Esta es una selecta lista en la cual se rescatan las aportaciones de las comunidades y poblaciones afromexicanas, dando a conocer los orígenes africanos de diversos elementos, objetos y manifestaciones culturales que forman parte de la gran riqueza cultural de México.
Antes de entrar de lleno en la descripción sobre el origen de cada uno de los elementos y objetos que tratamos, conviene muchísimo realizar una pequeña introducción acerca de lo que se considera como afromexicano. En términos prácticos, este es un término, concepto y adjetivo que se utiliza para identificar un origen africano en algo o alguien que está presente en México. A nivel poblacional, también puede considerarse como un localismo de un término más genérico: afrodescendiente.
Las comunidades del continente americano se autonombran afrodescendientes como acto de reivindicación a su pasado africano, que actualmente representan cerca del 30% de la población de América, y de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), 2.5 millones de personas se identifican como afromexicanos.
Pese a su importancia, la afromexicanidad no había sido un asunto relevante para el Estado mexicano, hasta hace apenas unos 25 años, sobre todo a partir de la celebración en 2001 de la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y otras formas conexas de intolerancia en Durban, Sudáfrica, y de la Declaración Internacional de las Personas Afrodescendientes 2015-2024 por la ONU, que dieron impulso a las políticas públicas en pro del reconocimiento a la población afrodescendiente en México.
Afortunadamente este tema ha venido adquiriendo cada vez mayor visibilidad política y atención, sobre todo por parte de las instituciones públicas relacionadas con los derechos humanos y la prevención y eliminación de la discriminación, así como algunas Organizaciones de la Sociedad Civil, que intentan cubrir los enormes vacíos que tiene la historia de México y saldar una deuda histórica con los pueblos afromexicanos, invisibilizados por tantos años a pesar de que conforman un grupo vulnerable.
Esta tendencia (aún en construcción) amerita una reflexión sobre los elementos que la han caracterizado, en el marco del proceso organizativo de las poblaciones afrodescendientes en toda la República Mexicana. Desde hace algunos años muchos académicos han intentado generalizar el término afromexicano para referirse a todas aquellas personas que son descendientes de esclavos africanos, sin importar sus especificidades locales. Sin embargo, en México, la afrodescendencia se experimenta de diversas formas, y difícilmente se puede hablar de una identidad afromexicana homogénea.
Pero más allá de la imposición o no de determinadas categorías, este debate representa apenas un primer acercamiento profundo en el conocimiento de este sector poblacional, su cultura, sus costumbres y sus tradiciones, que indudablemente aportan un gran valor en la construcción de la nación mexicana. Gracias a trabajos e investigaciones realizadas a partir de diversos enfoques de ciencias sociales, tanto dentro como fuera de México, hoy ya podemos identificar el origen africano de una gran parte de elementos, objetos y manifestaciones sociales y culturales.
En casi todo el territorio mexicano podemos identificar la presencia de dichos elementos, que son afromexicanos en el sentido de que presentan un origen multicultural – europeo, indígena y africano – y que fueron creados o son utilizados por la población afrodescendiente que vive en el país.
Quizás en algunos de ellos no podemos evitar que, al revelar sus verdaderos orígenes, se genere algo de polémica, porque prevalece entre un sector de la población mexicana una actitud escéptica sobre la influencia de las culturas africanas en la conformación de la nación mexicana, pero justamente el propósito de la lista que a continuación se presenta es contribuir al proceso de reconocimiento de las aportaciones de los pueblos y poblaciones afromexicanas, y que éstas tengan mayor incidencia en el plano social y jurídico.
De lo que se trata de “romper el silencio” sobre un tema que promueve la discriminación y el racismo e imposibilita conocer la historia de México como un pasado plural y multicultural (no bicultural), en donde las y los africanos desempeñaron un papel significativo, sin negar los procesos de mestizaje e intercambio cultural. Sin más que agregar, a continuación aparecen algunos de los objetos y elementos afromexicanos más destacados.
Son jarocho.
En Veracruz, la cultura jarocha es una de las formas más visibles de la reivindicación de la herencia afrodescendiente, y la expresión y promoción de su música han contribuido al fortalecimiento de la identidad afromexicana. Aunque es difícil determinar con exactitud el origen de este género musical, dentro de su configuración identitaria podemos observar que definitivamente es producto de una mezcla entre la tradición barroca-andaluza, los ritmos africanos y elementos melódicos de las culturas indígenas que se dieron en la región del Sotavento Veracruzano, pero que también abarca los Estados de Tabasco y Oaxaca, justo en el área geográfica de la cultura olmeca.
En cuanto al elemento africano se refiere, recientes investigaciones concluyen que existe una profunda conexión en términos de percusión entre el son jarocho y ritmos autóctonos de África Occidental, en lugares como Senegal y Malí, influencias que no pueden pasar como afrocaribeñas. También se sabe que los esclavos africanos traídos a Veracruz practicaban diferentes tipos de sones, mismos que podrían ser los antecedentes inmediatos de su versión jarocha, como el chuchumbé.
El son jarocho es una de las expresiones culturales más representativas no solo de Veracruz, sino de todo México. No obstante, durante la colonia fue perseguida por la Santa Inquisición, y estuvo a punto de desaparecer. Afortunadamente gracias al esfuerzo de los mismos pobladores jarochos, el son jarocho no sólo se ha mantenido vivo, sino también se ha reinventado, al recibir algunas influencias más modernas y moverse en contextos diversos, dando vida a los fandangos y celebraciones de este lugar y reivindicando el valor de sus canciones más tradicionales, como La Bamba, El Siquirisí, El Cascabel y El Balajú, que se caracterizan por ser líricas, alegres y con toque ingenioso y pícaro, por lo cual el son jarocho es un género afromexicano vivo que se alimenta de lo tradicional y se fusiona con nuevas formas de interpretación que se difunde a lo largo de la geografía nacional y más allá de nuestras fronteras.
Aguas frescas (tamarindo, jamaica y horchata).
Las aguas frescas son una de las bebidas más tradicionales y antiguas de México, sin embargo, pocas veces las incluimos dentro de la riqueza de la gastronomía mexicana. Son aquellas preparadas con pulpa, semillas de frutas y algunas hojas, a las que se agrega azúcar al gusto. Hoy en día es común almacenarlas en vitroleros de cristal o plástico, y representan una alternativa más saludable en comparación con las bebidas alcohólicas, refrescos o sodas, y otras bebidas con edulcorantes y colorantes artificiales. En todo el territorio nacional existe una gran variedad de preparaciones de estas aguas, pero tres de los sabores más populares (tamarindo, Jamaica y horchata) presentan un origen africano que es sumamente interesante conocer.
El tamarindo y la flor de Jamaica se encuentran entre los ingredientes que, como tantos, llegaron a México por parte de los esclavos africanos. Aunque se alude a la India como el lugar de origen del tamarindo, algunas fuentes sitúan su origen en los bosques tropicales de África, y muy probablemente se introdujo en América durante los primeros traslados de esclavos provenientes del oeste africano. De hecho, el árbol de tamarindo solo puede crecer en zonas de clima tropical. De igual forma, la flor de Jamaica proviene de zonas tropicales de Asia y África. Aunque en México solo se utilizan las hojas de color rojo intenso, en varios platillos de la cocina senegalesa se utilizan las hojas verdes, que también son comestibles.
El caso de la horchata es aún más fascinante: en su forma tradicional, el principal ingrediente del agua de horchata es la chufa, un tubérculo subterráneo cultivado en regiones de Egipto y Sudán. Se han hallado vasos que contienen chufas en los ajuares funerarios de los faraones. Los musulmanes expandieron los cultivos de este tubérculo en la Comunidad Valenciana, quienes crearon la bebida que posteriormente fue traída a México durante la colonia, en donde al no haber chufa, se comenzó a experimentar con maíz y arroz, especialmente en la península de Yucatán. Todos estos ingredientes fueron integrados como parte de la gran variedad de sabores de las aguas frescas, y hoy podemos disfrutarlas en muchos hogares, restaurantes y en toda buena fiesta mexicana.
Uso de la palma y la palmera.
El clima de África Central y el del sur de México es muy similar, y la introducción de esclavos africanos permitió la supervivencia, conservación y reproducción de usos culturales propios del pueblo bantú. Uno de los más destacados es el uso de la palmera como bebida refrescante, que de acuerdo con varios estudios antropológicos, solo existe en zonas de población afrodescendiente, no solo en México, sino también en países como Colombia, Ecuador, Brasil y Honduras.
En el África Central la palmera continúa desempeñando funciones curativas, arquitectónicas, alimenticias, religiosas y decorativas. Incluso se produce vino a partir de la palmera para la ejecución de ritos bantús. Por su parte, en el puerto de Acapulco, en el Estado de Guerrero, podemos constatar que se elabora alcohol de palma, que los lugareños conocen como tuba, una bebida resultado del racimo del fruto de la palma de coco, que tiene un grado muy bajo de alcohol y se puede encontrar en las calles, ofrecidas por vendedores ambulantes. No obstante, y aunque al parecer su origen procede de Filipinas y llegó a este puerto del pacífico a través de la Nao de China, no deja de llamar la atención que también sea una tradición vigente en África
En cuanto a la palma se refiere, las sociedades del Occidente de África siguen produciendo, hasta el día de hoy, aceite derivado de la palma. Pese a que la introducción en México de este cultivo ha generado conflictos por sus efectos medioambientales, en la región mixteca – una de las zonas del país con mayor proporción de población afrodescendiente en todo México – se trabajan, desde tiempos prehispánicos, tejidos de palma que son muy admirados por los visitantes. Casualidad o no, lo cierto es que estas regiones están conectadas antropológicamente con sus descendientes con el uso de la palma y la palmera, sean africanos o indígenas.
Moronga.
La gastronomía mexicana (declarada por la UNESCO Patrimonio Cultural inmaterial de la Humanidad desde 2010 ) es resultado de la combinación de sabores del “viejo y del nuevo mundo”, y dentro de este proceso, en las cocinas a lo largo de la costa del golfo de México y los Estados vecinos, las cocineras negras y mulatas fueron introduciendo algunos ingredientes y técnicas culinarias de África. Ellas conformaron un menú sui géneris que ha permanecido hasta nuestros días, surgiendo así la cocina afromexicana.
Son muchos los platillos que podemos enlistar, pero destacamos uno por su popularidad y por incluir técnicas e ingredientes africanos, españoles y autóctonos mexicanos: la moronga. En los municipios y pueblos afromexicanos de la costa chica de Guerrero y Oaxaca es común que se consuma este platillo, que es la sangre de cerdo o res guisada. En la colonia, en muchas partes a los esclavos no se les permitía comer lo mismo que a sus amos, solamente se les daban “las sobras”, consistentes muchas veces en las vísceras de los animales, con las cuales hicieron maravillas, y aunque no son alimentos del agrado de muchos, bien guisados constituyen una rica fuente de hierro y otros minerales nutritivos.
Aunque la moronga no es un platillo exclusivo de México (también se come en países como Argentina, Uruguay y España, donde se conoce como morcilla), a los africanos les gusta comer mucho la sangre de res o cerdo. De hecho, la palabra “moronga” es un vocablo africano, que fue llevado a México por los esclavos. Lo que distingue a la moronga mexicana del resto de variantes es la forma de prepararse y guisarse, en donde se le agrega cebolla, cilantro, chile verde y algunas especias, muy fácil de preparar, además de que es barata y nutritiva, y en el centro de México podemos encontrar con facilidad encontrar puestos donde venden tacos de este guisado.
Cofradías religiosas.
En el marco de la difusión de la religión católica en la Nueva España, los españoles fundaron para los esclavos africanos las organizaciones religiosas llamadas cofradías, que a menudo servían como centros comunitarios, donde sus miembros, además de cumplir con las obligaciones religiosas, podían discutir sobre cuestiones económicas y sociales.
Su creación tenía un doble propósito: evangelizar a los esclavos africanos en la doctrina cristiana, y combatir el fenómeno del cimarronaje. Muchos esclavos consideraban las cofradías como un medio de supervivencia, y luego como una forma de ganar aceptación en la sociedad novohispana. Pero, de igual forma, las cofradías fueron concebidas como simples válvulas de escape de la tristeza de los negros que añoraban su tierra africana, y algunas de fueron combatidas y destruidas por las autoridades coloniales cada vez que fue notoria su utilización para fines políticos, indicativos de la secreta aspiración de los negros: deshacerse de la dominación colonial.
De acuerdo con investigadores de la Universidad Estatal de Oregon, casi todos los pueblos y aldeas coloniales con población afromexicana fundaron cofradías que se definieron por su membresía moreno o mulata. Como quiera que sea, las cofradías contribuyeron a la formación de la cultura afromexicana y a tener más conciencia de clase sobre su condición marginada.
Tigrera.
También conocido como bule o arcuza, es un instrumento musical de madera, de gran valor simbólico para la cultura afromexicana, que se utiliza en algunas danzas tradicionales de la costa chica, particularmente en la Danza de los Diablos, que tiene forma de calabaza o guaje que asemeja a un tambor, emitiendo un sonido bronco y grave. El cuero del instrumento se conecta una vara que ha sido untada con cera de Campeche, y que al ser restregada con la mano produce un sonido similar al rugido de los jaguares, razón por la que se nombró al instrumento como tigrera.
Hay que destacar que la tigrera es de origen africano y pariente de la cuica brasileña y el furro venezolano. En el continente africano este bote lo utilizaban los cazadores de tigres para atraer a sus presas, y de la misma manera, los mayas tocaban tambores para propiciar la caza, mientras que los mexicas utilizaban silbatos.
Históricamente, el tambor ha sido un símbolo de potencia sobrenatural en las sociedades del continente africano, y cuando los africanos esclavizados llegan a América, exploraron diversos objetos para elaborar sus tambores e integrarlos en sus danzas y fiestas, y en este sentido, la tigrera solo es uno de muchos en su tipo que podemos encontrar en diversos lugares de América Latina.
Corridos revolucionarios.
En las Entidades Federativas del norte de México, la narración a través de la canción se puede escuchar en una variante de las baladas, conocidas como corridos, realizados por todo tipo de músicos, inspirados en hechos reales, que se difundieron con éxito entre la población durante el periodo de la Revolución Mexicana (1910-1920). Aunque esta es una manifestación social y cultural mucho más reciente en comparación con otros objetos y elementos que hemos presentado, sus orígenes no son muy claros, y se debaten en tres posturas: hispánica, indigenista y mestiza. Sin embargo, es innegable la presencia de la tradición oral heredada de África en sus letras y frases.
Comparten las características de que son improvisados, que deben ser memorizados y transmitidos de generación en generación, y además, los corridos revolucionarios transmiten un sentido de libertad y un anhelo de dignidad. De hecho, también está documentado de que los esclavos africanos en la época de la colonia usaban palabras clave para protestar y cantar al mismo tiempo contra sus amos, que podrían ser los antecedentes más remotos de los corridos revolucionarios.
Entre las más conocidas está La Cucaracha, que surgió en el Estado de Chihuahua y contiene descripciones de mujeres que realizan actos de desobediencia civil y sirvió como canción de marcha para las tropas de Pancho Villa durante la Revolución.
Tamal oaxaqueño.
Sin lugar a dudas, los tamales son uno de los alimentos mexicanos más conocidos. De origen mesoamericano, se elaboran a base de masa de maíz, a la cual se le puede agregar cualquier otro ingrediente, ya sea dulce o salado. En prácticamente todos los Estados del país la forma de elaborar los tamales es distinta, pero todos mantienen la base del maíz.
Dentro de la enorme variedad de tamales que existen, algunos de ellos contienen ingredientes y técnicas culinarias de origen africano. Al respecto, otro de los alimentos que llegaron a México por influencia africana fue el plátano, mismo que se puede encontrar en las cocinas de todos los niveles de la sociedad mexicana, y ha sido integrado en muchos platillos, y del cual se aprovechan tanto las hojas como la fruta.
Es así como surge el tamal oaxaqueño, que además de la masa de maíz, puede elaborarse con carne de pollo, cerdo, iguana, o mole negro. La particularidad que distingue a este tamal de otros de su especie es que está envuelto en hojas de plátano, y es cocinado al vapor de esta forma. Ésta es una de las técnicas más sobresalientes en la cocina africana, y aunque esta característica también es compartida con algunos otros platillos más, el tamal oaxaqueño es 100% afromexicano, ya que en él encontramos la herencia prehispánica del maíz y el uso de la hoja de plátano que nos revela sus orígenes africanos.
Marimba.
Representa uno de los objetos con mayor identidad regional en el Estado de Chiapas, que materializa una interesante fusión indígena y africana. Es un instrumento musical emblemático, consistente en un grupo de barras de madera, que se percuten con mazos de fieltro o caucho para producir peculiares sonidos musicales, que inmediatamente nos trasladan al sureste de México.
Antes de la llegada de los españoles ya existían en Chiapas instrumentos xilófonos de madera, que en esta zona son duras, susceptibles de generar sonidos, y simultáneamente, en África existían instrumentos similares, como la xilorimba, el likembre, y la ilimba, presentes en África Central y Oriental. Los esclavos africanos que llegaron a esta zona se ubicaron en lo que hoy es Cintalapa y Jipitilas, muchos de los cuales venían de una población de Angola, donde está la región Malange, en la que se encuentra un pueblo llamado “Marimba”. Y entonces entre negros e indígenas comenzaron con la creación de un nuevo instrumento, la futura marimba.
Resulta interesante observar que la marimba también se encuentra en algunas regiones de Centroamérica, sobre todo en Guatemala, que hace frontera con Chiapas, lo cual refuerza los argumentos que demuestran un doble origen del instrumento, y a su vez, se observan rasgos africanos en la estructura de las coplas y bailes regionales.
Afroseminol.
También conocido como criollo afrosemínola, es una lengua de origen afroamericano que se habla principalmente en algunas regiones de los Estados de Coahuila, en México, y en Oklahoma, Texas y zonas costeras de Georgia y Carolina, en los Estados Unidos, así como en las islas Bahamas. El vocabulario proviene esencialmente del inglés, con algunas palabras del gullah, lengua hablada en las costas del sur de Estados Unidos, combinaciones sintácticas de otras lenguas africanas, y también español. En el caso de México, esta lengua tiene reconocimiento nacional. El término se deriva de los prefijos afro (que indica su origen africano), y seminol o semínola, una adaptación de la palabra cimarrón (esclavo africano fugitivo).
Es exclusiva de los pueblos mascogos, una comunidad de esclavos africanos cuyo origen se remonta a la colonización española en la península de la Florida, desde donde huyeron de la esclavitud, la dominación inglesa y la discriminación racial en los Estados Unidos a mediados del Siglo XIX. En aquella época, la esclavitud ya estaba prohibida en México, y el mismo gobierno mexicano ofrecía a los esclavos que cruzaban la frontera protección y territorios a cambio de vigilar la frontera de eventuales ataques.
Y aunque el pueblo mascogo no es muy numeroso, sigue manteniendo hasta el día de hoy sus tradiciones y costumbres, entre ellas su lengua, que representa otra faceta de la multiculturalidad presente en la comunidad afromexicana en el país.
Danzas y bailes regionales de la Costa Chica.
Estas son las manifestaciones de la cultura afromexicana más notorias y conocidas, y una en donde más se reflejan las aportaciones de las y los africanos que fueron traídos a la fuerza al territorio mexicano en calidad de esclavos. Específicamente, en la costa chica de Guerrero y Oaxaca, la danza articula en diferentes sentidos una nueva forma de pensar las formas de participación política.
Las danzas más representativas son el toro de petate, la tortuga, los apaches y la ya referida danza de los diablos. Todas ellas recrean ciertos aspectos de la vida cotidiana y del trabajo de los entonces esclavos africanos. Entre los personajes principales se encuentran el capataz y el esclavo, en el contexto de la plantación de la caña de azúcar o de labores ganaderas. También hacen uso de instrumentos de percusión, como el violín, la jarana y la guitarra, una tradición que, de acuerdo a un estudio comparativo, se puede identificar como una influencia de la región senegambiana y los pueblos wolof.
Estas expresiones culturales han sido difundidas de generación en generación por los pobladores de la costa chica del pacífico sur mexicano, que se han mantenido por muchos años con muy pocas modificaciones, que se han convertido en una forma de resistencia y reafirmación cultural de la comunidad afromexicana de la región. En sus fiestas y celebraciones, los pobladores comparten el baile, la comida y la música (entre las que destacan las chilenas y los corridos), en la que se narra la valentía y el orgullo de estos pueblos, que buscan ser reconocidos como la tercera raíz de México.
A partir de la reinvención de éstas y otras manifestaciones, elementos y objetos, las nociones sobre África y la afrodescendencia en México tendrán mayor probabilidad de ser mejor comprendidas, y la cultura afromexicana romperá el silencio en la que ha estado inmersa por siglos, haciendo justicia a sus demandas de ser reconocidos como parte integral de la nación mexicana.
Muy interesante e ilustrativo
Muy interesante artículo y muy bien documentado. Es muy importante reconocer esa parte de la raíz mexicana tan presente en muchas manifestaciones culturales pero de orígenes tan poco visibles.
Es muy importante continuar con la labor que usted realiza de manera tan profesional.
Un fuerte abrazo.
Aprecio mucho su comentario, muchas gracias.