando y definiendo la interacción: una división que enfrenta a Arabia Saudita, EAU, Israel y Egipto con Qatar, Turquía, Yemen e Irán. Los conflictos locales (separatismos, terrorismo yihadista, tensiones étnicas) y globales (China, Rusia, Estados Unidos, Gaza) se ven exacerbados por estas rivalidades, mientras que la dependencia económica de puertos y corredores comerciales profundiza la injerencia externa.
No obstante, los bandos y alianzas no son inflexibles. Por el contrario, dos países pueden coincidir en algunos asuntos y tener posiciones contrapuestas en otros, lo cual revela la complejidad del escenario geopolítico regional.
Así, aliados y rivales del Medio Oriente ven en el cuerno de África un terreno propicio para impulsar su propio desarrollo económico, mejorar su posición de poder a nivel internacional y tener mayor influencia geopolítica, teniendo en cuenta que la región del Cuerno de África está destinada a experimentar un fuerte crecimiento económico en las próximas décadas.
Pero, en específico, ¿qué explica el creciente y renovado interés por el Cuerno de África de parte de los países del Medio Oriente y el golfo Pérsico, y por qué pelean? Aquí los principales motivos:
- El control del Mar Rojo, la principal ruta del petróleo y una de las principales vías del comercio mundial. Quien lo controla, impone las reglas del juego, así de sencillo. Solo en 2018, aproximadamente 6.2 millones de barriles diarios de productos derivados del petróleo transitaron por el estrecho de Bab el Mandeb, de 30 kilómetros, situado entre Eritrea, Djibouti y Yemen.
- Dada la importancia del comercio marítimo, asegurar la seguridad y salvaguarda de los intereses económicos y comerciales es un asunto crucial, razón por la cual los países del Medio Oriente buscan influir políticamente en los países ubicados del otro lado del mar Rojo.
- El cuerno de África es el punto de entrada natural del Medio Oriente al resto del continente africano. Si un país del Medio Oriente logra fortalecer su posición geopolítica en esta subregión, el camino hacia la conquista de otros mercados africanos se haría más sencillo, y donde las oportunidades son mayores.
- Las naciones del cuerno de África se caracterizan por la existencia de amplias zonas rurales, conflictos políticos, aumento constante de la población y por la deficiencia o ineficiencia de infraestructuras e inversiones apropiadas, justo las características que Medio Oriente necesita para actuar y tener éxito.
- Las economías del Medio Oriente y la península arábiga dependen de las exportaciones de hidrocarburos, y ven en los países del cuerno de África una opción atractiva para buscar la diversificación económica.
- Creación de lazos de intercambio cultural, religioso y otros instrumentos de “poder blando”, que facilitarán el logro de los objetivos económicos, comerciales y geopolíticos.
A pesar de que los países del Medio Oriente y las monarquías del Golfo han acaparado atención, el Cuerno de África es un escenario de competencia global. China, Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea también están metidos, pero juegan sus propias batallas, que en su mayoría se trata de asuntos y temas particulares.
Debido a la amplitud y proyección de poder de los principales Estados del golfo pérsico, Turquía, Egipto e Irán sobre el Cuerno de África y África Oriental, sus relaciones están en un nivel más alto en cuanto a importancia, al grado estas relaciones han sido objeto de numerosos estudios en los últimos tiempos.
Los intereses particulares de cada una de estas naciones en el cuerno de África son múltiples, aunque casi todos confluyen al logro de los mismos objetivos.
Comencemos con Arabia Saudita, enorme país que oculta ambiciones regionales mediante su influencia religiosa. Tiene una especial preocupación por la estabilidad de sus vecinos, clave para su propia seguridad nacional. En especial, trata de evitar a toda costa que Irán, Yemen y los grupos yihadistas que operan en la zona amenacen el comercio marítimo. Por ello, sus acciones combinan asuntos religiosos, comerciales y de migración.
La presencia de Yemen es clave debido a su cercanía al Cuerno de África, y porque los hutíes están atacando el mar rojo, lo cual afecta a países como Egipto, Arabia Saudita y Estados Unidos. Además, la guerra en Yemen ha llevado a miles de refugiados a Djibouti y Somalilandia.
Irán apoya a Yemen, y llegó a tener una base militar en Assab, Eritrea, pero se desentendió de ella. No obstante, a partir del ataque de Hamás a Israel el 7 de octubre de 2023, Teherán tiene mayor interés en financiar y apoyar a regímenes favorables a su causa, como a Yemen y a las Fuerzas Armadas de Sudán. También recientemente se involucró en la guerra de Tigray.
A Egipto, potencia marítima del mar rojo desde la época faraónica, le preocupa el óptimo funcionamiento del canal de Suez, que cierra la ruta del petróleo y proporciona ingresos a El Cairo, por lo que se involucra activamente en conflictos regionales, sobre todo en Somalia y Sudán. Otra fuente de preocupación tiene que ver con la Gran Presa del Renacimiento, recién inaugurada por Etiopía, con la consiguiente reducción del flujo del río Nilo a Egipto, que añade otra tensión política más a la lista.
Por su parte, los EAU quieren convertirse en una potencia marítima relevante, y a pesar de que geográficamente está relativamente a salvo de los problemas de seguridad que afectan al mar Rojo, tiene puestos sus intereses en los países del Cuerno de África, y ha desplegado una gran ofensiva diplomática, económica y militar en la subregión, aunque sus últimas acciones le han valido cierto desprestigio internacional.
Otro jugador importante es Turquía, quien tiene la ambición de convertirse en el líder del mundo musulmán, y ha desplegado muchas iniciativas e inversiones por todo el continente africano. En el caso específico del Cuerno de África, la alianza con Somalia es su gran apuesta, por lo cual entra directamente en pugna con países como Etiopía, Somalilandia y sus aliados, sobre todo los EAU.
Qatar secunda muchas de las acciones realizadas por los turcos, aunque individualmente también tiene importantes intereses económicos y geopolíticos en el Cuerno de África, uniéndose a la competencia junto con otros países del golfo.
Finalmente, Omán, Bahrein y Kuwait son jugadores más discretos, pero estratégicos. Aunque a nivel político se muestran como neutrales, a nivel económico y comercial les interesa estrechar lazos con los países del cuerno de África. Por ejemplo, empresas kuwaitíes han mostrado interés en inversiones portuarias en Somalilandia.

El hecho de que muchos países extranjeros compitan por la influencia en el Cuerno de África facilita que los actores políticos locales eviten depender de un solo socio externo y aumenten su poder de negociación frente a cada uno de ellos.
Aún más, los fondos y condiciones que ponen sobre la mesa las monarquías del golfo se han vuelto atractivos para los gobiernos africanos, sobre todo porque hacen caso omiso a las demandas de democracia y derechos humanos, al igual que China.
En la práctica, sin embargo, los gobiernos africanos no han aprovechado esta ventaja. Los recursos provenientes de Medio Oriente sólo los aprovechan para impulsar las agendas políticas nacionales, no tanto para impulsar más inversiones e infraestructura.
El principal problema radica en la composición étnica y clánica de la población del cuerno de África, y en la poca o nula pertenencia de un sentimiento de identidad nacional en cada uno de los Estados. Así, existen grupos poblacionales que están divididos en dos o más países, un gran obstáculo para el diálogo y el entendimiento entre gobiernos, situación que se heredó de la colonización europea.
A su vez, la naturaleza y complejidad de los problemas requieren de una estrecha cooperación entre los distintos gobiernos y Estados, y la disposición para establecer una integración más estrecha entre todos es casi nula. Por el contrario, este aspecto ha sido la fuente de muchos de los conflictos que azotan al cuerno de África.
Por ello, sus dirigentes tienen una gran responsabilidad en su situación actual, que se refleja colectivamente en la falta de un liderazgo eficaz, al no abordar las disputas internas, los problemas de gobernanza, a neutralizar las presiones externas y no ofrecer un espacio de mediación a los vecinos beligerantes.
La incompatibilidad de opiniones y ambiciones contrapuestas han resultado en crisis internas sin resolver. Etiopía es un clarísimo ejemplo. Las disputas entre las regiones de Oromia, Afar y Tigray tienen de cabeza al gobierno de Abiy Ahmed, quien, a pesar de haber perdido legitimidad y apoyos políticos a nivel interno, sigue impulsando su proyecto político con ayuda de los países del golfo. Es más, se dice mandó a construir su residencia tipo palacio con financiamiento y patrocinio de los EAU como forma de agradecimiento.
Somalia es otro país lleno de conflictos internos, descomposición social y caos político, que intenta resolver sus problemas como puede (incluyendo el asunto de Somalilandia), apoyándose en Turquía. La organización terrorista Al-Shabab sigue siendo una amenaza, con fuertes repercusiones en la seguridad, tanto para sus ciudadanos, turistas y políticos por igual.

Mientras tanto, Eritrea permanece en una posición hermética, pero expectante a lo que sucede a su alrededor, sobre todo en las tensiones con Etiopía, que han reaparecido y persisten, algo que obstaculiza la cooperación regional y los esfuerzos de estabilidad.
Por otro lado, a través de sus puertos se concentra el tráfico de oro y armas que alimenta el conflicto interno que atraviesa Sudán desde abril de 2023. Aunque éste último país no se encuentra propiamente en el Cuerno de África, el apoyo encubierto de países del golfo a las facciones enfrentadas en este país tiene importantes consecuencias en esta subregión, y de paso, dificultan la transición hacia la paz y la democracia sudanesa, alimentando una guerra devastadora.
En medio de todos estos conflictos, Djibouti destaca como un relativo bastión de paz, al proporcionar un ancla crucial de estabilidad y bases militares para todos, incluyendo al Medio Oriente y las potencias internacionales.
Este es, más o menos, el panorama geopolítico regional del Cuerno de África, donde se conjugan antiguas querellas coloniales no resueltas con dinámicas geopolíticas actuales. De esta forma, el Cuerno de África es un auténtico tablero de ajedrez, donde casi todos los países del Medio Oriente están moviendo sus piezas.
A medida que se hace patente su potencial, crece la lucha por la influencia geopolítica entre los Estados del golfo, Turquía, Egipto e Irán, así como el riesgo de un conflicto militar, que no se descarta en absoluto. Cualquier movimiento causa un efecto dominó, por lo cual la estabilidad de la región dependerá sobre cómo se gestionen estos choques de intereses.
Los expertos y los actores regionales atribuyen la actual oleada de conflictos, tensiones e inestabilidad en el Cuerno de África a fuerzas externas, principalmente al desentendimiento de las potencias occidentales, las guerras proxies de los Estados del golfo y la creciente influencia de China y Rusia.
Sin embargo, no nos olvidemos de la responsabilidad que tienen los actores políticos internos en la situación actual. Estamos lejos de observar un verdadero compromiso y voluntad para integrar a las naciones del Cuerno de África, acabar con los conflictos y crear lazos de unión. De no existir consensos políticos claros y equitativos, la subregión está destinada a ser el patio trasero del Medio Oriente y las monarquías del golfo, pese a las perspectivas de crecimiento económico.
En este sentido, los pueblos del Cuerno de África necesitan resolver asuntos fronterizos, ambientales, sociales, económicos y alimentarios y de gobernanza para impulsar su desarrollo.
Y en lo que respecta a sus relaciones con los países del Medio Oriente y la península arábiga, los gobernantes africanos deben rentabilizar y sacar partido de los factores estratégicos que les permitan equilibrar la balanza con respecto a sus pares, que son sus valiosos recursos naturales y humanos, así como su ubicación geográfica.
La intensificación de las relaciones políticas entre los países del Medio Oriente y el Cuerno de África presenta tanto oportunidades como riesgos, lo que exige que los gobiernos a ambos lados del mar Rojo evalúen la competitividad regional, una perspectiva previsora a la hora de replantear los intercambios y las conexiones políticas para garantizar la creación de un entorno propicio para la estabilidad y las perspectivas de inversión.
Factores como la proximidad geográfica y las interconexiones históricas, culturales y, más recientemente, económicas de los actores estatales implicados a ambos lados han ido configurando la política exterior de cada uno de ellos de una manera sin precedentes y con implicaciones globales que darán mucho de qué hablar en los próximos años.
Actualmente las relaciones pueden expresarse como prósperas, pero problemáticas, en las cuales la implicación de los países del Medio Oriente y la península arábiga en el Cuerno de África y África Oriental es mayor que a la inversa.
Mientras que estos últimos buscan ayuda económica y humanitaria para apoyar sus economías en desarrollo y aumentar su asociación política y en materia de seguridad con los primeros, las motivaciones geopolíticas, religiosas e ideológicas por parte de los asiáticos están provocando más tensiones y alimentando la inestabilidad en el lado africano, a pesar de que comparten amenazas y desafíos similares, especialmente en el mar Rojo y el corredor del golfo de Adén, y se encuentran en la misma situación compleja en cuanto a seguridad.
De esta manera, el Cuerno de África transita hacia retos más complejos e interconectados que en crisis anteriores, siendo necesarios enfoques más sólidos, integradores y coordinados para la resolución de sus múltiples desafíos.
Discover more from Tlilxayac
Subscribe to get the latest posts sent to your email.