República del Congo: aspectos políticos, culturales e identitarios

En esta ocasión nos adentraremos en la densidad del Congo para conocer más de cerca la conformación histórica y la actualidad de la República del Congo, una de las dos naciones que ostentan este nombre tan emblemático en el continente africano.

Hablar del Congo equivale a referirnos a uno de los rincones más fascinantes de África, por su gran riqueza natural y cultural. Este lugar es sumamente importante para la comprensión y mantenimiento de los sistemas ecológicos, económicos, sociales y políticos de todo el continente. Sus habitantes autóctonos son pigmeos, sin embargo, el origen etimológico de la palabra Congo proviene de una palabra bantú que significa el río que fluye de las montañas.

A su vez, con este mismo nombre se le conoce al pueblo kongo o bakongo , un grupo de origen bantú que, proveniente de lo que hoy es Chad, se estableció en los márgenes del río Congo a partir del siglo XII. Sus sociedades se encontraban en su máximo esplendor justo a la llegada de los europeos, a mediados del siglo XV. Gracias a su rápida adaptación a los inevitables intercambios con los recién llegados, algunos de sus gobernantes pactaron alianzas con ellos, sobre todo con los portugueses, y a través de la trata de esclavos hacia América, se abrieron nuevas dinámicas sociales. No obstante, todavía a mediados del siglo XIX predominaban las estructuras internas en esta región.

Con el surgimiento de la segunda revolución industrial en Europa y la consiguiente demanda de materias primas para sostener los nuevos procesos productivos, los Estados europeos financiaron expediciones hacia África en la búsqueda de recursos, y fue aquí donde descubrieron que el Congo guardaba una invaluable riqueza.

Entonces, su territorio fue objeto de una carrera que enfrentaba a dos exploradores: Henry Stanley, quien era un angloamericano que fue contratado por el rey Leopoldo II de Bélgica, y Pietro Brazzá, un italiano que trabajaba para Francia. Como resultado, el territorio del Congo fue dividido en dos, mismo que fue reconocido en la Conferencia de Berlín de 1885, cuya frontera fue el mismo río Congo: la orilla noroeste, más pequeña, le fue otorgada a Francia, convirtiéndose así en el Congo francés, mientras que el sureste, que abarcaba un territorio más extenso, se convirtió en propiedad privada del rey Leopoldo II, y después, en el Congo belga.

Esta configuración se ha mantenido hasta la fecha, y por esta razón existen dos países que se llaman Congo: la República del Congo y la República Democrática del Congo (que anteriormente también se conocía como Zaire). Sin embargo, histórica, geográfica, étnica y socioculturalmente hablando, debería existir solamente uno. De esta forma, el colonialismo europeo es el responsable de que ahora existan dos Congos. Es más, todavía podríamos hablar de un tercer Congo, el portugués, ya que una parte de Angola formaba parte del Reino Congo, y hasta hoy una de las provincias de Angola, Cabinda, se encuentra aislada del territorio angoleño entre los dos Congos, misma que ha mantenido aspiraciones independentistas.

MAPA: Ámbito territorial del Congo.

Por todo ello, es fácil confundir lo que sucede en los Congos, más si consideramos que los dos son Repúblicas, y que en teoría (más no en la práctica), ambos funcionan como democracias, sin importar que una de ellas lleve el término “Democrática” y la otra no. Sin duda, el país que acapara la mayor parte los reflectores mediáticos es la República Democrática del Congo (RDC), aunque mucho de lo que se cuenta no es para bien. La historia de la RDC está marcada por la sobreexplotación de sus recursos, la guerra, la crisis, la pobreza, la inestabilidad, las migraciones forzadas y otras desgracias. En un artículo previo en este mismo espacio abordé parte de la cruda realidad que enfrenta la RDC.

No obstante, he notado que la realidad de la República del Congo se ve eclipsada en parte por los sucesos que ocurren en su vecino tocayo, e inclusive algunos acontecimientos y personajes han sido vinculados al país incorrecto, dado que la palabra Congo es utilizada en forma vaga y genérica. Es por esto que considero necesario impulsar con mayor intensidad la realidad y las particularidades de la República del Congo, y aunque su situación no es muy distinta en comparación con la de la RDC, es muy importante subrayar sus diferencias.

Con esta finalidad, muchos analistas agregan al nombre de “República del Congo” el de su capital, Brazzaville, que fue bautizada de esta forma en honor al ya referido explorador italiano Pietro Brazzá, quien llegó a la región en 1872, y firmó un acuerdo con el rey Makoko, de la etnia Bateke, en donde les ofrecía protección ante sus adversarios a cambio de la fundación de una colonia. Gracias a su labor, Francia terminó instalándose en la región.

Brazzá fue gobernador hasta 1897, y casi al mismo tiempo, los abusos contra los africanos se intensificaron. Desde entonces comenzó a funcionar como una colonia africana en pleno sentido, y comenzaron a explotarse más intensamente los bosques y las minas de cobre, así como la expansión de los cultivos de café, aceite de palma y cacao. El Congo francés formó parte del África Ecuatorial Francesa, hasta que en 1958 se creó la República Autónoma del Congo, que fue el primer paso para que consiguiera su independencia dos años más tarde, el 15 de agosto de 1960.

Sin embargo, y al igual que el resto de las posesiones francesas en África, el proceso independentista fue manejado desde afuera, y Francia continuó empeñada en seguir presente en los asuntos internos del país. Bajo este escenario, se produjo un golpe de Estado en 1963 por parte de un grupo de militares de izquierda, bajo el liderazgo de Alphonse Massemba Debat, quien fue el nuevo presidente.

Este personaje imprimió al país una fuerte orientación socialista. No obstante, no permaneció mucho tiempo en el cargo, ya que después de un periodo de inestabilidad, en diciembre de 1968, Marien Ngouabi se convirtió en su sucesor. Este nuevo líder fue aún más lejos, proclamando la República Popular del Congo en 1970 y declarándose abiertamente como marxista-leninista.

Como resultado, la economía y la administración gubernamental estuvieron fuertemente centralizadas en Brazzaville, y se otorgaron amplas facultades al partido oficial, el Partido Congoleño del Trabajo (PCT). Siguiendo esta línea, Ngouabi introdujo muchas políticas de corte comunista, como la nacionalización de los medios de producción y la nacionalización de los recursos del país, incluido el petróleo. 

Al igual que algunos otros países africanos (como Angola, Mozambique y Guinea), la República Popular del Congo se alineó en el bloque socialista durante la llamada guerra fría, por lo cual mantuvo estrechos lazos de amistad con la Unión Soviética, China, Cuba y Europa del Este. No obstante, el PCT nunca rompió relaciones con Francia. En retrospectiva, la adopción del socialismo se debió más a cuestiones pragmáticas y oportunistas que por convicción, principalmente por la necesidad de establecer un poder político fuerte

Al final, no se resolvieron los principales problemas del país, al igual que en todos los países africanos en el que se implantó el socialismo al estilo soviético, y el asesinato de Ngouabi en 1977 marcó el principio del desmantelamiento gradual de las políticas comunistas. Tras un nuevo periodo de inestabilidad, en 1979 apareció por primera vez en la escena política del país Denis Sassou Nguesso, quien asumió su primer periodo en la presidencia ese mismo año.

Su gobierno mantuvo el discurso socialista hasta que vio cómo colapsaba el bloque soviético, y en marzo de 1992 se adoptó por referéndum una nueva constitución, que entre otras cosas, eliminó el término “Popular” del nombre oficial del país, para quedar simplemente como República del Congo. De igual forma, se cambió la bandera, el himno nacional, se otorgó amnistía y libertad a los perseguidos políticos y se permitió la formación de nuevos partidos políticos, cimentando así la transición hacia la democracia.

En las primeras elecciones en la historia de este país, en julio de 1992, el PCT quedó relegado a la tercera fuerza política en la Asamblea Nacional, y Sassou Nguesso también perdió la presidencia, que quedó en manos de Pascal Lissouba. A pesar de las acusaciones de manipulación de votos y otras irregularidades, el proceso de transición fue relativamente pacífico y daba una buena señal en pos de un futuro democrático para el país. Sin embargo, cinco años más tarde la historia sería otra totalmente distinta.

A medida que se acercaban las elecciones presidenciales de julio de 1997, las tensiones entre los bandos que apoyaban a Lissouba y a Sassou Nguesso iban en aumento. A pesar de que éste último había abandonado el país después de su derrota, regresó al Congo para contender nuevamente por el PCT, que había creado una milicia bien armada, conocidas como las cobras, en la cual se apoyó con el objetivo de retomar el poder.

Un mes antes de la elección, el 5 de junio de 1997, las acciones se precipitaron, y tras un incidente entre el ejército y la milicia de Sassou Nguesso en la residencia de éste, comenzaron las hostilidades armadas, y Brazzaville se convirtió en escenario de guerra durante los meses siguientes. En octubre, las cobras de Sassou Nguesso consiguieron ocupar la capital con el apoyo de tropas angoleñas, y se autoproclamó presidente.

No obstante, los combates se prolongaron hasta 1999. En ese momento, los reflectores internacionales en África estaban concentrados en el conflicto de los Grandes Lagos, pero la guerra civil en la República del Congo no se quedó atrás en cuanto a violencia y apoyos externos. Las estrechas relaciones que Sassou Nguesso había construido durante los años de su primer periodo presidencial fueron determinantes para su victoria.

Con los intereses franceses en juego, París no dudó en brindarle soporte. De la misma manera, recibió el apoyo oportuno de parte de los gobiernos de Angola y Chad, que aportaron armas y fuerzas de combate. El saldo de esta guerra fue de alrededor de 10 mil vidas, destrucción económica en las regiones del sur del país y 800 mil personas desplazadas.

Fue hasta el 2002 cuando pudieron realizarse, por fin, nuevas elecciones, después de aprobarse una nueva Constitución que instituyó una nueva Asamblea bicameral, amplió el mandato presidencial a siete años y otorgó al presidente nuevos poderes. Las secuelas de la guerra civil aún perduran entre los ciudadanos, influyendo en el escepticismo de muchos en la política y la democracia.

Denis Sassou Nguesso ya no ha vuelto a dejar la presidencia del país, y contando su primer periodo, acumula más de 30 años en la presidencia, siendo uno de los jefes de Estado africanos más longevos. Y la cuenta va a aumentar. El pasado 23 de marzo la comisión electoral confirmó su reelección para un cuarto mandato al frente del país, con más del 88% de los votos, luego de que su principal rival, Guy Brice Parfait Kolélas, falleciera en Francia por complicaciones de COVID-19.

De esta forma, la situación política y social de la República del Congo descansa sobre una frágil inestabilidad que puede caerse a pedazos en cualquier momento y por cualquier causa. A su vez, la economía del país es vulnerable, y ha resentido fuertemente en los últimos años la caída en los precios del petróleo y las consecuencias por la pandemia del COVID-19, destacando el aumento del desempleo y la caída del crecimiento económico.

Dados sus recursos naturales y humanos, este pueblo congolés merece y debería tener un mayor nivel de desarrollo, pero el desempeño del gobierno y las instituciones estatales deja mucho que desear. Sobra decir que el Congo Brazzaville necesita un cambio político y un nuevo giro democrático. Sin embargo, se tiene la impresión de que la población del país se encuentra traumatizada, indiferente o retraída, dado que las movilizaciones sociales en este país no han tenido aún el mismo ímpetu que se observa en otros países del continente.

Sin embargo, no se descarta el estallido de un movimiento político que desemboque en una nueva época para la República del Congo. Mientras tanto, la población congolesa ha trasladado sus diversas necesidades, demandas y sentimientos hacia otros ámbitos fuera del ámbito político, sobre todo en la religión y en la música, y en ambas sobresale, al igual que su vecina República Democrática del Congo.

En cuanto a religión, ambos Congos albergan una gran diversidad de credos. De hecho, el antiguo pueblo del Congo fue de los primeros del continente en adoptar el cristianismo. No obstante, también sobreviven algunas prácticas animistas. A pesar de que la mayoría de los habitantes en la República del Congo son católicos, el cristianismo evangélico tiene una larga tradición en este país, en donde destaca el kimbanguismo, iglesia que desde el Congo se ha expandido a lugares como Brasil, Canadá y algunos países europeos. Por lo general, la libertad religiosa es respetada, y resulta raro que se cometa un acto de discriminación por las creencias religiosas.

A su vez, la industria musical más grande de África se encuentra ubicada en el Congo, en las dos orillas del río. Este lugar tiene una larga tradición musical, pero sería a finales de los años noventa (justo en el periodo más intenso de la guerra) cuando la música congolesa dio un salto importante en la escena africana y mundial. Los cantantes y bandas más famosos viajan a través de la región tocando estilos musicales muy similares, como el soukous, rumba congolesa, jazz, kwassa kwassa y otros más, donde se combinan sonidos tradicionales, foráneos, modernos y cosmopolitas, lo mismo en francés como en lenguas locales.

Concluir de esta manera este artículo no es casualidad. Casi todo lo que se habla de ambos Congos tiene que ver con explotación, guerras, miseria, pero también ocurren sucesos agradables. El Congo es uno de los principales símbolos del continente africano, y su gente tiene por delante la importante misión de convertirlo en un mejor lugar para vivir. Y si así sucede, estaremos presenciando del renacer de un auténtico gigante africano.


Carlos Luján Aldana

Economista Mexicano y Analista político internacional. Africanista por convicción y pasatiempo. Colaborador esporádico en diversos medios de comunicación internacionales, impulsando el conocimiento sobre África en la opinión pública y difundiendo el acontecer económico, geopolítico y social del continente africano, así como de la población afromexicana y las relaciones multilaterales México-África.

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