Edificio en construcción en la ciudad de Gaborone, capital de Botsuana. Fotografía: Wikimedia Commons.
Botsuana es un país atípico en África: lejos de conflictos, guerras, golpes de Estado, crisis económicas y violencia, goza de estabilidad política, instituciones sólidas y desarrollo económico sostenido. En este artículo podrán conocer con más detalle la increíble evolución económica de este país, así como sus logros y desafíos hacia el futuro.
El 28 de febrero de 2019 se dio un acontecimiento muy inusual en África: Botsuana se ofreció a prestarle a su vecino Zimbabue $600 millones de dólares, para que este último país enfrente la crisis económica y la escasez crónica de divisas que padece. Cada vez que un país africano solicita un préstamo, casi siempre acude a una institución financiera internacional o a una potencia foránea. Sin embargo, en este caso Botsuana tuvo la capacidad financiera de ofrecerle a su vecino esta cantidad de dinero, cuando la regla general en el continente africano es que el país de al lado está igual o peor de pobre.
Esto es una muestra de la fortaleza económica actual de Botsuana y resalta el gran trabajo y esfuerzo que ha realizado este país, no de ahora, sino desde hace más de 50 años, al grado que el país es considerado como un modelo de estabilidad política y desarrollo económico en el continente africano y ejemplo a seguir para muchas naciones africanas. Pese a ello, no es tan común encontrar alguna noticia – buena o mala – sobre lo que sucede en este rincón del Sur de África, que igualmente pasa desapercibido en el acontecer mundial, e incluso africano. Pero esto no borra todo lo bueno que ha conseguido.
Considerando todo lo anterior, resulta interesante conocer y analizar la manera en la que creció y se desarrolló este país, situado en una región con mucha pobreza y miseria, mostrando no solo la manera en la cual pudo obtener sus éxitos, sino también los retos y demandas que tiene pendientes, así como los desafíos que enfrenta, que no son pocos.
Antiguamente conocido como Bechuanalandia (que significa tierra de los batsuanas), el territorio del país presenta características físicas y geográficas poco aptas para el florecimiento de la actividad económica. Durante mucho tiempo esta fue una zona de tránsito por sus condiciones desérticas, y hasta hoy existen amplias zonas del país que son reservas y áreas naturales. Tradicionalmente su población vive de la ganadería bovina y caprina, mientras que la agricultura es insignificante. Además, y en contraste con la mayoría de los países africanos, Botsuana no presenta una numerosa población (apenas rebasa los dos millones de habitantes), pero que tiene una cierta homogeneidad étnica, ya que el 79% de su población pertenece a la etnia batsuana.
Estas características eran poco atractivas para el capital europeo durante el reparto colonial del continente, y fue hasta 1885 cuando Gran Bretaña hizo efectivo un protectorado, solicitado por los propios nativos como medida de protección contra los ataques de los Boers Sudafricanos. Originalmente se pretendía anexar a Sudáfrica o a Rhodesia, pero los jefes tswana se negaron. El control por parte de los británicos nunca fue tan férreo, y tras 80 años de protectorado, Seretse Khama – considerado el padre de la patria de Botsuana – se rebeló contra las reglas de su pueblo natal y encabezó un movimiento que desembocó en la independencia del país en 1966.
Y aquí comienza la increíble evolución económica del país, que bien merece el calificativo de milagro. De acuerdo con los expertos, las claves del éxito de Botsuana han sido la estabilidad política, planeación estratégica, visión a largo plazo y la sucesión de gobiernos prudentes, resultado de una combinación de factores, como lo fue el hecho de no perder la identidad como nación africana, y que algunas instituciones nativas se mantuvieron con pocos cambios, lo que permitió la implantación de políticas adecuadas a su contexto particular.
Un ejemplo de ello es la kgotla, una asamblea étnica donde se discuten y toman decisiones consensuadas sobre aspectos políticos y legislativos que afectan a toda la comunidad. Este sistema se mantuvo vigente en casi todas las comunidades tribales del país, donde está estrictamente prohibido interrumpir y la jefatura no es hereditaria. De esta forma se aprovecharon las bases de los sistemas políticos previos para implantar un sistema político democrático. El factor suerte también influyó, ya que aquí el impacto del colonialismo no fue tan grave, y sobre todo, porque los principales yacimientos de diamantes y otros minerales se descubrieron después de la independencia.
Esas reservas diamantíferas actualmente representan el 40% del PIB del país, y es el segundo exportador mundial de estas joyas, solo por detrás de Rusia, pero a diferencia de otros africanos, ha logrado administrar bien la riqueza generada. La industria minera y los diamantes no provocaron conflictos, y las ganancias obtenidas se han invertido en desarrollo social.
Los dos primeros presidentes, Seretse Khama y Ketumile Masire, se marcaron como prioridad promover el bienestar social por encima de los intereses personales. Igualmente ambos combatieron y mantuvieron a raya a los regímenes blancos racistas que les rodeaban (Sudáfrica, Namibia y Rhodesia del Sur, hoy Zimbabue). Y una vez lograda la consolidación del Estado, la paz y la estabilidad, Botsuana se propuso lograr el crecimiento económico sostenido. Los datos hablan por sí mismos: entre 1966 y 2006 la tasa de crecimiento promedio anual fue de 7.22%, un poco más alta que la de China (6.99%).
La fórmula que ha hecho posible la transformación de la economía de Botsuana ha sido una fuerte intervención del Estado en algunos sectores económicos y sociales claves (principalmente en salud, educación, gasto público e inversión en infraestructuras), complementada con políticas de libre mercado (impuestos bajos y estables a las empresas trasnacionales de la minería que explotan su riqueza, estabilidad de precios y libre comercio), apoyándose en instituciones económicas inclusivas que garantizan derechos de propiedad, estabilidad macroeconómica, el buen funcionamiento de los mercados, la igualdad de oportunidades, el auge del sector privado y la creación de empresas. De este modo, los gobiernos han implementado políticas fiscales y monetarias conservadoras orientadas al crecimiento y desarrollo económico, y se ha procurado mantener buenas relaciones con las agencias internacionales de financiamiento.
El resultado fue que, en los últimos 35 años, ninguna economía en el mundo creció más rápidamente que Botsuana. De esta forma, el Estado se ha convertido en un catalizador del desarrollo económico, mismo que está fortalecido con una burocracia pública con un alto nivel de formación, disciplinada y bien remunerada, con funciones bien definidas. El gran desempeño se ha visto reflejado en otros ámbitos, siendo éstos los indicadores más destacados:
- El ingreso per cápita aumentó de 70 a 16 mil 947 dólares en 50 años, multiplicando de manera exponencial su riqueza, siendo hoy una de las rentas más altas de África.
- En 2017 ostentaba la posición 49 a nivel mundial en materia de libertad económica.
- Es el segundo país africano con menor percepción de la corrupción, solo superado por Seychelles, ubicándose en la posición 34 de 180 países a nivel mundial en 2018.
- El porcentaje de botsuanos que viven en pobreza ha disminuido casi 50%, según datos del Banco Mundial.
- Nivel de cobertura en educación básica del 90%, muy superior al promedio de África Subsahariana (60%). Se invierte un monto equivalente al 10% del PIB en este importante sector.
- Cadena ininterrumpida de elecciones democráticas.
- Creación de más de 13 mil empleos por parte de las pequeñas y medianas empresas desde el 2000.
- Tasa de inflación contenida en un rango de 2.5 y 4%.
- Importante disminución en la mortalidad infantil.
No obstante todo lo anterior, y sin menospreciar los valiosos logros que ha obtenido, Botsuana presenta, como todos los países, múltiples problemas pendientes por resolver. Comparte muchas problemáticas con los países de la región del Sur de África, pero también presenta inconsistencias internas provocadas por el funcionamiento de su sistema político. De forma general, estas son las siguientes:
- La tasa de desempleo ronda en el 20% de la Población Económicamente Activa, siendo más alta en los jóvenes.
- Alta prevalencia del virus del VIH.
- Amplias desigualdades sociales.
- Aversión a la crítica por parte del gobierno.
- Limitaciones al pleno ejercicio de la Sociedad Civil.
- Control gubernamental de los medios de comunicación.
- Predominio del mismo partido político, el Partido Democrático de Botsuana (PDB).
- Alto costo de los alimentos y los combustibles.
- Un tercio de la población vive por debajo de la línea de pobreza.
Esto último limita la proyección económica del país, pero aun así, presenta una situación mucho más favorable que otros africanos, y los mismos problemas demuestran que este país ya se encuentra en otro nivel de desarrollo. Pero sin duda, los desafíos más importantes para Botsuana están por venir. Según las estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), el crecimiento de la economía de Botsuana se va a desacelerar en una cuarta parte después de 2021, debido al agotamiento de las reservas de diamantes, actividad de la cual el país obtiene gran parte de sus ingresos.
Reducir esta dependencia es, sin duda, el principal reto económico para Botsuana, que ha realizado importantes inversiones en otros sectores y actividades, hasta ahora con resultados discretos.
No está claro si los esfuerzos por diversificar la economía rendirán resultados para reducir el impacto por la caída en los ingresos provenientes de los diamantes. La diversificación se ha enfocado en la industria textil, el calzado, la joyería y los servicios financieros. En la siguiente gráfica se muestran los principales sectores económicos del país, que se concentran fundamentalmente en actividades mineras, turísticas, gubernamentales y financieras.
Botsuana aún es un mercado pequeño, y su proximidad a la principal potencia económica de África, Sudáfrica, representa un importante obstáculo. Pero sin duda el hecho de ser un país que no tiene salida al mar debe ser el aspecto que más debería preocupar al gobierno botsuano, porque esta cuestión limita enormemente el abanico de actividades económicas a desarrollar, además de los altos costos que esto representa en términos de las exportaciones e importaciones, así como en el desarrollo industrial.
Dadas estas condiciones, Botsuana tiene ante sí un importante desafío. Dice el viejo refrán que lo importante no es llegar, sino mantenerse, y este país lo ha logrado, y tiene todo para sostener la buena inercia que lleva, pero en el panorama acechan otro tipo de amenazas, sobre todo en el terreno político. 50 años después de la independencia el presidente Ian Khama, hijo del padre de la nación, obtuvo en 2016 el vergonzoso título de “racista del año”, por sus comentarios hacia los miembros de la comunidad de los sanes (también conocidos como bosquimanos), lo que nos dice que no se ha logrado la inclusión de toda la población en el desarrollo del país. En años recientes se han alzado voces contra un mayor autoritarismo estatal y la detención de periodistas que investigan casos de corrupción en licitaciones públicas.
En octubre de 2019 el país celebró elecciones presidenciales, que pusieron a prueba la calidad de las instituciones democráticas y la estabilidad del país, en medio de querellas y declaraciones por parte del expresidente Ian Khama, quien abandonó el partido fundado por su padre para apoyar a una coalición de partidos de oposición, históricamente fracturada, pero que recibió con esto un nuevo impulso. Finalmente el BDP ganó nuevamente la mayoría de los escaños en el parlamento y su candidato, el presidente Mokgweetsi Masisi, se reeligió para un periodo de cinco años en la presidencia. Las elecciones se llevaron a cabo sin contratiempos y en calma, demostrando una vez más que la democracia ya es parte integral de la nación.
Con todos estos retos por delante, Botsuana espera sorprender nuevamente al mundo con una nueva revitalización de su economía con todo en contra, aunque para lograrlo deberá implementar reformas, sobre todo en materia política, económica, de seguridad alimentaria (67% de los alimentos son importados de Sudáfrica) y libertad de prensa, para encarar de forma más eficiente el actual contexto económico mundial. Botsuana debe estar consciente de las lecciones de lo que las economías asiáticas han hecho para salir a flote. Ya cuenta con una base lo suficientemente sólida para estar a la altura de lo que se espera de este pequeño gran país.